No es casualidad que nos encontramos en medio de un ambiente de incertidumbre frente a los aumentos en la factura de electricidad y el desfase tecnológico que se ha ventilado sobre el uso de fuentes renovables y la infraestructura de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE). Todos conocemos el impacto de este desorden institucional en nuestro quehacer diario.
Nuestra sociedad se mueve con fuentes energéticas que son económicamente costosas y nocivas a nuestro ambiente. Los esfuerzos de cambio, hasta el momento, han sido tímidos debido a que se limitan a proyectos particulares que se han desarrollado sin una visión holística en los asuntos energéticos. Nos encontramos reaccionado en función de la disponibilidad de fondos para proyectos energéticos particulares o respondiendo a nuevas exigencias legales, principalmente desde la esfera federal.
Más allá de los proyectos como los molinos de viento y las fallidas propuestas de plantas de carbón y gasoductos, como País tenemos un gran reto para los próximos años. Esto es identificar fuentes renovables, de poco impacto sobre nuestro frágil ambiente y más importante aún, que sean económicamente atractivas para todos nosotros. Estos requisitos podrían ser contradictorios al examinar la tecnología “verde” que aflora continuamente y los altos costos de inversión que los mismos acarrean. Ante este escenario, nos llegó el libro del doctor Edwin Irizarry Mora.
Desde el comienzo del libro Fuentes energéticas, luchas comunitarias y medioambiente en Puerto Rico, el autor reconoce que no existe una fuente ideal exclusiva para proveer energía a la Isla. En este momento, la misma comunidad científica no tiene un consenso definido en cuanto a las mejores fuentes de energía renovables para ser desarrolladas en el País. Todas las alternativas que se han identificado hasta el presente aparentan tener un “talón de Aquiles”. Por esta razón, el autor nos hace entender que debemos diversificar las fuentes de energía renovable y verde para la Isla.
El primer capítulo se concentra en una descripción analítica de la evolución de los generadores de energía eléctrica en la Isla durante el siglo XX y la relevancia de una fuente renovable, como la fuerza hidroeléctrica, desde finales del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX. El capítulo también contiene una descripción de cada uno de los proyectos iniciales en relación a su localización, producción de energía y lo que representaba cada instalación dentro de la configuración urbana y económica de la Isla en esos momentos. De igual forma, nos describe el proceso de creación de nuevas agencias, el surgimiento de nuevas disposiciones legales y otras fuentes para generar energía. El autor nos advierte y cierra el capítulo acusando a la AEE de mantener un dominio total y monopolístico en todos los asuntos relacionado con la producción de energía eléctrica en la Isla.
En el segundo capítulo, parte de las propuestas energéticas endosadas por la AEE y las fricciones que ha tenido frente a diferentes grupos de la sociedad civil. Entre estas resalta Cogentrix en Mayagüez, iniciativa en donde se aspiraba a utilizar el carbón y que creó una coyuntura histórica entre los sectores comunitarios, académicos, científicos y políticos, que vencieron los argumentos de los proponentes del proyecto.
El capítulo 3 es utilizado por el autor para ofrecer al lector una visión panorámica de la situación energética mundial. Aunque muchas veces lo olvidamos por ser una “Isla aislada”, Puerto Rico es parte de una comunidad global que busca alternativas viables y limpias para generar energía. De hecho, las luchas contra el petróleo y el carbón como fuentes de energía no son agendas de “ambientalistas de izquierda” como argumentan muchos sectores de nuestra sociedad.
El autor aprovecha este capítulo para posicionar la Isla dentro de los escenarios de calentamiento global y la discusión se establece en dos direcciones: el efecto del calentamiento global sobre nuestra geografía costera y la aportación de la Isla dentro del fenómeno global. En este último punto creo prudente citar lo siguiente: “…en Puerto Rico se consume una cantidad de gasolina igual a la utilizada en siete países centroamericanos juntos. Por esta razón, el País contribuye sustancialmente al problema de calentamiento global, y por ende, al cambio climático. La contribución por habitante es 230% mayor que el promedio por habitante a nivel mundial y 333% por habitante en América Latina y el Caribe”.
El capítulo resulta ser un atlas descriptivo sobre las diversas fuentes que se están considerando en otros países y su situación actual en relación a la tecnología. La riqueza de esta sección estriba en ilustrar la extensa cantidad de iniciativas que se están desarrollando en este momento en otras latitudes. Todas tienen retos e interrogantes por delante y no todas las alternativas energéticas representan un alivio para el ambiente.
Dentro del recorrido geográfico, la lectura nos detiene nuevamente en la Isla. La energía océano-térmica es argumentada por el doctor Irizarry Mora como una fuente importante dentro de los escenarios de futuro energético para la Isla. El autor establece claramente que este potencial trasciende las meras especulaciones y existe la tecnología para ser desarrollada en la costa cercana a Maunabo.
Lamentablemente, las fuerzas del mercado que definen la economía global también tienen su presencia en la búsqueda de nuevas energéticas. Los agro-combustibles no son la excepción. Por esta razón, el autor nos alerta sobre “el puñado de transnacionales” que dominan y definen las iniciativas de investigación y desarrollo. En la actualidad, “todas las semillas transgénicas que se plantan comercialmente en el mundo son controladas por Monsanto (casi 90 porciento), Syngenta, Dupont, Bayer, Dow y Basf”. Es claro que el futuro energético dependerá de su potencial de generar capital.
El capítulo 5 es un retorno a la primera fuente que se utilizó en la Isla para generar energía. La relevancia de este estudio de caso es un reconocimiento al potencial de la energía hidroeléctrica para la Isla. El sexto capítulo expone una propuesta de políticas energéticas para la Isla. El autor nos presenta su reflexión sobre lo que debería ser la posición del gobierno de Puerto Rico en armonía con propuestas sometidas a discusión pública de grupos ambientalistas, plataformas ambientales de partidos políticos y de varios líderes y peritos en temas energéticos en la Isla.
Finalmente, el doctor Irizarry Mora discute su preocupación sobre los esfuerzos que ha realizado el gobierno puertorriqueño en analizar las posibles fuentes energéticas dentro de un proceso genuino de planificación en donde se pueda garantizar la amplia participación de sectores comunitarios, científicos y académicos. El problema no solo se limita al uso de fuentes contaminantes y costosas, sino a los procesos excluyentes que históricamente han existido dentro de la AEE y otras agencias afines.
Aunque el título del libro enfoca tres actores, es decir las fuentes energéticas, las luchas comunitarias y el medioambiente en Puerto Rico, aseguro que la publicación es un modelo en donde logra amarrar con lógica y sentido común los asuntos energéticos, generación de empleos y preservación del medioambiente dentro de una misma ecuación definida por la autosuficiencia y la integración a la economía global.