Ya llevamos un rato en estas de viajar a través del tiempo con Elizam Escobar. Hemos convertido las horas en décadas y viceversa. Ya él lo dijo en la segunda parte de nuestra travesía, que la idea es “traspasar el tiempo” y que los códigos corresponden a su arbitrariedad y sus especificaciones.
Habíamos llegado a la década del noventa, con Elizam en la cárcel. Pero entonces al ex prisionero político que ahora tiene casi 60 y pico de años de edad cambió de velocidad. Fueron 19 años en la cárcel. Es mucho lo que hay en su mente sobre esto. Empezó a relatar del año 1983, ya con tres años en presidio.
“Estaba en la prisión, en el sur de Illinois, una cárcel vieja. Los baños eran unos tubos con boquetes que salían unos chorritos, a veces chiquitos, a veces grande, a las seis de la mañana uno bañándose allí, con la gente de las gangas con figas por si algo pasaba. Entraban los presos gay, que eran como mujeres. Aquello era una locura. Yo leí el relato de Dostoevsky, cuando estuvo en la prisión por conspirar para matar a un zar. Escribió eso en Siberia. Lo leí 100 años después y era lo mismo que yo estaba viviendo, con cambios tecnológicos, pero la psicología de la prisión era igual. Él decía que mientras más educación tenías, más ibas a sufrir, porque sabías más. Los presos todos sueñan con la libertad, no importa si están condenados a muerte. La prisión es un teatro, tiene sus reglas. Hay ovejas que se visten de lobos y lobos que se visten de oveja. Y hay cazadores. Me convertí en un cazador mediante la escritura. Pero, como no soy novelista… aunque comencé a escribir una novela, fíjate… pero me enfoqué en ensayos, en poesía”, repasó.
Así las cosas, y con motivo de la dedicatoria a La Campechada, Elizam recordó cómo su gran amigo, el poeta Joserramón ‘Che’ Melendes, le propuso compilar su obra poética, de 1980, cuando cayó preso, hasta 2016. Estos textos incluyen poemas inéditos, recortes, collages, poemas más visuales y “otras cosas regás que hice en la prisión”. Elizam entonces detiene la travesía cronológica en 1988.
“En el ‘88 me sacaron de Wisconsin hacia Oklahoma, del norte al sur. Como una norma de castigo…”, dijo.
“¿Por qué? ¿Por lo crítico que eras del sistema? ¿O fue que tuviste algún problema adentro?”, le preguntó Diálogo.
“Lo que pasa es que en el 1985 comenzó una gira grande de pinturas, una exposición. En esta prisión federal donde yo estaba primero, en Oxford, Wisconsin, había un espacio de arte donde podías pintar. Era un programa de afuera, no del sistema correccional. Lo dirigía un pintor, nos conocimos, nos hicimos panas, era un tipo bien chévere. Y empecé a usar materiales que en las prisiones estatales no hay. Me fui de gira con las pinturas mías, por los Estados Unidos: Nueva York, Los Ángeles, San Francisco, Chicago. Y, pues, cuando un preso empieza a coger publicidad, eso no le gusta al sistema correccional”, contó.
“Hay presos que los sacan de las prisiones, por rebeldes, y les dan vueltas por cárceles alrededor de Estados Unidos. A mí me movieron a Oklahoma, y el primer año que estuve allí me desaparecieron los materiales de arte, me cambiaron las reglas, no podía pintar. Y yo me puse a escribir más. De ahí salió por ejemplo, la obra del Antidiario de Prisión. Yo iba a la biblioteca de leyes de la cárcel en Oklahoma, porque había un guardia boricua allí que se casó con una mexicana y me cogió cariño. Allí veía a los presos asfixiaos con los casos de ellos, y yo bregando con mi libro, usando la impresora”, rememoró Elizam.
Elizam detiene la máquina del tiempo y se para, ante la petición de nuestro fotoperiodista Ricardo Alcaraz. Hay que hacer fotos. El tiempo apremia.
“Pero no me vayas a tomar una foto con una pintura que no es mía que después ya tu sabes… je, je, je”, soltó en gozo, antes de retratarse con su obra El monje (1995), hecha con material que encontró en la prisión, como madera, esponja, clavos.
“¿Me tiro una pose de hip hop?”, carcajeó.
Alcaraz le pregunta por un coquí huésped que en plena tarde no para de cantar.
“El coquí residente”, se defiende Elizam entre risas.
Volvemos a la nave sideral llamada sofá. Estuvimos en la década del noventa, viramos a los ochenta y ahora aceleramos la máquina del tiempo hacia 1999. En nuestra mente suena aquella salsita La Libertad, de Frankie Ruiz. Elizam acaba de salir de prisión y regresa a su Borinquen querido. ¿Qué fue lo que encontró cuando volvió? ¿Qué fue lo más duro que le pegó del cambio que dio su país durante estas dos décadas encarcelado?
“Creo que puede ser en cuanto a la cuestión social, la cuestión de la criminalidad, la cuestión de la inseguridad de la gente. También, lo de la gente que pedía en las luces. Todo esto eran síntomas de un decaimiento social, pero aquí la base es económica. Por ejemplo, cuando yo llegué me fui a vivir con la vieja mía a Bayamón. Los primeros días decidí irme a caminar por Lomas Verdes y la vieja me dice: ¿Pero, pa’ dónde vas? ‘Mami, pues a caminar por ahí’. Y me dice: ¡No puedes caminar por ahí! Le dije: ‘Mami, yo estuve preso 20 años’, y me fui a caminar. Ahora la gente vive encerrada. En todas las familias hay historias de gente que han asaltado o matado. La criminalidad, los indigentes, toda la estructura esta de las rejas, todo esto es un cambio grande. Cuando yo vivía en Puerto Rico antes de estar preso esto no estaba así”, relató.
Pero no todo era malo.
“En la parte positiva”, prosiguió, “había una auge cultural artístico”.
“Se notaba eso, con gran número de galerías que habían, con la actividad de los estudiantes, con los artistas jóvenes, había una efervescencia de artistas jóvenes. En el Viejo San Juan no había eso y lo encontré en ese momento. Eso me impactó. Además, había otros giros lingüísticos. Palabras como macharrán, ¡yo nunca había oído eso! Oí eso y pensaba que hablaban de un mariachi o algo así. Ja, ja, ja”, indicó.
Elizam dijo que fue luego de un año de haber salido de preso que retomó el arte a tiempo completo. Se mudó a la urbanización Caribe, en Cupey, “y empecé a hacer trabajos con materiales que de alguna forma recogían un momento histórico”.
“En Cupey habían muchas oficinas y yo empecé a recoger pedazos de computadoras y también bandejitas de plástico, donde vienen frutas y comida. Comencé a usar esos dos materiales en específico para hacer arte de nuevo”, dijo.
Hubo un acercamiento de la Escuela de Artes Plásticas, “que ha sido una experiencia bien importante, pues trabajo con los jóvenes directamente. Me gusta trabajar con ellos, aparte de estar en la escuela”. Ya lleva 16 años, “y aún no tengo una plaza, todo ha sido por contrato. Pero bueno, esa es la norma también ahora en la Universidad de Puerto Rico. Imagínate”.
Claro, que también en el arte joven la cosa es ahora distinta.
“Lo que pasa es que ahora los jóvenes empiezan a exhibir siendo estudiantes. Ya desde ahí tienen exposiciones. Eso por un lado está bien, pero por otro no. Se creen artistas muy rápido y se cortan ellos mismos las alas. En los ’60 mucha de la actividad cultural tenía un sentido de liberación, un sentido político y de compromiso en los artistas. Ahora yo he notado que muchos se han ido por el ala del éxito. ‘Ay, que es que yo quiero ser famoso’. Mira, contra”.
“¿Y se atreven decírtelo así mismo?”, le preguntamos.
“No me lo dicen pero uno lo sabe… lo que se ve no se pregunta je, je, je”, citó Elizam a Juan Gabriel.
“Entonces está el otro polo”, continuó, “los que tienen un grado de compromiso social, incluso político y no están pendientes a ser famosos, sino a rescatar lo de nosotros, pero a un nivel muy alto. Eso es muy importante. La mayor parte de los estudiantes de arte terminan en otra cosa que no es el arte. Eso está probado. No todos resisten. Requiere valor, requiere ser fuerte para poder salir adelante. Por otro lado, no hay, que yo conozca, artista que viva de su arte solamente, en Puerto Rico. Al fin y al cabo, un artista sí puede dedicarse a vivir del arte, pero el mercado está bien alto, por lo tanto no vas poder vivir del arte como, por ejemplo, en los 1990, que había un auge”.
Resaltó que “muchos artistas somos profesores o tienen un negocio o tienen un taller de enmarcar o lo que sea”. Por otro lado, “otros se comercializan” sin escrúpulos “y ahí está el peligro”.
“Hay mucho artista que trabaja en la publicidad y ya tú sabes que la publicidad es la prostituta del comercio, porque si el cliente te dice ‘yo quiero vender eso’ y los estilos y la ética de la publicidad son distintos que los del arte. Tú lo haces porque es una necesidad. Pero el arte es una libertad que tú vas a practicar. Si tú quieres ser un artista, eso es como un chamán en una tribu que tiene una magia, así que tienes que ganártelo, no es así como hacer arte según te dice alguien que quiere vender algo. La mayor parte de los estudiantes de arte se frustran y terminan trabajando en todo, menos en lo que querían trabajar”, consignó.
Elizam se detiene. Recordó que tiene que incluir entre sus influencias a Carlos Raquel Rivera, “que no era un intelectual”, pero que “con su compromiso social y político” logró “más magia y más libertad y más cosas heavy”.
Ya hay que apagar la máquina del tiempo, porque con cada segundo que pasa las ganas de finalizar la conversación son menos. Volvemos al 2016, cuando el colonialismo se ha acentuado con la imposición de la junta de control fiscal por parte del imperio federal que durante décadas ha batallado este superhéroe con sombrero. ¿Cuál es el lugar del arte puertorriqueño ante todo esto?
“Hay momentos en que los artistas han dado un paso hacia adelante para confrontar una coyuntura decisiva, como cuando Vieques. Creo que debe haber artistas organizados para oponerse a la junta, independientemente de lo que uno hace. No se trata de la modalidad, más bien es que los artistas expresen su compromiso, porque siempre tienen algo que atraen. Ya la gente está cansada de los políticos. El arte logra que las cosas se den de una forma natural que no se pueda parar”, dijo.
Hablamos brevemente sobre Oscar López Rivera y Ana Belén Montes, prisioneros políticos puertorriqueños, “dos símbolos de la lucha por la liberación nacional, por el valor y el sacrifico que pide en algunos momentos esa lucha”.
“Oscar representa la resistencia de un momento específico, del movimiento clandestino puertorriqueño que lucha en contra de los Estados Unidos. Y Carmen Belén representa alguien que se crió en otra esfera y cuando se dio cuenta de lo que había, dio un paso adelante, más allá de su seguridad personal. Son dos personas a las que hay que darle apoyo, independientemente de si salen o no salen. No hay que hacer las cosas por si van a salir o no, olvídate de eso. Nosotros los puertorriqueños hemos hecho cosas muy grandes, no tan solo la parte de la lucha por la independencia, sino la lucha cultural, nacional, la lucha por ser puertorriqueño. Llegará el momento en que hay que tomar algunas decisiones, pero esto es una parte de la lucha esencial nuestra. No hay espacio para pesimismo”, especificó.
“¿Y tú, Elizam? ¿Cómo seguirá lo tuyo?”, le quisimos preguntar para finalizar, aludiendo a esta nueva lucha propia de él, contra el cáncer.
“Chico, pues bien chévere. El cáncer en Puerto Rico y en muchos sitios es una epidemia. Olvídate del zika, el cáncer es una epidemia. A mí me dio un cáncer bien agresivo en la cara y es peor porque ahí tienes todos los sentidos: el gusto, el olfato, la vista, el oído. Ya el olfato se fue, ya yo no tengo olfato. Me dijeron que tenían que operarme ya, y lo hice, yo voy hacia adelante. Querían operarme afuera, pero yo lo hice aquí porque confío en mis médicos de Centro Médico”, confesó.
“Hay que dar la batalla y hacer lo que el momento demanda. El tiempo mío yo lo paso en casa, comiendo lo mejor que puedo, con mis suplementos y medicamentos. Ya yo acabé la radio terapia. De aquí a noviembre me tienen q hacer un MRI (examen de resonancia magnética) para ver cómo sigo. Yo creo que uno tiene que darlo todo. Yo estoy con toda la energía para seguir pa’lante. Quisiera pintar pero aun no puedo por la cuestión de los ojos, de los químicos. Pero, mi casa es un taller, viene mucha gente a bregar. Lo mejor es que el cariño, el aprecio, la solidaridad, la familia, los amigos, los compañeros artistas, los estudiantes, yo creo que esto es más allá de mí”, puntualizó.
Un buche de agua y pa’ fuera. Ya la travesía por el tiempo acabó. Lo que queda ahora es el presente, que es La Campechada, y el futuro.
“Cuando estuve junto a Corretjer aprendí mucho sobre la patria. Cuando estaba en la prisión me veían como un mártir y yo me comportaba como un crítico bien heavy. Cuando salí y empecé a janguiar, y a gozar, pues muchos de estos súper patriotas decían: ‘este tipo no puede estar tan alegre, no puede gozar tanto. ¡Pero mira que jodienda! Ja, ja, ja”, dijo.
“Me gusta bailar, socializar, la bohemia, beber, el amor. Yo gozo todo lo que quiera, olvídate de eso. Cuando hay que hacer algo serio, es algo serio; si es disciplina es disciplina. Pero la vida hay que vivirla, y así yo sigo. Así es mi futuro, en la lucha y gozando la vida”, finalizó Elizam.
Adiós, pasado. El futuro de la vida es una carcajada de Elizam. La vida, sin embargo, aún es lucha toda. Breguen con eso.
Mire también:
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (1ra parte)
Un viaje por el tiempo con Elizam Escobar (2da parte)