Ya eran las ocho de la mañana, y desde el área verde, esa que queda al lado del cementerio del Viejo San Juan, se presentaba una playa cálida y arropada de sal. Camino hacia el área del malecón, me encontré con las co-capitanas Gabriela Morales, Sandra Arriaga y Adriana Sosa. Ellas son voluntarias del programa de Limpieza de Costas auspiciado por Scuba Dog Society, una iniciativa que desde el 2002 promueve la participación ciudadana en la remoción de basura en ríos, lagos y costas.
Carpa en pie, registro al día, todos a sus puestos. Un flujo intermitente de personas en el registro se agrupan para recibir las primeras instrucciones de parte de las co-capitanas. Las personas se dividen en grupos de tres o cuatro personas. Todos con guantes, bloqueador solar y bolsas amarradas al borde del pantalón, comienzan decididos su misión. Entre los grupos, una persona se encargaba de la hoja de conteo. En las hojas se contabilizaba cada artículo hallado: los demás, como detectives de la naturaleza, escudriñaban la costa encontrando a cada paso residuos inimaginables.
El sol decidió ser matemático y triplicar su esplendor. La brisa no daba para volar ni una chiringa y varios de los voluntarios comenzaban a marearse. Una sinfonía de voces clasificando los artículos encontrados se escuchaba entre los grupos; dirigiéndose a las personas con las hojas de conteo los voluntarios les decían: “vidrio”, “papel”, “lata” “botella”. La chatarra se hallaba mayormente en el área rocosa de la costa, mientras que el foam, pedazos de tela y las envolturas plásticas dominaban la arena.
Observo a mi alrededor, ya eran las nueve de la mañana; veinte personas decían presente. Entre los voluntarios, se encontraba personal del Caribe Hilton, el presidente de la junta de la comunidad de La Perla, Ángel Marcano, mejor conocido como “Chaguito” y el artista urbano y líder comunitario “Chemi” Seijo Rosado acompañado de su hijo menor. También a eso de las diez de la mañana, se registraron sobre once jóvenes de la Escuela Libre de Música de Hato Rey. Incluso, se hicieron escuchar trompetas y pleneras de los estudiantes del Conservatorio de Música en Santurce. Por otro lado, Michael Poland, oriundo de Rhode Island y radicado en Puerto Rico por casi 13 años, voluntariamente sembró varios arboles playeros en el área verde en las cercanías del cementerio.
En un momento de la mañana, dos niñas se acercaron a todos de prisa y con temor: “¡tienes que ver esto, hay un monstruo o algo en la playa!”. Miro desde lejos y efectivamente, parece un monstruo. Me llevo la cámara, me acerco: es una lechona.
Una lechona, casi moribunda de sobre 200 libras, tez crema y negra, pelos por donde quiera y un olor a putrefacción. El agua le despierta su sueño casi eterno.
Sus dueños, un anciano de aproximadamente sesenta y ocho años, tuerto, pantalón corto playero junto a su nieto de 16, se colocaron alrededor de la cerda para darle un empujón que la animaría a caminar. Luego de casi quince minutos, la cerda se fue a la sombra, bebió agua y quedó fuera de peligro.
La casería de basura continuó hasta las once de la mañana. Escombros de construcciones, aluminio, animales muertos y jeringuilla eran parte del coctel de basura en toda la zona costera.
Camino de regreso a la carpa me encuentro con Miguel Rosa, empleado del Caribe Hilton. Cámara en mano decido entrevistarlo. Apuntando a su cara cansada pero con una expresión cordial, le pregunto: “¿qué es lo más raro que has encontrado en una limpieza de costas?”. Rosa hizo una breve pausa y limpió ligeramente sus espejuelos a sus espejuelos al contestar: “¡Hoy mismo!, una lata llena de coágulos de sangre.” Se hizo un silencio aterrador. Me dio náuseas y dolor de barriga, paré de firmar.
Ya finalizada la actividad, se registraron sobre 40 voluntarios y se recorrió aproximadamente media milla de costa. Unas 400 libras de basura se recogieron en el área de La Perla. Según el registro de Para la naturaleza se registraron 939 voluntarios y se recogió aproximadamente unas 20 mil libras de desperdicios alrededor de la Isla.
El evento fue todo un éxito y no se reportó ningún accidente. La única preocupación que presentaron las co-capitanas de la actividad, fue la poca participación de jóvenes y/o adultos de La Perla. Solo se registraron cinco niños a la hora del cierre. Al preguntarles a las co-capitanas la razón de la situación, nos orientaron que: “a pesar de los esfuerzos hechos para promocionar el evento, “Chaguito” les comunicó que en las escuelas adyacentes a ese sector y a la que asisten muchos de los niños de la comunidad los enviaron para las costa frente al Capitolio.
Doce del medio día. Se comienza a escuchar a El Gran Combo en un radio a menos de una cuadra del malecón. Varios surfistas navegan las olas. Niños, con ánimo de sábado, recorren las calles con sus bicicletas, gritos y cantos.
Carpa recogida, registro guardado, todos a sus autos. Me despido de una playa cálida, con sabor a sal y limpia: comienza hacer fresco.