El autor de Pornosonetos conoce el pudor. Cuesta creerlo, pero la calentura que mancha de rojo su rostro lo confirma. Es por eso que recurrió al seudónimo de Ramón Paz, como lo ha hecho otras tantas veces, para la escritura de este proyecto poético. Ya el seudónimo ha muerto. Ha sido revelado. No más pornosonetos y no más Ramón Paz. El pudor sigue ahí, pero el juego de ser otro le permite hablar desde la distancia. Sin embargo, fue desde la cercanía que el escritor argentino Pedro Mairal, quien recientemente visitó la Isla, conversó con Universia Puerto Rico sobre el oficio literario que desempeña y sobre la relación del escritor con la academia; entre otros temas que quizás, tras la máscara de otro nombre hubiese contado mejor. ”Los seudónimos dan mucha libertad. Es decir, lo que tiene de malo a veces la poesía es que se lee en clave muy autobiográfica. La gente cree que si escribiste un poema sobre un tema eso te sucedió. Entonces, una manera de desarticular eso era escribir con un seudónimo. Ramón Paz no soy yo, es un yo lírico”, cuenta el autor a su salida de uno de los talleres literarios que impartió en el Recinto de Río Piedras de la UPR. “También lo hago con personajes femeninos en internet. Es la libertad de meterte en otra cabeza, inventar otra voz”, añade Mairal, quien una vez revela su identidad mata el seudónimo pues considera que su ciclo lógico ha terminado. No siempre se sale con la suya. Recuerda una ocasión en la que una estudiante analizó un texto suyo, escrito bajo un seudónimo femenino, dentro de un cuerpo de textos de escritoras argentinas contemporáneas. La chica, al conocer la verdadera autoría, se sintió estafada. “Yo entendí eso pero es parte del juego y me parece que no está mal porque hay demasiado mito y énfasis en el autor. Hay demasiado énfasis en cosas como si el autor es argentino, puertorriqueño, mujer o varón, transexual. Es verdad que esa parte influye pero uno inventa muchas cosas y de adentro de uno, salen cosas rarísimas que no tienen que ver con uno necesariamente”, opina el ganador del Premio Clarín por su novela Una noche con Sabrina Love, que fue llevada al cine en el 2000. Mairal, recuerda con algo de espanto y sorpresa la vez en que la actriz Cecilia Roth apareció frente a él encarnando a su personaje para el filme. Probablemente la pesadilla de cualquier escritor, que un personaje se le aparezca de cuerpo presente. Aunque reconoce que los premios literarios abren puertas a grandes editoriales rechaza el imaginario del escritor como figura pública. “No me gusta ese hombre que sale en la solapa del libro”, confiesa quien se desubica un poco si entra a una librería y se topa con alguna de sus publicaciones como el libro de cuentos Hoy temprano (2001), los libros de poesía Tigre como los pájaros (1996) y Consumidor final (2003) o sus novelas El año del desierto (2005) y Salvatierra (2008). Los libros de poesía seguramente los escribió en retazos de servilletas y recibos de compra, pues para él la poesía puede escribirse en cualquier parte y en cualquier momento. Ahora bien, para escribir narrativa procura el procesador de palabras y el silencio disciplinado del hogar. Ahora bien en cuanto a su propia valoración de su obra, el hecho de haber estudiado letras lo coloca en el medio del debate entre lo avalado por la academia y lo que tiene el favor del público. “Es raro, estudiar letras y escribir es como estar de los dos lados del mostrador. La carrera de letras no se mete mucho, por lo general, con la cocina de la escritura que es lo que estamos haciendo en el taller sino que enseña a ser un muy buen lector, así salís de la carrera de letras siendo un lector al que no se le escapa nada, ves todas las costuritas y le ponés un valor agregado al texto muy grande porque ves cosas que quizás el escritor no vio”, explica ese autor cuya formación en literatura le permite jugar con sus textos y regodearse en las teorías. “A veces te apetece aplicarle Roland Barthes a un personaje”, ejemplifica este autor que de todos modos prefiere los libros en sí mismos a los de crítica. No parece preocupado por lo que digan los críticos, ni tampoco procura tratar las historias que “merecen ser contadas”. Más bien escribe relacionándose con su época y muchas veces llega a lugares insospechados con su narrativa por mero accidente. “Yo en Una noche con Sabrina Love no me propuse para nada mostrar mi época y fue leído como un novela de la crisis de valores. No me propuse eso pero hay una parte involuntaria de lo que uno quiere contar versus lo que uno acaba contando”, cuenta. Algo similar le ocurrió con En el año del desierto. Mairal pensó que estaba escribiendo una novela sobre la crisis en la Argentina, pues según describe, en el texto la crisis está potenciada hasta la destrucción total. “Después me di cuenta de que es una novela en la que estaba hablando, sin saberlo, de la enfermedad de mi madre. Ella tuvo una enfermedad degenerativa, fue perdiendo el habla, era una cosa que avanzaba lentamente y un día contándole a un amigo de qué trataba la novela y contándole de mi mamá, al contar las dos cosas juntas y me di cuenta que eran una sola”, recuerda feliz de haberlo descubierto una vez finalizado el texto. Sino habría sido catastrófico. Seguramente, ahora como lector formado y como lector y nada más, lo leerá y encontrará mucho más. Probablemente, ese sí sería el verdadero placer de un escritor que reniega un poco del valor de la autoría, encontrar un texto propio que le resulte tan ajeno como refrescante. Para ver este artículo en su original, vaya a www.universia.pr