La puertorriqueñidad está de moda con el histórico triunfo de Mónica Puig. Sí, de moda. Hemos vuelto a escuchar el “yo soy boricua pa’ que tú lo sepa” y otros coritos más que le hinchan el orgullo a cualquiera. Sí, al menos por 24 horas o quizás hasta una semanita. Y no es para menos, porque la ahora campeona olímpica de 22 años le ha regalado un poco de alegría a un pueblo que sufre –cada día más– los embates de una profunda crisis que no hace más que reproducir infelicidad.
Pero bueno, en esto del chijí chijá criollo –como en el deporte– no hay nada escrito. Sin embargo, en lo que llega noviembre y en lo que la junta de control fiscal nos pone contra la pared, sería bueno comenzar a trascender nuestra galáctica y confusa inconsistencia ‘patriótica’. Eso sí, habrá que ver si aparece en el camino un ‘backhand’ tan efectivo como el de Mónica, para mantenernos en la ruta ganadora de la vida y, de paso, revertir con éxito las malas influencias de los que plantean que invertir $24 millones en el deporte nacional a lo largo de un ciclo olímpico es un desperdicio.
Irónicamente, esos y esas hoy andan por ahí dándose con piedras en el pecho tras el triunfo de la sanjuanera. Claro, se aproximan las elecciones, cuidado.
Y es que hasta la astrología de Rukmini la pegaba. La gesta de Mónica ha generado el efecto dominó de la seducción y ahora no es el “Puerto Rico, patria mía”, sino el “quién no se siente patriota”.
Sin embargo, la historia nos recuerda que ese poder de seducción es pasajero, que el coloniaje sigue siendo realidad y la anexión una ‘alternativa descolonizadora’. Pero nada, “yo soy boricua pa’ que tú lo sepa”.
Celebre. Goce, que todavía existimos.
No se me confunda. Mire que esto no se trata de Carlos Romero Barceló joseando una reducción de presupuesto para el Comité Olímpico de Puerto Rico a finales de la década de 1970. Tampoco de Romero Barceló oponiéndose a la participación en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980.
Esto va por la línea de don Germán Rieckehoff desobedeciendo las órdenes del gobierno de Estados Unidos de boicotear “las olimpiadas comunistas”. Esto va por la línea de don Germán desfilando en Moscú con unos cuantos boxeadores liderados por la bandera olímpica, a pesar de la negativa del gobierno de Puerto Rico para financiar la participación.
Esto va por esa línea. Por la de Jenniffer González enviando felicitaciones en Twitter a Mónica y celebrando el primer oro olímpico de Puerto Rico, luego de decir días antes que los atletas del patio debían representar a Estados Unidos. Sí, por ahí va la cosa. Porque “yo soy boricua pa’ que tú lo sepa”.
Y es que la intención es invitar a abrir los ojos. Entender que cuando Javier Culson o cualquier otro atleta cumpla con su misión en Río, el bronce y la plata no tienen que saber a oro, y el oro o cualquier resultado tiene que saber a historia. Que aunque Culson no se cuelgue la presea dorada el país no pierde, gana.
Así que le recuerdo, no se me confunda. Esto no es un abucheo de Juegos Panamericanos en San Juan, 1979. Tampoco es Culson frustrado en el podio de las Olimpiadas de Londres 2012 luego de ganar bronce y sentirse en deuda con su patria, gracias a los titulares de la prensa amarillista y la actitud burlona de algunos de los que hoy reproducen –como anuncio viejo de WAPA– el “yo soy boricua pa’ que tú lo sepa”.
Pero nada, la puertorriqueñidad está de moda. Y con las habichuelas del alma no se juega. Seguramente, otros y otras invisibles harán ruido en la calle cuando el silencio y la inacción le abran paso a la junta de control fiscal y haya que hacer patria sin chijí chijá.
Esperemos que no sea así. Y que aparezca un ‘backhand’ como el de Mónica para convertir a nuestro favor y colgarnos una presea dorada como sociedad. Como país nos hace falta y como colonia nos urge, porque todavía estamos en deuda con nosotros mismos.