Durante el 2000, un plan de construcción de complejos urbanos de Montehiedra sepultó uno de los cuerpos de aguas más importantes de San Juan: la Quebrada Chiclana. Hidelisa Román, viuda de Tite Chiclana, reside desde la década del 1960 en el sector Chiclana 1 del barrio Caimito en San Juan. Desde la loma de su casa, ella vio las máquinas derrumbando lo que una vez fue su paraíso.
Esta quebrada se recuerda por el desastre que ocasionó la construcción de Montehiedra y por la lucha que lidió la comunidad de Caimito en los tribunales en pro de la restauración de ese recurso natural.
Sin embargo, se desconoce la vida de la quebrada antes de que fuera reconocida por los medios en el 2000. A continuación, Doña Hide compartirá sus recuerdos sobre La Chiclana o el salto donde habían los ojos de agua en 10 citas (colocadas en itálico).
Vivir en la Chiclana
Es toda mi vida. La naturaleza me llena. Recuerdo lo que fue, cómo se fue abajo, y duele. Las memorias de la matanza de la quebrada por la construcción de las casas de Montehiedra están ahí: las máquinas, las explosiones, el polvo y la destrucción. La Chiclana se llama ahora pero antes se llamaba la quebrada o el salto donde habían los ojos de agua. Vivo de esos recuerdos. Quisiera verla como antes pero es imposible. Sin embargo, lo que esta haciendo Chiro (Juan Cruz), mi vecino y casi sobrino, le está dando vida a la quebrada Chiclana que fue como la bautizamos cuando la taparon de sedimento. Vivimos con la esperanza que nuestros hijos, nietos y bisnietos vean la quebrada restaurada por completo algún día.
Su llegada a Caimito
Cuando mi papá se enfermó del corazón, el médico le recomendó coger aire puro del campo porque los pulmones estaban intoxicados con el plomo de las palabras que se escribían en la impresiones de periódicos con la máquina de la linotipia. Le recomendaron mudarse al campo. Él era de Arecibo. No queríamos volver a Arecibo. Entonces las personas que criaron a mi mamá, la familia Figueroa, eran oriundos de Caimito, del Camino Morcelo.
Cuando mi papá decidió vivir en el campo, le preguntó a la familia Figueroa por un pedacito de terreno. Le dijeron sobre la venta de unas cuerdas de terreno en la finca de Félix Rosa, donde es ahora la escuela de Caimito. Toda esa finca era propiedad de Don Panchito Barreto. Era el adinerado de Caimito. La familia Rosa eran allegados de él. Eran terratenientes de siembras de caña, patrimonio de Caimito.
Su relación con la Familia Chiclana
“Ya estando en Caimito, me fui por primera vez al salto en la quebrada con unos vecinos. El salto grande de la quebrada era al lado de Montehiedra. El día de la mudanza fuimos allí. Al tercer día conocí al amor de mi vida allí. Pasaba este caballo con dos muchachos. Era mi futuro esposo, Tite Chiclana. Estuvimos 52 años de casados. Para nosotros, el salto de la quebrada fue nuestra charca. Me casé con él en el 1960. A partir de ese momento, comenzó mi vida de amplitud en el sector Chiclana.
La importancia de la Quebrada Chiclana con la comunidad
Eso era un río. No era una quebrada. Era el nacimiento del Río Piedras. Una quebrada tan ancha como un río. Era la verdadera alimentación del Río Piedras. Nosotros le decíamos un río porque veníamos de la ciudad. Cuando anunciaban temporal, llovía mucho y era el momento idóneo para hacer el picnic en la quebrada. Si llovía demasiado, esperábamos que llegara el fin de semana. Por otra parte, la quebrada para nosotros era sanación, limpieza y vida natural. Nunca será lo mismo.
El tradicional picnic en la quebrada
Disfrutábamos y comíamos. Recuerdo que sacaban de las piedras, unos camarones y unas buruquenas sabrosas. Soy cobarde para los animales, pero en comida, los crustáceos me fascinan. Levantaban las piedras y sacaban del fango aquella belleza de camarón. Puros. La guábara era un tipo de camarón. La gata era otro tipo de camarón. Debajo de las piedras sacaban los camarones, grisáceos y azules. Llevábamos unas latas cuadradas de manteca y con un palo las cazaban y las echaban todo junto.
Del picnic, lo que no me gustaba eran los asopados que hacían de todo mezclado. Mi esposo preparaba entonces un asopado de buruquena por el día, y en la tarde el de camarón para que Hide coma. Me decían Hide. Los papás y mi esposo se enterraban en la orilla de la quebrada con pico, pala y machete. Los ñames que sacaban eran enormes, blanquitos, sabrosos.
Lavar ropa antes de la lavadora
Las señoras como mi suegra, lavaban ropa pero tenían ciertos puntos de la quebrada. Buscaban espacios que no afectaran donde nos bañábamos. Ella iban a un ramal o venitas de la quebrada, sobre unas piedras, y con unas tablas, lavaban. Mi esposo ya me había traído mi lavadora, símbolo del modernismo en mi hogar. Pero viví esa vida. Veía a las señoras con sus barras de jabón azul añil lavando en la quebrada.
El desarrollo del expreso y la urbanización hacia el campo
El desarrollo separó la comunidad desde el expreso Luis A. Ferré. Desde ahí vino la muerte de los cuerpos de agua y los árboles. Cuando vino Montehiedra, empezaron a tapar la quebrada. Fue la muerte de toda la fauna. ¡Cómo emigraban toda la fauna, esas angelitas (mariposas), hacia la loma de nosotros! Mi esposo lloraba. Aquí teníamos un árbol grande de mango donde se refugiaban las mariposas y los pájaros como las reinitas y las golondrinas. Se fueron con el movimiento de las explosiones. De hecho, no les bastó con tapar la quebrada sino que dinamitaron la loma que estaba aquí al lado. Encontré las paredes de la casa con grietas de las vibraciones de la construcción.
El compromiso de la comunidad ante las ofertas monetarias de los desarrolladores y los riesgos que significaron para la salud las construcciones
Yo no nací aquí pero de aquí no me voy, soy caimiteña hasta el día que me saquen muerta. Así nos quedamos. Luego de tener nuestra casa de cemento, sufrimos la destrucción de la quebrada. Nos partió el corazón pero hemos subsistido. La quebrada no será la misma, es como si te extirparan un pedazo de la tripa, el sistema digestivo no vuelve a ser lo que era. Recuerdo a mi esposo lamentar desde el balcón: “Ya este no es mi Caimito, se ha convertido en el lujo de los ricos”. Uno lo sentía.
Este escrito es una versión resumida de una entrevista en profundidad que formará parte de un libro que publicará el Programa del Estuario de la Bahía de San Juan sobre historias de vida en la “Ciudad de las Aguas”. Fue parte de los trabajos del curso “Retratos: la entrevista creativa y en profundidad” de la Maestría en Comunicación de la UPR que se desarrolló de agosto a diciembre de 2015, a cargo del Dr. Mario E. Roche.