La Isla del Encanto no se casa, pero sí convive. Puerto Rico lleva décadas siendo un Estado Libre Asociado y todavía hay quienes esperan que eso cambie. Con unos a favor y otros en contra de la independencia o de la estadidad, el problema -legendario- del status parece ser eco de nuestra historia. Y todavía este issue ocupa las portadas de los principales diarios del País, como lo fue este lunes en El Nuevo Día donde se planteó la posibilidad de que un puertorriqueño corra para una candidatura presidencial de la nación americana. Hay quienes dirán que los puertorriqueños son afortunados de haberse convertido en ciudadanos estadounidenses el 2 de marzo de 1917, cuando el presidente Woodrow Wilson firmó la Ley Jones –también conocida como el Acta Jones-. A partir de esa fecha toda persona nacida en Puerto Rico pasó a ser ciudadano estadounidense. Las reacciones de júbilo ante aquella nueva ley se hicieron notar entre los puertorriqueños, así lo describe el historiador Gonzalo Córdova en el portal Puerto Rico Herald. También los tres partidos políticos de la época –Republicano, Unionista y Socialista- apoyaron la ley. Al igual que la mayoría de los principales líderes políticos de aquel entonces, incluyendo a José Celso Barbosa, Luis Muñoz Rivera, Antonio Barceló y Santiago Iglesias, añadió Córdova. Además, éstos no sólo apoyaron la medida sino que fueron instrumentales en el proceso legislativo que la engendró. Aunque Córdova menciona a Muñoz Rivera como uno de los que colaboró en la legislación del Acta Jones, fue éste -como Comisionado Residente de Puerto Rico en Washington- quien llevó el mensaje de oposición de los puertorriqueños a la concesión de la ciudadanía estadounidense. Aún así, se aprobó la Ley Jones que sustituyó a la Ley Foraker de 1900 –la cual había creado la ciudadanía puertorriqueña-. Pero no todos se regocijaron con esta nueva ley. De 1.2 millones de puertorriqueños, sólo 287 rechazaron la nueva ciudadanía y optaron por retener el estatuto de ciudadanos de Puerto Rico. Con esta decisión renunciaron a mucho más que sólo un cambio de ciudadanía. Al retener su ciudadanía puertorriqueña perdieron su derecho al voto y quedaron sin protección constitucional. Por otro lado, los que se acogieron a la nueva ciudadanía se les extendió el beneficio de la constitución americana. Ha esta realidad hay que sumarle el contexto histórico por el que pasaba el mundo y en el que Estados Unidos finalmente también participó: la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Los ciudadanos americanos, los dentro y fuera del continente, formarían parte de las filas militares. Pero, ¿acaso este título, declarado oficial por esta acta, nos hace verdaderamente estadounidenses? ¿Se podría considerar a un puertorriqueño como ciudadano estadounidense? Bueno, la realidad es que ciertas restricciones aplican. Tal parece que no basta con ser legalmente un ciudadano estadounidense. Si no has nacido en alguno de los cincuenta estados de la nación norteamericana puede que no se te considere un ciudadano naturalmente de allí. Si se les cataloga como ciudadanos estadounidenses, ¿por qué no tienen derecho al voto en las elecciones presidenciales? Y más aún, ¿se podría considerar a un puertorriqueño (quien es ciudadano estadounidense) como posible candidato a la presidencia de los Estados Unidos de América? Hay quienes piensan que sí y otros simplemente rechazan esta posibilidad. Para enero de 2009, John R. Hein -siendo estudiante de Derecho- publicó un análisis en la revista Journal of Constitutional Law de la Universidad de Pennsylvania, en el que concluyó que “los nacidos en Puerto Rico no cualifican como ciudadanos naturales por nacimiento y por tal razón son inelegibles para la oficina de la presidencia”. Hein aludió a los Casos Insulares y al hecho de que Puerto Rico es un territorio no incorporado de Estados Unidos, así lo reseñó el periódico El Nuevo Día para aquella fecha. Mientras que, la profesora Christina Duffy Burnett, de la Escuela de Derecho de la Universidad de Columbia y estudiosa de las relaciones entre Washington y San Juan, entiende que está claro que cualquier persona que nazca en Estados Unidos, o ya sea en territorio de, es un “ciudadano natural por nacimiento”. Puede que apliquen ciertas restricciones en cuanto al asunto de un boricua llegar a ser –por lo menos- candidato a la presidencia. Sin embargo, no existieron restricciones a la hora de considerar a los puertorriqueños elegibles para ir a la Primera Guerra Mundial, como parte del ejército norteamericano. Además, la ciudadanía ha sido una de las herramientas que le han asegurado a los Estados Unidos la lealtad de los puertorriqueños. Por lo menos así lo cree José R. Bas García, miembro del Partido Independentista Puertorriqueño (PIP). Según Bas García, así fue concebida la idea de la ciudadanía estadounidense. Éste cita al Dr. Efrén Rivera –catedrático de la Escuela de Derecho de la UPR en Río Piedras, quien explica que “los puertorriqueños asocian una serie de bondades con la ciudadanía adquirida”. Algunas de éstas son el libre acceso al territorio de Estados Unidos, acceso a las asignaciones federales, y sin olvidar la percepción de algunos que ven al ciudadano estadounidense como una condición superior a la de un ciudadano de otro país al momento de viajar al exterior, entre otros, explica Rivera. Pero, más allá de considerarse un privilegio o casi una imposición, el concepto de ciudadanía está asociado con “el sentirse parte de algo, ya sea una cultura o ideología política”, expresó Bas García. Éste añadió que “la ciudadanía es una entidad legal que nos identifica y habilita para funcionar en el país y en la sociedad a la que pertenecemos; determina cuáles son nuestros derechos y deberes como ciudadanos”. Y todavía pregunto, ¿con qué ciudadanía realmente nos identificamos? Ya eso lo decidirá cada ciudadano. Tal parece que estuviéramos en medio de las dos, ya que pertenecemos a, pero no somos parte de.