Un soplo de vida. Así tituló la brasileña Clarice Lispector un texto póstumo. En la contratapa del libro, además, una línea –como una lanza– atraviesa a todo el que se acerque a leerlo: “Escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo”. Queda imaginar el vacío o el golpe en el agua. En cualquier caso, escribir es esa piedra que lanzarán, y ya lanzaron, cuatro escritoras en Del desorden habitual de las cosas.
Se trata de un libro que compendia la producción de estas columnistas en las páginas del semanario Claridad. El libro, escrito a ocho manos, incluye a Vanessa Vilches Norat, Sofía Irene Cardona, Mari Mari Narváez y Ana Teresa Pérez-Leroux. El mismo se presentará el próximo viernes, 11 de diciembre, a las 7:00 p.m. en el Museo de Las Américas y contará con la participación de Ana Lydia Vega.
El lanzamiento tiene la valía, por otra parte, de ser el primer título que inaugurará el catálogo de la naciente Capicúa Editorial, capitaneada por Sonya Canetti Mirabal. El libro cuenta con más de sesenta columnas publicadas en su mayoría en el mencionado semanario entre los años 2006 al 2014 y llega con prólogo de la escritora Mayra Montero.
En El arte de envolver pescado el peruano Antonio Cisneros problematiza y cuestiona la caducidad de su producción periodística en un libro que pone a prueba su trabajo a través del tiempo. ¿Es ese el porvenir del periódico: caducar, envolver lechugas, pescado? Del desorden habitual de las cosas transita esa fina línea y queda en el lector decidir si la piedra de estas cuatro agudas e incisivas escritoras halla en el fondo del pozo algún cuerpo de agua o el eco de un porrazo.
Para Canetti Mirabal –compiladora de las columnas– precisamente en la naturaleza híbrida de este tipo de escritura reside la promesa de amagar instantáneas de una realidad que no siempre termina fosilizada. Según apunta en el texto, este representa “un bocado gustoso, una oportunidad fenomenal de releernos”.
El conjunto se destaca por su heterogeneidad de estilos y temas, aunque existan las claves comunes. “Los temas llegan hasta donde la vista alcanza”, escribe Montero en el prólogo. Y tiene razón. La naturaleza del lenguaje, del idioma, la política, los viajes y la juventud extraviada, la dependencia alimenticia, en fin; el abanico de temas y formas es variopinto e invita a desenvolver el pescado, sentarse y releer. La invitación está servida.