Aunque fueron traídos a Puerto Rico, durante los años 30, para experimentos científicos, los monos rhesus son criaturas sensibles, capaces de sufrimiento como la especie humana, con la que comparten más del 97% de similitud genética. Pueden llorar amargamente la muerte de un compañero, igual que nosotros lo hacemos por un ser cuando nos es querido. Los que han logrado escapar del cautiverio se han reproducido y dispersado en diversas regiones de la Isla. Ahora, el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) los estigmatiza como plaga de animales extraños, dañinos y peligrosos. Propagando un discurso de histeria, esta agencia de gobierno hace un llamado a matarlos. La pasada semana, la prensa del País anunció la matanza de 800 mediante inyección letal… Según estudios primatológicos, este pariente genético de la India es un animal social, capaz de adaptarse a las zonas urbanas y tambien de captar engaños. Ahí la dificultad de apresarlo, que tanto molesta a las autoridades. El gobierno inútilmente invierte millones de dólares para captura y exterminio, porque “causan pérdidas de $300,000 al año” a los agricultores. Balearlos es la alternativa del DRNA. Los informes publicados incluso detallan que algunos padecen problemas de salud o portan alguna enfermedad o infección contagiosa, como hepatitis o herpes. El DRNA alerta: “los monos rhesus son un problema de salud pública” y así justifica la orden de exterminio. Pero si vergonzosa e indignante resulta la manía de estigmatizar a un ser como “peligroso” por su condición de salud, más aún lo es la práctica de matarlo por ser portador de alguna enfermedad. Poniendo entre paréntesis las reservas éticas por la posible crueldad vinculada a ciertos usos de animales vivos en laboratorios, el descubrimiento de la similitud en la secuencia del genoma humano y la del mono rhesus amplía el horizonte de las investigaciones biomédicas, entre otras dimensiones científicas beneficiosas para la comprensión de enfermedades y la salud humana. Ingrata humanidad. No existe sobre el planeta que habitamos especie animal más dañina y peligrosa que la nuestra; ninguna más cruel y despiadada que la especie humana. Arrogante, egoísta, engreída y pretenciosa impone su poderío para sí. No obstante, pienso que la complicidad de la gente inteligente y sensible de nuestra especie debe ser para con la vida, la convivencia y la armonía entre las diversas especies animales, de las que somos parte. Indignémonos y avergoncémonos por las despiadadas matanzas de monos rhesus y patas. Por respeto a la vida por la vida misma, liberémoslos. Bienvenidos sean… El autor es profesor de filosofía.