Asumamos que el personaje de James Bond no es un asesino prepotente, misógino y la cara de varias controversias en las pasadas semanas. ¿Qué nos queda? Una especie de ‘súper hombre’ encaminado a una aventura extraordinaria con el propósito de “hacer justicia”. Luego, la idea del amor le brinda un nuevo propósito en la vida. ¿Suena familiar? Probablemente. Esa es la premisa de Spectre, la nueva entrega de la saga James Bond, protagonizada por Daniel Craig y que estrena hoy en cines.
Tal vez sus fanáticos no estarían de acuerdo con esa aseveración y prefieran una descripción más neutral. En esta película, un mensaje del pasado envía a Bond a la Ciudad de México y luego a Roma, donde descubre la existencia de una organización secreta conocida como Spectre. Mientras el agente viaja por estos y otros lugares, en su natal Londres el nuevo director del Centro para la Seguridad Nacional (Andrew Scott), pone en duda la importancia de un agente como él en la agencia. Además, pretende activar un servicio de vigilancia extremadamente invasiva conectado al mundo entero.
La realidad es que este filme, dirigido por Sam Mendes (Skyfall, American Beauty), carece de emoción. Si bien James Bond es un ser pausado y de semblante indescifrable, Spectre es la morosidad hecha película. ¿Qué tardamos en recibir? La superación de nuestras expectativas ante un filme tan promocionado y de tan alto presupuesto (alrededor de $300 millones).
Las escenas de persecución sobran y pueden contarse con los dedos las veces en que Bond está quieto en uno de los tiros de cámara. No obstante, eso no es suficiente para inyectarle un poco de adrenalina a la acción y no hacerla pasar como un filme de transición a un nuevo actor encarnando el personaje. Para llegar a ese punto, solo faltaban unos segundos en donde Bond entrega las llaves de un DB10 a otro hombre en gabán y la historia continúa.
Trailer
El problema no recae en el elenco, completado por Ralph Fiennes, Léa Seydoux y Ben Whishaw, entre otros, sino en la historia en sí y la manera en que es contada. El libreto tiene al menos tres líneas jocosas en todo el filme, fuera de eso no resalta nada más. Igualmente, aunque disfrutamos más su presencia cerca del final de la película, siempre resulta divertido ver a Christoph Waltz en la pantalla, así solo parpadee o respire. Claro, este no es el caso aquí, dado que encarna a Franz Oberhauser, el enemigo más grande del agente 007. Waltz tiene algo encantador interpretando papeles de villano que logra mejorar la calidad de los trabajos de los que forma parte.
Por su parte, Seydoux participa de un poco más de acción que las demás mujeres del elenco (y digo esto en todos los sentidos posibles), pero solo porque es la chica Bond. Estas películas no permiten mucho espacio para hablar de las actrices ya que usualmente corren con mala suerte o, en este caso, las llevan por la ruta del cliché amoroso.
Por otro lado, Dave Bautista, un luchador que se convirtió en actor, juega el papel de un matón más, quien intenta detener a Bond con su fuerza bruta. Es solo una distracción en el camino del protagonista para demostrarnos las habilidades de Bond como conductor de autos a gran velocidad y aviones. Sirve también para demostrar que el agente no es tan invencible cuando se enfrenta mano a mano a un adversario, sin su pistola.
Aunque Craig ha mencionado su hastío con el personaje, aún no es seguro que se aleje del todo de esta franquicia y podríamos verlo de nuevo vistiendo el tradicional traje negro y con una Walther PPK en su mano listo para disparar. Solo espero que, al menos por unos años, le den un descanso a James Bond, a la destrucción de Aston Martins y al uso de la mujer como objeto sexual porque, francamente, ya cansa.