
No es noticia nueva. Las estadísticas lo confirman. Y es que, si hay un verdadero problema que se debe atender en el País y que se manifiesta en todos los aspectos sociales que lo componen, lo es la salud mental. Son muchos los expertos que han dado la voz de alerta y han hecho alusión a que antes de resolver males sociales como la criminalidad, el maltrato de menores, la violencia doméstica, el abuso sexual y la tasa de suicidio, el foco debe ser atender la salud mental del País. Algo que, a todas luces, resulta una obviedad no siempre cuenta con los recursos y el apoyo estructural necesario para que proyectos cuyo norte es trabajar esta necesidad puedan desarrollarse. En medio de este escenario hay un espacio que, ha logrado establecerse como un nicho en el que ciudadanos de diversos trasfondos pueden atender sus problemas de salud mental toda vez que estudiantes se desarrollan como profesionales con experiencia en este campo. Se trata de la Clínica de salud mental de la comunidad, Inc., ubicada en la Universidad Carlos Albizu en el Viejo San Juan. Esta entidad logra hermanar una institución comunitaria y una de educación superior para perseguir propósitos comunes. La clínica atiende anualmente sobre 5 mil casos (pueden llegar casi a los 10 mil) de pacientes con diferentes situaciones. Éstos son referidos ya sea por el Departamento de Justicia, de la Familia o la Oficina de la Procuradora de la Mujer. Los fondos para manejar estos casos provienen de asignaciones de fondos federales, aunque un paciente que no llegue referido por alguno de estos proyectos puede recibir la asistencia por un precio módico de $20.00 la visita, si la persona dispone de la suma. Es decir que de otro modo, ofrecen el servicio gratuito, como han hecho recientemente con numerosos casos de empleados cesanteados tanto del Gobierno como de la empresa privada. “Estamos afiliados a la universidad pero somos una institución aparte. De esta relación hay dos cosas muy importantes que son beneficiosas para ambas partes, por un lado la universidad nos apoya económicamente, sobre todo, cuando las asignaciones de fondos se retrasan en llegar y por el otro contamos con los estudiantes y los internos, así como con toda la investigación que aquí se realiza para brindar un mejor servicio”, expresó el director administrativo de la clínica, Rafael Ortiz Santos, quien ofreció a Universia Puerto Rico un recorrido por las instalaciones de la clínica que cuenta con 21 cubículos de aspecto familiar y muy agradable- para atender todo tipo de casos. Su horario es de lunes a jueves de 8:00 a.m. a 9:00 p.m., viernes de 8:00 a.m. a 4:30 p.m. y sábados de 9:00 a.m. a 5:00 p.m. Esta iniciativa se remonta al año 1966 cuando, gracias al esfuerzo del Dr. Carlos Albizu Miranda, se creó una clínica de la comunidad como parte del entonces llamado, Centro caribeño de estudios post graduados, hoy día la Universidad Carlos Albizu, que fundó. Su intención inicial era desarrollar las destrezas y competencias clínicas de los estudiantes del nuevo centro de estudios. Del mismo modo, se atendía la alta incidencia de problemas relacionados a la salud mental que se suscitó en la Isla como consecuencia de la transformación social y económica que se experimentó luego de la década del 50. Hoy su norte no ha cambiado mucho. La clínica cifra sus objetivos en tres puntos muy similares. Número uno: servir como centro de adiestramiento a estudiantes de nivel graduado y sub graduado en el campo de la conducta humana; número dos: proveer servicios de salud a la comunidad y número tres: aportar al conocimiento a través de investigaciones social científicas. Esto, por medio de varios programas que reciben asignaciones de fondos específicos para determinada población. Está el programa de violencia doméstica subvencionado por la Oficina de la Procuradora de la Mujer y el programa para víctimas de abuso sexual y sus familias que se gestiona a través del Departamento de la Familia y tiene clínicas también en Caguas y Ponce. Igualmente, se cuenta con el programa para víctimas del crimen cuyos participantes se refieren a través del Departamento de Justicia y tiene clínicas además en Ponce, Arecibo, Caguas, Mayagüez y Humacao. También, a través del Departamento de Justicia, está el programa para víctimas de abuso sexual. Además, ofrecen servicios de evaluaciones psicológicas gratuitas en diversas escuelas públicas y se atienden pacientes que lleguen directamente a la clínica, es decir, sin ningún referido previo que los ubique dentro de estos programas.
Uno de los grandes valores de la clínica es su aspecto educativo. Según explicó Ortiz Santos, el hecho de que están tan estrechamente ligados a una universidad les permite estar a la vanguardia en la investigación psicológica y en la aplicación de los nuevos conocimientos. Todo ello posible gracias a que cuentan con un volumen de personas dispuestas a participar en los proyectos, tanto integrantes de la comunidad como estudiantes voluntarios. “Los programas de estudios están organizados en módulos y los primeros módulos tienen que pasar por aquí. Después los estudiantes tienen la oportunidad de hacer su práctica externa para que tengan una experiencia diferente a la que tienen aquí. Sin embargo, enfatizamos mucho en que comiencen aquí por la diversidad de casos que nosotros tenemos que es mayor de lo que pueden tener como experiencia afuera. Por ejemplo, si van a hacer su práctica en psiquiatría, la experiencia será únicamente en psiquiatría, si van a un hogar de niños sólo ven niños. Aquí no, aquí ven niños, adolescentes, adultos, envejecidos, toda esa gama completa, familias, grupos, parejas”, elaboró Ortiz Santos sobre los casos que atienden profesionales en el tema, internos a punto de obtener sus maestrías y doctorados y estudiantes voluntarios. Entre todos, componen un total de 108 personas dedicadas enteramente a estos servicios. “Así la gente no tiene que esperar, los atendemos de inmediato. Primero se explora el caso por medio de la llamada telefónica y luego se le asigna una persona. Los casos que deban referirse a psiquiatría se refieren. Básicamente así funcionamos”, detalló. En cuanto a los alumnos y sus experiencias, el panorama parece ser muy abarcador. En el caso de Zuleika Rosario, interna del programa de violencia doméstica desde el 2004, lo más relevante de su formación ha sido la posibilidad de insertarse de lleno en la comunidad que le interesa atender. “La teoría te da una guía para explicar o entender ciertas situaciones. No obstante, cuando uno va al contacto en vivo con las personas, no sólo uno puede aplicar la teoría sino entender otras áreas que la propia teoría no te explica a un nivel más individual a base de las peculiaridades de esa persona”, dice Rosario. Por su parte, el interno del programa de abuso sexual Kalim Alcocer, además de coincidir con Rosario, opina que la clínica les permite adaptar al contexto local las estadísticas y documentación que encuentran en los libros y que, en ocasiones, se circunscriben a Estados Unidos. “En la clínica vemos al Puerto Rico de la calle”, apunta. Finalmente, ambos jóvenes coinciden en que el proceso de formarse teórica y prácticamente a la vez ha servido además, como un método para afianzarse en que este es el oficio que quieren ejercer y sobre todo, que cuentan con el talante para hacerlo. Para acceder al texto original puede visitar: http://www.universia.pr/portada/noticia_actualidad.jsp?noticia=40951