Es la 1:30 de la tarde y Waldemar Rosario Díaz se prepara para limpiar, pulir y brillar los barrotes y escudos que se encuentran en la Torre Franklin D. Roosevelt de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras (UPR-RP).
Mientras suena el carillón, Rosario Díaz acomoda sus materiales de trabajo: dos paños, un cubo con agua, una silla, unas rodilleras y cuatro pedazos de limón. Arrodillado y con brazo firme, comienza a limpiar el bronce que reviste el emblema de la rotonda.
El fruto ovalado con piel verde y pulpa dividida en gajos inmediatamente sustrae la corrosión del metal. El jugo ácido del limón reacciona en los escudos que representan los 21 países del continente americano. El restregar de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba produce un resultado memorable. La aleación metálica de cobre y estaño resplandece en el patrimonio del Recinto.
– ¿Ves el sucio que está saliendo? Míralo. ¿Qué tú crees, vale la pena?
– Definitivamente – respondí.
– Es la magia del limón.
Como si se tratara de hechizos y encantamientos, afirmó con seguridad que este cítrico es la alternativa natural para limpiar los metales. En tan solo un minuto se observó la diferencia entre opaco y luminoso. La transformación instantánea permanece, según Rosario Díaz, por un periodo de mes y medio. Mientras, para combatir el polvo en los escudos, el empleado de mantenimiento barre y mapea como de costumbre.
Sin embargo, antes era distinto: los empleados asignados al área de la rotonda utilizaban productos químicos que con el paso del tiempo deterioraban el bronce. Parecía como “cuando el salitre coge una pieza y la daña; estaba verdoso”, describió. Así que durante los meses de agosto a diciembre del pasado año, Rosario Díaz tuvo el trabajo de remover el exceso de material en los 21 escudos, seis cadenas y 43 eslabones de la rotonda. Además, sigue en proceso de lijar y pasar cepillo de alambre a los 170 barrotes que acompañan las escaleras de la Torre.
Antes de comenzar la gran tarea, el empleado buscó productos que no dejaran residuos de químicos en las placas. Una de sus opciones fue la fórmula del bicarbonato de sodio, vinagre y limón. Con ellos obtenía una pasta que frotaba sobre la superficie, pero no resultó. Preguntó a compañeros y navegó en la Internet, hasta que intentó solamente con el ácido del limón y funcionó.
“Ahora el proceso es más fácil. Ahora vengo con mi invento: un peso de limón, y no estoy dañando la placa. Estamos llegando al resultado que queremos, que esté limpia”, aclaró quien lleva 14 años en la UPR-RP como empleado de mantenimiento.
De esta forma, recibió la aprobación de su supervisor y ahora, de lunes a viernes entre 1:30 a 4:30 de la tarde, su principal herramienta de trabajo es el aromático limón.
– Yo tengo un guille brutal, como si fuera el catedrático.
Me río.
– ¡Sí, adio’j cará’! Mi cátedra es esta.
Entre chiste y chiste, Waldemar aseguró que continuará evolucionando en las técnicas para limpiar, brillar y pulir el bronce “porque así fue que empecé y me está dando resultado”. En un futuro, cuando finalice con los barrotes, desea eliminar la cera que está en las placas para brillar el metal sin problemas.
“Siento que estoy aportando con mi granito de arena al patrimonio nacional de la Universidad”, expresó con contentura y satisfacción.