Mármol, arena y granito se vistieron de gala para Obama. El monumento a Washington, verdadero protagonista del fin de semana real, se vistió de colores, retazos y razas. Su “estanque del reflejo” sirve de testigo para los miles de rostros que por allí circundan: la avenida Constitución y la 15 vigilan silentes.
"Hombres-bicicleta" transitan las calles concurridas contiguas al Washington Mall y esquivan la muchedumbre: como un carruaje antiguo, un camafeo sublime y posmoderno que se burla de los excesos, de los viajeros y sus transportes modernos. Rojo y azul, azul y rojo: telas por doquier y áreas protegidas por seguridad extrema se entremezclan.
El pórtico de la Casa Blanca, los Museos Smithsonianos, los monumentos memoriales y nacionales ya se han convertido en la Casa de Todos. Entre la Virginia, la 23 y la Ohio se encuentran custodios los tesoros más preciados de Washington: todos lo saben y lo comparten en “Instagram”, con una salchicha caliente, una ensalada costosa, un chocolate o un manjar de bayas y fresas.
El sol despunta fulguroso: los vientos continuos y ese frío característico del posdiciembre invaden la alborada. Ese obelisco blanco se levanta perenne, asertivo: con la firmeza del segundo término del presidente 44 y las esperanzas de una sociedad en pie de batalla. Los latinos predominan, camuflados: es su "momentum", su gloria.
Con una misa en el "Shrine of The Sacred Heart", en pleno "Norwest" -cerca del metro y de una escuela bilingüe y creativa-, redescubrimos nuestras raíces latinas. Los querubines embajadores de Puerto Rico y de San Juan, hijos adoptivos de Evy Lucío, fueron agasajados con la visita del Honorable Gobernador de Puerto Rico en la Iglesia: doble bendición, tras las palabras del jovial mandatario y de un sacerdote positivista, humanitario y solemne. Espíritus de trotamundos se levantan, con vítores y aplausos.
Luego, la noche. Ajuares seleccionados con amor y sacrificio, sin pretensiones, con una "cruzada de calle" pueblerina de la 25 al Performing Arts del Kennedy Center. El esperado Biden se presenció entre los distinguidos artistas latinos allí presentes. Las figuras de Frankie Negrón y la congresista Nydia Velázquez fueron el verdadero toque latino de la actividad de confraternización: se distinguieron por su humildad, su carisma y por transpirar el zumo de nuestras raíces, más allá de los manifiestos artísticos del Latin Inaugural 2013. Nuestros niños puertorriqueños fueron el momento culminante de la noche: ángeles sublimes, voces en “contracantos” divinos.
En Washington, se degusta la historia: sabe a batallas ganadas, a diplomacia y a glorias. Jamás olvidaré mis eternas conversaciones con Lincoln: ojalá su predecesor de ébano puro se convierta en eco fortísimo de los valores de mi amigo asertivo de barbas, sentado y de blanco: el aprecio por las minorías y los desaventajados, la diversidad y la transparencia que emerge desde el poder inevitable de la palabra y la verdad.
Hoy, varios meses después, tras recogidos de remanentes y sobras “nacionales”, de telas y silbatos, de promesas y reformas, de inmigrantes y diversos, Washington contempla silente: sus árboles-soldados estarán atentos. El monumento de blanco que acaricia el cielo mirará a la lontananza, mirándose en su “estanque del reflejo” con el nuevo espejo de la esperanza viva en acciones y en palabras. Una estructura con barrotes y Blanca lo asegura: Algún día volveremos a Casa.
El autor es psicólogo y actor.