Es un hombre fuerte, trabajador y valiente. No le teme a las alturas y conoce muy bien el mar. Aunque es famoso por sus actos de desobediencia civil, no es vanidoso. Algunas arrugas alrededor de los ojos, y su piel tostada, son símbolo del tiempo y de los sacrificios que hace por lealtad a sus ideales. El tiempo, sin embargo, no ha quebrado su espíritu de lucha, luchas que siempre están presentes en él, como la camisa de la Coalición Playas Pa’l Pueblo que viste.
Sobre su cabeza tiene los espejuelos que usa cuando va a escribir. En su cabello ya se le dibujan algunas canas y en su rostro una pasión que lo mueve a tratar de remediar lo que, para él, no está bien.
No le gustan las entrevistas, pero hay historias que se deben contar.
Son las cuatro de la tarde de un martes nublado en el que en ocasiones se presentan algunas lloviznas. Pasa por los contadores de los apartamentos del residencial San José en Río Piedras. Apunta en su libreta los números que repite en voz alta. Le pide a los residentes su nombre y un número de contacto para prepararles una certificación. Sucede que la Autoridad de Energía Eléctrica le cortó la luz a todos los residentes. Y él, tiene dos características que pueden ayudar a devolverles la luz, es activista y electricista.
Ni siquiera sabe cómo lo contactaron, pero lo hicieron, y hasta allí llegó, para ayudar a la gente como lo ha hecho por muchos años.
“No me quiero enriquecer, no tengo ni vehículo. Yo meto mano y le damos la mano a la gente. Me dicen Robin Hood”, señala Alberto De Jesús Mercado, popularmente conocido como Tito Kayak.
Tito, digámosle, lleva más de tres décadas realizando protestas en diferentes lugares y países. Ha luchado –y todavía lo hace– por el ambiente, y hasta por los que no lo conocen. Pareciera que estuvo –y está– destinado a enfrentar al establishment desde su nacimiento.
El activista cuenta que no nació en un hospital como casi todos, sino en un campito de Jayuya con la ayuda de una comadrona. “No hubo tiempo de llegar al hospital”. A los seis años se fue a vivir a Ponce. Luego se mudó a Vega Baja, donde se casó. Y allí, además de sus dos hijos, nació su apodo.
Luchas constantes
En el 1998, Tito ya había realizado varias manifestaciones con Amigos del MAR, organización que busca proteger los recursos naturales de la Isla. Ese año, miembros de la entidad salieron desde Vega Baja hasta la playa Los Tubos en Manatí a “enfrentarnos a un proyecto mal llamado Coquí Dos”.
El Coquí Dos fue un experimento en el que la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio (NASA) lanzaba cohetes con químicos para estudiar el efecto de estos en la capa de ozono. Tito –en su kayak– intentó interferir con ese plan. Fue así como su apodo y su herramienta de lucha se unieron, y hoy todos lo conocen como Tito Kayak.
Con humildad, el jayuyano dice que a veces cree que es un visionario. Por esto se refiere a que antes de hacer una manifestación, la visualiza, y sabe que en algún momento sucederá. Así ocurrió el 5 de noviembre de 2000, cuando fue a Nueva York junto con cinco viequenses para colocar la bandera puertorriqueña en la corona de la Estatua de la Libertad.
Pasó lo mismo –es decir, la visualización– con sus protestas en contra de la Marina de Estados Unidos en Vieques.
Luego de una manifestación que hizo en el 1999 en contra de los buques que pasaban por el Caribe con desechos radioactivos, la gente le preguntaba qué era lo próximo que iba a hacer.
-“Yo les decía que sacar la marina de Vieques”, dispara.
Poco después, Tito, junto a Amigos del MAR, fundaron el primer campamento de desobediencia civil en la Isla Nena.
-“Aunque Rubén Berríos diga lo contrario, nosotros formamos el primer campamento de desobediencia”, afirma.
Hace 13 años que la marina estadounidense salió de Vieques, y el activista se siente satisfecho de las cosas positivas que ha logrado con sus acciones. No obstante, reconoce que todavía falta mucho trabajo por hacer. Sabe –porque un amigo musulmán se lo enseñó– que lo que está predestinado a pasar nadie lo puede cambiar.
-“Hay cosas que se tienen que dar y si yo no lo hago, otro lo va a hacer”, asegura.
Hay injusticias que lo agobian, que lo mueven a hacer lo que hace. Entre ellas está la encarcelación del preso político Oscar López Rivera, quien lleva 35 años en las prisiones de Estados Unidos. En este caso, particularmente, señala que a veces la línea ambiental y la política se cruzan. Dice que la situación de López Rivera incluye lo ambiental por la parte humana.
“Sin merecer un minuto para estar encarcelado lleva más de 33 años encarcelado”, manifiesta con frustración. En julio de 2012 le dedicó una remada que –contrario a otras manifestaciones– la realizó solo, desde la Ciudad Bolívar en Venezuela hasta San Juan. Decidió salir de Venezuela porque entiende que hay un elemento de hermandad que ambos países comparten. “Somos hermanos porque son nuestras aguas. Quería llevar el mensaje de que somos un Caribe unido”, explica.
Al hablar de sus protestas no se puede pasar por alto cuando Tito plantó una bandera de Palestina en un torre de propiedad israelí en Cisjordania. En realidad, él no fue a poner la bandera. Pero como dice, “se dio”.
Aunque admite que era casi imposible subir a la torre porque había una hostilidad extrema, De Jesús sabe que allí ocurrió un milagro. Cuando llegó a la torre, los militares que estaban allí se fueron, dejando el lugar sin vigilancia. En esa coyuntura, aprovechó para subir y atar la bandera palestina.
“Yo sabía que tenía que hacer algo por ellos y eso para ellos [los palestinos] significó mucho”, rememora con satisfacción.
“Quien es revolucionario es revolucionario donde quiera”, añade. Y aun cuando reconoce que es una situación muy complicada la que se está viviendo en el Medio Oriente para la que al momento no hay solución, al final “tiene que haberla”.
Dejarlo todo para luchar
Causa curiosidad saber cómo en un mundo tan individualista se deja de pensar en uno para pensar y luchar por un nosotros. Tito admite que no es cristiano, pero sí ha adoptado muchas cosas de Jesús, más allá de la imposición paterna del apellido.
Al igual que el nazareno, ha sacrificado su vida familiar por su activismo, pero eso no ha implicado soledad. Ha encontrado manos amigas en momentos desesperantes, como los que ha vivido en el mar, donde ha remando de noche y con peligrosas condiciones climáticas.
“Hay cosas que admiro de Jesús. Yo pienso que el activismo es un tipo de sacerdocio. A veces me he arriesgado a dejarlo todo, pero siempre he encontrado una salida. Hay que desprenderse de todo porque no vas a estar solo. Siempre hay alguien que viene a darte la mano en los momentos de desespero”, confiesa.
Para Tito, un Puerto Rico ideal sería uno con mayor conciencia ambiental. Ese en el que, desde pequeños, se les enseñe a los niños a respetar y cuidar el ambiente. Y aunque dice que no quiere entrar en temas políticos, señala que en ese Puerto Rico ideal no pueden haber “políticos corruptos”.
Antes de marcharse, Tito comenta que quiere que las próximas generaciones lo conozcan y lo recuerden como un guerrero. Como “un soldado en fila que luchó por el ambiente”.
Luego, prosigue a realizar lo que le había traído hasta allí esta tarde: ayudar a la gente.