La primera jueza latina en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, Sonia Sotomayor, compartió anécdotas, lecciones y consejos sobre su vida y trayectoria jurídica durante la sesión de preguntas y respuestas realizada el miércoles en la tarde con estudiantes de la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Casi siempre en español y con una sonrisa, la jueza de ascendencia puertorriqueña respondió cerca de una veintena de preguntas de la audiencia, paseándose gran parte del tiempo entre las sillas del Aula Magna. La actividad duró aproximadamente hora y media, y fue moderada por la decana de la Escuela de Derecho, Vivian Neptune Rivera.
Sotomayor relató que el ser mujer y latina la llevó a trabajar doble para poder demostrar que tenía la capacidad de hacer lo mismo que un estadounidense. Recordó que cuando fue nominada para el Tribunal Supremo, algunos “dijeron que yo no tenía la inteligencia para ocupar ese puesto. Una de las personas que dijo eso luego escribió algo retractándose, y me hizo sentir bien, pero no me quitó el dolor que me causó”, confesó la jueza con más de 35 años de experiencia. Afortunadamente, es de la opinión de que “el sufrimiento tiene valor porque esta es una profesión muy importante”, comentó.
Al reflexionar sobre su profesión y la de sus colegas, la primera puertorriqueña y tercera mujer en el Tribunal Supremo señaló que los jueces muchas veces deben dejar a un lado sus creencias y convicciones para decidir imparcialmente si algo es justo o injusto, aún si a muchos no les va a gustar. De hecho, cuando se le cuestionó por qué las decisiones del tribunal eran tan largas y si eso afectaba la capacidad de los ciudadanos para entenderlas, respondió que los jueces siempre intentan escribir de modo accesible, pero que las decisiones son extensas porque “tenemos que explicar para que se entienda por qué consideramos una decisión justa. Hay que dar las razones”, explicó.
Para Sotomayor, la cualidad principal que debe traer un juez del Tribunal Supremo es su diversidad, que más allá del sexo y la raza también incluye la religión, educación y procedencia. Según expuso, en el Tribunal Supremo, donde los nueve jueces se graduaron de escuelas Ivy League, donde cinco son católicos y tres judíos, cinco de Nueva York y ninguno del norte o del oeste de los Estados Unidos, hay que cuestionar la diversidad de experiencias. “Cada juez debe aportar algo nuevo”, afirmó. “Un presidente debería preguntarse antes de nominar a un juez qué experiencias nuevas trae a la corte”, indicó.
Luego, en una pregunta sobre el problema de acceso a la justicia señaló que “hay muchos abogados, pero hay mucha gente que no tiene abogados. Hay algo mal con eso”. Agregó en inglés que “los jueces son las voces para las personas privadas del derecho al voto y los oprimidos” y afirmó que aun cuando los pobres no puedan pagar, tienen que ser servidos.
Sotomayor compartió muchos consejos académicos con los estudiantes, como tomar ciertos cursos sobre negocios y corporaciones, explorar varias áreas de interés para encontrar la propia y desarrollar las destrezas de escritura y oratoria para poder demostrar su inteligencia en el campo laboral. “Usted debe traer algo nuevo. Pregúntese, ¿qué voy a hacer con mi carrera que me va a hacer diferente?”, incitó.
Sin embargo, también les regaló el consejo más grande que ha recibido de otro colega: que nadie nace abogado, ni juez, ni nada: se nace humano y se aprende de los errores. “Uno tiene que criarse en la ley y crecer en ella”, dijo. “Fue un ‘aviso’ (consejo) muy grande para mí porque me ha hecho ser juez aprendiendo”, expresó.
¿Cuál espera que sea su legado?, se le preguntó. “Si alguna de mis opiniones sobrevive la prueba del tiempo, eso sería muy bueno. Pero eso no lo puedo controlar. ¿Qué puedo dejarles?”, reflexionó en inglés. “Hope. Esperanza. Quiero inspirar a los jóvenes a creer que las cosas son posibles; quiero que crean en el cambio, en lo bueno, y lo que podemos hacer como comunidad”, contestó.
El diálogo concluyó con la anécdota del momento más importante de su vida, cuando el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, la llamó para confirmar que la nominaría para ocupar una silla en el Tribunal Supremo.
Según relató, Obama le pidió dos cosas. Primero, que siguiera los consejos de los asesores que la habían nominado, a lo que ella le respondió que era muy buena siguiendo consejos. “Lo que no le dije es que también sé cuando no seguirlos”, rió. Lo segundo que le pidió fue que se mantuviera conectada con su comunidad. Para ella eso era fácil, pues “sin mi comunidad no soy nada”.