“Henry Klumb nos diseñó la casa. Esta parte era abierta, pero cuando los nenes eran chiquitos le pusimos una verja”.
Así comenzaron a narrar su historia el matrimonio compuesto por don Agustín Pérez y doña Rosalía Delgado. Don Agustín fue jardinero de la Casa Klumb desde la década del setenta hasta diciembre del 2012, cuando se jubiló. Doña Rosalía, por su parte, creció en la propiedad, ya que su progenitora era la empleada doméstica de la familia del reconocido arquitecto alemán Henry Klumb.
Sus vidas, de manera individual y como pareja, estuvieron entrelazadas a la de los Klumb por décadas. Según los esposos, su relación con la familia siempre fue una cercana. “Ellos me bautizaron a mi nena mayor”, recuerda doña Rosalía. “Como hijos nos querían”, aseguró don Agustín.
Casa Klumb es el nombre que se le da a la residencia y los jardines que fueron propiedad de Klumb y su familia, localizados en Sabana Llana, Río Piedras. El arquitecto, famoso por su visión arquitectónica —visión que tomaba en consideración al ser humano y sus actividades cotidianas— y encargado de una diversidad de proyectos en la Isla, residió en la propiedad desde que la adquirió en 1947 hasta que falleció en un accidente automovilístico en noviembre de 1984.
Tras su muerte, la Universidad de Puerto Rico (UPR) compró la propiedad. Sin embargo, debido los embates del tiempo, el clima y en algunos momentos, la mano criminal, la propiedad se ha visto severamente afectada. Actualmente, se están llevando a cabo esfuerzos desde la Escuela de Arquitectura de la UPR para su rehabilitación.
Doña Rosalía recuerda que su mamá y ella llegaron a la casa de los Klumb cuando tenía seis años. Los recuerdos de su niñez creciendo en la propiedad son gratos. “Estábamos en todas las actividades… Mi mamá trabajaba allí y yo la ayudaba en algunas cositas”, recuerda doña Rosalía. “Yo no sabía que eran personas tan importantes…Yo lo veía tan normal, como cualquier otra persona”, comentó entre risas.
Un día de trabajo común en la vida de don Agustín mientras era empleado de los Klumb comenzaba con la limpieza de las oficinas del arquitecto. Posteriormente, Klumb le daba instrucciones para que trabajara los jardines. Sin embargo, la relación era mucho más que la típica relación entre patrono y empleado.
“Si estaba lloviendo, me mandaba a entrar para que no me enfermara”, recuerda don Agustín. En ocasiones, el arquitecto trabajaba los jardines mano a mano con él. También, junto a su esposa doña Rosalía y su familia, eran invitados a pasar las festividades navideñas en la casa de los Klumb.
Ambos esposos recalcaron la humildad del arquitecto alemán y el amor que la familia Klumb le tenía a Puerto Rico, a pesar de ser extranjeros. Doña Rosalía afirmó que hicieron de la Isla su hogar. También subrayaron que los Klumb siempre estuvieron al pendiente de la comunidad que rodeaba su propiedad y buscaban involucrarse con sus vecinos.
La pareja contó cómo en la Casa Klumb siempre había un flujo constante de visitas. Personas importantes venían de distintas partes del mundo a visitar la familia, pero para don Agustín y doña Rosalía, esto nunca afectó la modestia del arquitecto.
Cuando Klumb y su esposa Else fallecieron en un accidente automovilístico, fue un momento duro para los esposos. Don Agustín recuerda los actos fúnebres que se realizaron; la cantidad de personas que acudieron a despedir a los esposos Klumb aún le sorprende. Ambos consideran a los Klumb como grandes seres humanos.
Al hablar sobre el estado actual de la Casa, tanto don Agustín como doña Rosalía demostraron su tristeza. A pesar de que estuvo a cargo del mantenimiento de la propiedad tras la adquisición de la misma por la UPR, para don Agustín fue un periodo de trabajo difícil. La ausencia de maquinaria y de apoyo institucional son algunas de las razones que señaló como causantes del estado de deterioro de Casa Klumb. “La dejaron perder”, afirmó.
Esto es quizás lo más que le duele a los esposos, pues más allá de la importancia que pueda tener Casa Klumb como legado arquitectónico e histórico, don Agustín afirmó que no se le dio valor "a la persona que estuvo ahí".