El auto iba de prisa. Abel Vale —barba abundante, pelo grisáceo, cara redonda y anteojos de media luna— miraba al horizonte a través del cristal. Ya han pasado treinta años desde su primer encuentro con el Karso, pero la costumbre no ha matado el amor. Al recorrer esta región, que cruza nuestra isla de este a oeste, su voz la describe —y defiende— con la emoción de un niño.
El Karso, según explicó el líder ambientalista, es un espacio natural que incluye bosques, cuerpos de agua, flora, fauna y gran parte de la herencia cultural de nuestros primeros pobladores. A través de los años se ha visto amenazado por el desarrollismo. Al transitar por la zona son visibles innumerables carreteras, viviendas y edificios. La demanda por roca caliza, el depósito de desperdicios en los cuerpos de agua y el turismo no amigable con el ambiente, son amenazas constantes para esta región.
Pero no tan solo eso, el Karso también se ha visto afectado o amenazado por la construcción de grandes proyectos. Entre estos el Superacueducto, la propuesta de un Gasoducto y la extensión de la Carretera PR-22 de Hatillo a Aguadilla. El gobierno, en más de una ocasión, ha hecho caso omiso de las implicaciones ambientales que representa la imposición de ese tipo de infraestructura en la zona. Por ejemplo, aun cuando la Autoridad de Carreteras emitió un informe resaltando las consecuencias negativas de construir el nuevo tramo de la PR-22, que atravesaría el Karso, el gobierno de Luis Fortuño enmendó la Ley de protección fisiográfica del Karso para viabilizar su desarrollo.
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Abel Vale es parte de la organización Ciudadanos del Karso, dedicada a la protección de esta área geográfica. (Osvaldo Cortés)
Hoy, Vale reconoce que su amado Karso se enfrenta a una nueva amenaza: el Título V de la Ley Promesa (por sus siglas en inglés). Este inciso, incluido en la legislación aprobada por el Congreso de Estados Unidos, con el que también se creó una Junta de Control Fiscal (JCF) para encarar los problemas financieros de Puerto Rico, pone todos los activos del país en manos de los siete miembros que la componen; esto incluye los recursos naturales que pertenecen al Estado Libre Asociado.
Además, Promesa sostiene que todas las decisiones de la JCF están por encima de las leyes de Puerto Rico. De esta forma, nuestros recursos naturales pueden ser vendidos o cedidos para pagar la deuda a los bonistas y, legalmente, los puertorriqueños tenemos las manos atadas para defenderlos.
Se prevé que la construcción acelerada en la región kárstica —como en otros espacios naturales— se catapulte. Esto a consecuencia de que el Título V de Promesa también permite la elaboración acelerada de proyectos de infraestructura, como vías de rodaje y edificios, tomando como excusa el desarrollo económico en el contexto de la actual crisis fiscal. La legislación propone que se otorguen permisos expeditos si se identifica que algunas de estas obras son “proyectos críticos” para el bienestar económico de la isla.
Vale, quien dirige la organización Ciudadanos del Karso, entidad dedicada a luchar por preservar esta zona natural, está dispuesto a lanzarse a la calle y nuevamente hacer frente a quienes intenten destruirla. Pero lo primero, sentenció, es dejarles saber a los boricuas cuán importante es dicho espacio geográfico en aras de que se unan en su defensa.
Una zona geográfica vital para Puerto Rico
“El Karso es una región de roca caliza que se formó hace muchos años atrás por erupciones volcánicas en la placa del Caribe. Son sedimentos que se produjeron en el fondo del océano. Esos sedimentos emergieron y se ubicaron en las distintas partes de lo que hoy geográficamente es nuestra isla”, explicó Vale.
La parte norte del Karso es la más larga y se extiende desde Loíza hasta Aguada. En el sur va desde el municipio de Juana Díaz hasta Cabo Rojo. También lo podemos encontrar en Cayey, Aguas Buenas, Barranquitas, Comerío, Lajas, San Germán, Mona y Monito. De acuerdo con Vale, casi el 30% de Puerto Rico está compuesto de Karso.
En un informe sobre la franja kárstica, el Departamento de Agricultura federal señaló que esta zona tiene características vitales para el desarrollo de vida a su alrededor. En su superficie hay sumideros, cañones, valles y mogotes. En su interior hay cuevas y grandes acuíferos.
“Existen grandes abastos de agua en las regiones kársticas, sobre todo en la región norte porque es donde llueve más; debajo de esa roca hay grandes acuíferos”, manifestó. Contaminar el Karso y destruirlo, de acuerdo con nuestro entrevistado, significa poner en riesgo el agua potable que recibe la población del norte del país. De sus cuerpos de agua también dependen la biodiversidad que le habita, los cultivos agrícolas que se encuentran en sus grandes extensiones de tierra, así como la industria ganadera y otros proyectos comerciales que se desarrollan a su alrededor.
De acuerdo con el Departamento de Recurso Naturales y Ambientales (DRNA), en términos de biodiversidad, en la zona kárstica de Puerto Rico podemos encontrar la mayor cantidad de especies arbóreas por unidad cuadrada. En el lugar coexisten 223 especies de aves, de las cuales 16 son endémicas.
Igualmente, el DRNA estima que esta zona geográfica es la casa de 37 especies en peligro de extinción, entre las que se encuentran: la cotorra puertorriqueña, sapo concho, boa puertorriqueña, guabairo, mariquita, matabuey y la palma manaca.
Según Vale, el Karso tiene un rol importante en la restauración y preservación de estas especies en peligro de extinción. Sus grandes extensiones de vida silvestre, en medio de un hábitat dominado por construcciones urbanas, funcionan como un oasis que ayuda a la supervivencia de la variada flora y fauna puertorriqueña, que se ha visto amenazada por la mano del hombre.
La cotorra puertorriqueña, específicamente, es una de estas especies emblemáticas en peligro que se han beneficiado del Karso. Vale resaltó, sobre todo, el éxito que ha tenido el programa de recuperación de este espécimen en el bosque de Río Abajo.
“En Puerto Rico existía la visión de que el Yunque era el sitio de mayor biodiversidad en el país. Se ha demostrado que el Karso tiene más, porque es mucho más extenso y climáticamente tiene unas características bien diferentes. Por ejemplo, en el Karso está el Bosque Seco de Guánica, pero también el bosque de Río Abajo o el de Guajataca. Todos tienen una composición arbórea bien distinta”, agregó.
Otro de los aspectos importantes de la zona kárstica es los valores culturales que encierra. En muchas de sus cuevas, contó Vale, se han encontrado arte rupestre, pictografías y remanentes de la cultura de nuestros primeros poblados. Es, sin duda, un importante epicentro de información para entender la historia cultural y natural de nuestro país. Resaltó, además, los importantes remanentes arqueológicos que se han encontrado en la zona kárstica de Arecibo, Utuado, Barceloneta y Mona.
En Utuado, por ejemplo, se han encontrado yacimientos como la Cueva del Abono. En este espacio, la Sociedad Arqueológica del Otoao, organización sin fines de lucro dirigida a la protección del patrimonio arqueológico de este municipio, encontró artefactos de la época arcaica de la isla. Entre las excavaciones aparecieron herramientas de piedra, rocas que utilizaron los indígenas para cortar carne y madera, así como una gran cantidad de fósiles de caracoles, pájaros, reptiles y crustáceos.
“Fue como nacer….”
Tras culminar nuestro recorrido, Vale observó nuevamente al horizonte, esta vez de pie, en el mirador norte de Arecibo. Al fondo se imponía la cuenca del Superacueducto, no pudo evitar rememorar sus luchas y, a la vez, cuestionar los resultados del “desarrollo”.
“Rosselló padre dijo en la década de los ’90 que al construir el Superacueducto no habría más sequías en el país, mira lo que sucedió hace dos años, la sequía que sufrimos. Cuando veo esas cosas yo me cuestiono: ¿qué es el progreso? ”, cuestionó.
Para él, no hay excusa que valga, el progreso inmediato no sirve de nada si no podemos alcanzar el mañana. Así lo reconoce desde el día en que, por primera vez, entró en una cueva de la zona kárstica de isla de Mona. Al traspasar el lugar, sintió estar en el útero de la madre tierra. Una vez salió, volvió a nacer.
Este reportaje es parte de la serie especial Diálogo Verde 2017, en la que se analiza el impacto de la ley federal Promesa en el medio ambiente puertorriqueño.
Sigue aquí la serie especial:
1. Empeñado nuestro patrimonio natural bajo Promesa
2. A merced de Promesa las reservas naturales y terrenos agrícolas
3. ¿La antesala de Promesa? Venden y destruyen terrenos protegidos
4. Amenazada la supervivencia de los puertorriqueños por Promesa
5. JCF: Incertidumbre ecológica, esqueletos sin transparencia y poemas de conspiración (1ra. parte)
6. JCF: Incertidumbre ecológica, esqueletos sin transparencia y poemas de conspiración (2ra. parte)
7. “Proyectos críticos”: crecimiento económico cueste lo que cueste
8. JCF: Incertidumbre ecológica, esqueletos sin transparencia y poemas de conspiración (3ra. parte)
9. A la expectativa los residentes del Caño Martín Peña
10. Extensión de la PR-22 y el cuento del fracaso como progreso
11. Aguirre Offshore Gas Port, ¿un proyecto esencial?
12. Luquillo y el “desarrollo integral” bajo Promesa
13. Nuevamente en peligro el Corredor Ecológico
14. Los bonos y la naturaleza: en riesgo los recursos más vulnerables
15. Urge la defensa de la zona kárstica ante Promesa
16. Vulnerables las tierras agrícolas bajo Promesa (Parte I)