“Recuerdo a un estudiante mío en la Universidad de Princeton, un muy buen estudiante que decidió seguir la carrera de medicina y yo lo empujaba para que se quedara en literatura. Él me dijo 'usted no entiende, yo voy a ser mejor médico porque estudié literatura'. Lo dijo con una simplicidad total. Yo pensé que este chico era muy sabio, porque ha entendido que la literatura no es un aderezo, no es un condimento […] es parte de nuestra humanidad, de nuestro quehacer diario. Hay quienes dicen que todo es literatura, la vida se nos va contando relatos. La vida se nos va leyéndonos los unos a otros. La literatura va mucho más allá de los límites del libro”.
Sonríe espontáneamente mientras dice estas palabras, como si las memorias de repente pasaran ante sus ojos en una especie de película que sólo ella puede ver. Charla. Sus palabras fluyen en una voz suave, pero con entusiasmo. Además de ser una reconocida profesora en universidades como Yale, Princeton y New York University (NYU), es una de las más prestigiosas novelistas latinoamericanas, cuyas obras le han merecido múltiples becas y grados honorarios y estuvo en la isla para realizar varias presentaciones con motivo de la celebración de los 70 años de la Facultad de Humanidades, de la Universidad de Puerto Rico.
Molloy, oriunda de Argentina, ha visto en la literatura autobiográfica una manera de plasmar sus vivencias.
“No tengo mucha imaginación, como la que puede tener García Márquez. Todo lo que escribo surge, de alguna manera, de recuerdos míos o de mi autobiografía”, dijo.
Una de estas obras autobiográficas ha sido En breve cárcel, una novela que ha marcado su carrera y que adquiere un matiz controversial no solo porque hizo su aparición en los tiempos de la última dictadura argentina, sino porque con ella se comienza a considerar a Molloy como una de las pioneras en la literatura lésbica y homosexual en su país. Debido a su contenido, previamente censurado, la novela era distribuida en fotocopias de una manera casi secreta por las calles argentinas. Era material conocido, pero con muy pocas pruebas de existencia.
Sin embargo, la novelista destacó que escribir una novela de este tipo tal vez no hubiese sido posible si hubiese estado radicada en su país natal para esos años. Molloy proviene de lo que ella llama una “familia con una mezcla de ires y venires”, pues sus padres, aunque establecidos en Argentina, tenían raíces francesas e irlandesas. Ella ha perpetuado esa costumbre de ir y venir porque parte de su formación académica tuvo lugar en Francia y sus labores como profesora las ha ejercido en los Estados Unidos.
Mencionó, a manera de anécdota, que al redactar reseñas de sus textos algunos periodistas de su país hacían hincapié en su lejanía.
“Me colocaban lejos, no como una escritora que está aquí ahora sino como algo que está en otro lado, casi una escritora extranjera”, enunció.
No obstante, la autora opina que esta especie de aclaración -hecha en uno de los principales diarios de su país- podría haber sido una treta para hacer publicable su obra en un país cuyas costumbres han sido arraigadas, en muchas ocasiones, bajo los cánones del conservadurismo y el patriarcado y donde sus textos podrían haber sido considerados como ofensivos.
Al ser abordada sobre la literatura dentro del marco humanístico y la importancia que le restan algunos sectores académicos para el desarrollo intelectual y profesional de los individuos, Molloy contestó que sería catastrófico pensar que la literatura es un lujo prescindible.
“Es un error total”, agregó, a la vez que hablaba de que la literatura no solo se lee, sino que es algo que se vive a diario. Así mismo, consideró de gran importancia la implantación de la literatura queer en los currículos universitarios con el fin de desarrollar una mentalidad abierta a la diversidad. Planteó la necesidad de abandonar la costumbre de encerrar en un armario o de marcar como excepcionales ciertos textos, pues la literatura es para todos. “No se precisa un código especial para leer, no es otro idioma. La literatura es universal”, expresó.
Su obra más reciente es un libro llamado Desarticulaciones. En este texto describe las vivencias y el derrumbe de la persona que fue M.L., cuya condición de Alzeheimer ha ido borrando poco a poco sus memorias, entre ellas las que habían creado juntas.
En un futuro no muy lejano, sin embargo, Molloy pretende trabajar temas enfocados en los viajes de retorno y contempla escribir una serie de ensayos que alternen entre la crítica y sus experiencias personales. Tampoco deja de lado trabajar con la traducción, algo que considera natural pues ella misma ha tenido que saber fluir entre el español, el inglés y el francés desde su infancia. Es precisamente esa versatilidad, entre muchas otras cualidades y merecidos logros, los que la han catapultado en los pasados años como una de las intelectuales más prolíficas y reconocidas en América Latina.