Cerca de nosotros, pero no tanto, una niña japonesa se corta los dedos y mancha con sangre la ropa que lleva cociendo por más de 12 horas consecutivas. Dan las 11 de la noche y todavía no ha almorzado. Tampoco tiene dinero para hacerlo. Junto a su madre gana cerca de $3 diarios. Asimismo, una joven china se lava los dientes con cenizas y se ve obligada a dormir en la fábrica donde labora, la cual produce artículos para una de las cadenas multimillonarias de mayor crecimiento en los Estados Unidos. Situaciones semejantes viven miles de obreros en empresas alrededor del mundo. Los llamados “sweatshops”, que encontramos en países conocidos por su mano de obra barata, como Indonesia, China, Japón, entre otros, proveen a sus trabajadores un ambiente de trabajo hostil y de explotación que viola los derechos básicos de los obreros e ignora cualquier tipo de reglamentación. Algunas empresas, alrededor del mundo, han decidido romper con la explotación del comercio tradicional y adoptar el comercio justo. Con esta filosofía, Karla Durán y Joel Franco fundaron su “espacio de encuentro” en la urbanización Santa Rita en Río Piedras: La Chiwinha. “En el comercio justo se vela que no ocurra lo que se ve en los “sweatshops”, se vela que cumplan con horarios justos, que no haya explotación y tengan tiempo de descanso y esparcimiento”, subrayó Durán, quien denunció que el gobierno no brinda ayudas para estas iniciativas.
Según la comerciante, la tienda se diferencia de las otras, ya que, todos los productos son social y ambientalmente responsables, no hay explotación infantil, los agricultores reciben un “precio justo” por su trabajo, y todos los alimentos son orgánicos, es decir, que no son manipulados genéticamente, y cuando se siembran no se utilizan pesticidas ni fertilizantes sólo abono natural como la composta o desperdicios biodegradables. “Los artesanos y agricultores son los que ponen el precio a su trabajo y ese es el que se les paga, no es el típico “regateo” que hacen las empresas tradicionales” aclaró Durán, quien añadió que les pagan por adelantado, mientras que en el comercio tradicional se paga luego de 3 meses, aproximadamente. Además, explicó que las empresas tradicionales continuamente negocian precios que no les da a los agricultores y artesanos para subsistir. Durán destacó que todas las cooperativas, de este tipo, están dirigidas a dedicar parte de sus proyectos e ingresos al desarrollo comunitario, educación, artes, teatro, deportes, entre otros. Según los fundadores, lo que motivó la iniciativa fueron viajes que han realizado a otros países, en los que conocieron otras culturas y tuvieron la oportunidad de ver como el comercio internacional “explota” a los empleados para su beneficio. Durán menciona que el público “se debe dar la oportunidad de conocer la tienda y dar cuenta de sus valores. Están promoviendo el crecimiento de productos de alta calidad. Los chocolates (provenientes de agricultores en Gahna, Bolivia y Venezuela), por ejemplo, son chocolates ‘gourmet’.” Para la dueña de la tienda, La Chiwinha es el único establecimiento de comercio justo en la Isla. Sin embargo, Durán espera que poco a poco los comerciantes hagan conciencia y desarrollen más proyectos similares.