“Obama, ¿qué te pasa?,
firma esa carta ya,
déjate de jodienda,
devuélvenos a Oscar”
– Pleneros en la marcha
Una vez más, la calle volvió a ser el escenario donde se reunieron las voces de quienes no olvidan, de quienes todavía conservan el largo llanto de la esperanza y el eterno suspiro del caminante que reclama justicia para saciar la sed que consume la humanidad. Fueron miles los que respondieron al llamado, los que respondieron al deber de exigir la liberación de un hombre que por creer en la libertad se le ha privado de ella por 35 años. “Ni Mandela, compay”, comentaba sin tapujos un veterano de mil campañas.
Y es que “ya es suficiente”, gritaban jóvenes y viejos que con cánticos enfilaron los cañones de la hermandad y la empatía. Paso a paso. Cuerpo a cuerpo. Por eso y por más, la distancia del recorrido fue lo de menos. Tres millas bajo un sol de medio día no fueron suficientes para rendir los ánimos de quienes conservan intacto e imbatible espíritu combativo que a pesar de tanta injusticia no dobla rodillas ante la opresión.
Poetas, pleneros, educadores, líderes comunitarios, políticos, veteranos, madres contra la guerra, artistas, niñas y niños, gente de todos los sectores se dieron cita a Miramar y de allí partieron a la Plaza de la Barandilla en el Viejo San Juan para juntos reclamar el regreso de Oscar López Rivera.
“La lucha ya no puede reducirse a cuestiones meramente ideológicas, esto es un asunto de país que nos compete a todos, porque la vida de un ser humano se escapa tras las rejas injustamente”, decía una doña mientras ondeaba la monoestrellada, al tiempo que discutía las razones por las que los jóvenes tenían que sumarse a las causas nobles como la de Oscar.
Y sí, Tito Kayak volvió a hacer de las suyas. Esta vez en la azotea de la planta principal del Capitolio y exactamente sobre la sentencia de Luis Muñoz Rivera, esa que lee y le recordaba a los caminantes que “el derecho, la libertad y la dignidad por encima de todo”. Allí, sobre las palabras, sobre la cita grabada en mármol, y que hasta el momento muchos pensaban había sido condenada al olvido, Tito actuó y elevó la bandera, con el triángulo azul celeste, para rendir honor a quien honor merece: Oscar, un líder incansable que aun tras los barrotes carceleros mantiene firme sus creencias y pulcra la moral.
El sudor, el calor y el tiempo tampoco fueron suficientes para reducir el paso firme de gente que aun en el silencio comunicaban con sus miradas. Don Rafael Cancel Miranda dijo presente. Carmen Yulín Cruz volvió a ponerse las botas, y hasta los niños y las niñas hacían del momento una poesía.
Y sonaba la plena. Y se escuchaba el coro. “Obama, ¿qué te pasa?, firma esa carta ya. Déjate de jodienda, devuélvenos a Oscar”.
Mientras, volvían los viejos a decir que “somos un pueblo resistente. Que el pueblo puertorriqueño ha resistido y esa resistencia es la que ha mantenido un sentido de identidad que nos sigue encontrando, que nos sigue uniendo”. Como la canción de Joan Manuel Serrat inspirada en la poesía de Machado: “golpe a golpe, verso a verso”.
“Esto es lo que nos mantiene vivos, compay. ¿Usted no cree, doña? Lo que pasa es que vivimos en tiempos diferentes y los jóvenes no se nos unen como deberían. Pero no se preocupe, los yanquis saben que no pueden con nosotros”, volvió a hablar un viejo.
Al llegar a la Plaza de la Barandilla, el sol apretaba y allí, justo en allí, las sonrisas refrescaron el ambiente. Nuevamente, la expresión más noble de un pueblo –la unión– se consagró como el mensaje más efectivo, el más seductor, el más humano.
“Luego de 35 años de espera, todavía nos queda esperar y continuar la resistencia. No hay de otra. Yo estoy seguro que lo veremos salir de la cárcel. No tengo duda de eso”, se oyó decir entre la multitud. “Hay que seguir educando. Hay que creer en nuestro pueblo, coño. Claro que sí”, contestó una joven.
Al final de la marcha, el grito enérgico de un chamaco que no llegaba a los 20 años, con una lágrima en el rostro, sentenció: “¡Libertad para Oscar López Rivera, carajo; a la cárcel los verdaderos criminales!”. Al salir, alguien alzaba la imagen de un precandidato a la gobernación tras barrotes.