Si los estudios en las universidades “Ivy Leagues”, como Yale y Princeton, no prepararon a Sonia Sotomayor para los tongoneos que le asestarían los medios de comunicación y sus contrincantes políticos, quizás deberían añadirlo al costo de sus matrículas. La mujer de origen puertorriqueño, que fue nominada hace un mes por el presidente Barack Obama para ocupar una posición en el Tribunal Supremo de Estados Unidos, ha sabido incrustarse en las pantallas de nuestras computadoras y televisores. Queriéndolo o no, ha podido también convertirse en un tema recurrente en las charlas radiales y en la prensa. Asimismo, ha sido santificada por algunos –en la esfera política local el día de la nominación se escuchaba al unísono lo grande del acontecimiento y de lo ejemplar de la casi boricua- y demonizada por otros, sobre todo por los republicanos del alto foro judicial. Ni un tobillo fracturado ni nada pareciera detener a la jueza de Nueva York. Sotomayor, de confirmarse, sería la primera hispana en el Tribunal Supremo. Pero ni el efecto de la postulación, ni el de sus años como togada aparentan convencerla de lo apropiado de la imparcialidad que tanto demanda la profesión. De hecho, según el diario New York Times, en 2001 ella declaró que su género y etnia sí influirían en su manera de juzgar, afirmación a la que hoy día aluden sus adversarios para descalificarla. En estos días han emergido otras tildadas controversias que podrían si intentan dificultar su confirmación. Y para su desventaja, los bomberos no querrán apagar este fuego. Este cuerpo, según reportó la versión digital del periódico español El País.com, ha generado toda una polémica en la que Sotomayor se vincula directamente. El hecho es que para el 2003 en New Haven, Connecticut se necesitaban ocupar 15 posiciones de bomberos, y para hacerlo se subcontrató a una firma que proveería los exámenes evaluativos que escogerían a quienes ocuparían las plazas. Las mejores calificaciones recayeron en 14 candidatos blancos y 1 hispano. La firma temiendo una demanda por el predominio de hombres de tez blanca, decidió anular el examen para buscar otra manera de selección. Esto nunca se llevó a cabo y las plazas fueron ocupadas por otras personas. Y, ¿qué tiene que ver Sotomayor con esto? Resulta que, como enuncia El País.com, “los bomberos blancos decidieron acudir a los tribunales, entendiendo que esta vez habían sido ellos los discriminados por el color de su piel. Perdieron en primera instancia, y perdieron posteriormente ante un tribunal federal de apelaciones integrado por tres jueces, entre ellos Sonia Sotomayor”. Pero como la tercera es la vencida “ahora, el Supremo les ha dado la razón por cinco votos contra cuatro”. Un “enter” después, vemos que el próximo y último párrafo de la nota periodística sentencia: “Sonia Sotomayor va a tener que responder a muchas preguntas sobre el episodio de los bomberos y sobre su concepto de la discriminación positiva cuando comparezca el mes próximo ante el Senado en las audiencias para su conformación”. Las embestidas han sido dirigidas a su “racismo en reversa”, su interpretación de “wise latina” y su empatía por las minorías –grupo al que pertenece-. No toda la cobertura, sin embargo, la ha desfavorecido. Se podría argumentar todo lo contrario. El portal noticioso MotherJones. com, declaró que a pesar de todo el “bad publicity” formado en torno a Sotomayor por parte principalmente de los republicanos, la magistrada saldrá airosa. Igual lo hizo el New York Times y el Daily Beast. De hecho, Mother Jones precisó que aun con los truenos sólo se conocen 3 votos en contra a la candidata propuesta por Obama. Advierte el medio que los mismos que la atacan son aquellos con carreras políticas casi finiquitadas, los que están al borde del retiro y “no tienen nada que perder”. Para los demás el no seleccionarla podría, así como una película tenebrosa, “perseguirlos para siempre” o mientras dure su labor pública. Parece que ni Sotomayor ni el Partido Demócrata se sienten amenazados por la popularidad mediática que buena o mala ha tenido la mujer. Se propaga la imagen -con rasgos indudablemente latinos- de su cara. Sotomayor, que sin acuerdo a veces como epíteto es de ascendencia hispana y otras boricua, sin hidrantes, incendios o bomberos parece dirigirse únicamente a una butaca del Supremo.