Cuando David Chafey se fue huyendo de la presidencia del Comité Organizador de Mayagüez 2010, hizo la advertencia que la pomposidad con la que se pensaban celebrar los Juegos Centroamericanos y del Caribe no cuadraba con el presupuesto de $220 millones que se había asignado para el evento. Quizás no pensó más allá del momento. “Creo que mi decisión es la correcta”, le dijo hace poco el también presidente del Banco Popular de Puerto Rico al periódico El Vocero. “Porqué mi posición era que se había aprobado un presupuesto, que era adecuado en mi opinión, y mi insistencia era de que nos quedásemos dentro de ese presupuesto por la situación del país y de la economía… Los deportes son importantes, pero hay otras cosas que atender, así que era importante quedarnos dentro de aquel presupuesto”, añadió en el artículo realizado por el veterano periodista Rafy Rivera. Cuando el reportero le pidió una reacción al hecho de que los gastos finales de los Juegos ya sobrepasaban los $400 millones (expertos estiman que la inversión global, entre el Gobierno y la empresa privada, finalmente alcanzará los $700 millones), Chafey se despachó con la cuchara grande. “Ese es el problema que tenemos en general, por eso es que Puerto Rico tiene la situación fiscal que tiene, por todo el endeudamiento que hemos tenido”, comenzó a discernir Chafey, con toda la experiencia que le da ser el mandamás del banco que más propiedades ha embargado durante los últimos dos años. “Aquí lo que nos pasó fue que nos dieron $220 millones y yo pregunté ‘¿Por cuánto van las obras?’ y me dicen por trescientos (millones) y pico, pues no, vamos a recortar obras y quedarnos en los $220. Pero ganaron los que dijeron ‘no, no’ y en ese momento vamos a coger prestado otra vez, y de eso van dos años y la situación económica no ha mejorado. Cuando miras los numeritos van a salir en más. Mi posición era de quedarnos en el presupuesto, estos son deportes, juegos, yo sé que es importante, pero hay educación, hay salud, hay muchos temas y hay que pagar deudas. Estamos hablando que vamos a cesantear personas en el Gobierno, pero no tenemos problema en volarnos un presupuesto por $100 millones”. Las palabras de Chafey aparentan llegar llenas de luz. “¿Qué? ¿Qué han botao’ 30 mil pero el gobierno tiene $400 y pico de millones para jugar baloncesto, nadar, correr y saltar?”, podría preguntarse cualquier ciudadano común, y quizás, hasta cierto punto, con razón. Pero para entender por qué los artífices de Mayagüez 2010 y los impulsadores de este proyecto obran con cierto exceso de alegría hay que pasar revista sobre lo que ha sido la economía del oeste de Puerto Rico. La gran depresión del oeste Era el 1996 y Mayagüez veía como su economía se desintegraba. Como si fuera una dama viendo desde el puerto a su esposo marino marchar a la guerra, la Sultana del Oeste le dijo adiós a los beneficios de la Sección 936, adiós a los empleos de manufactura, adiós a casi todo que no fuese el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM). El Acuerdo de Libre Comercio de Norte América (NAFTA, por sus siglas en inglés) propulsado por la administración demócrata del presidente Bill Clinton devastó el área oeste del país, enviando a las fábricas norteamericanas a México y Centro América, donde la mano de obra era mucho más barata que en un territorio lleno de ciudadanos estadounidenses. Y la economía occidental de Puerto Rico se volvió tácita. “Fue una época bien mala”, manifestó a Diálogo el economista José Alameda. Alameda, experto mayagüezano que durante tres décadas ha trabajado y asesorado a distintas administraciones estatales y municipales, explicó en profundidad cómo la economía del oeste de Puerto Rico se volvió epiléptica durante los últimos años del Siglo XX y cuáles son las propuestas actuales que existen para levantar la economía mayagüezana. “Mayagüez como municipio dependía mucho de la Sección 936 y de la manufactura. Nuestra ventaja tradicional era la atunera, la industria de ropa, las farmacéuticas como la Bristol y cuando se iban a eliminar las 936, el alcalde (José Guillermo ‘Guillito’ Rodríguez) nos llamó a mí y al veterano economista Alfredo González para hacer un estudio, donde descubrimos que Mayagüez tenía la proporción de empleos directos de manufactura más grande que cualquier otro municipio. Fueron entre 11,000 y 12,000 empleos directos de manufactura los que se perdieron, y eso sin contar municipios aledaños. La atunera nada más alimentaba la economía de pueblos como Añasco y Cabo Rojo, por ejemplo. Recuerdo que incluso fuimos a hablar con el Secretario del Tesoro de Clinton, Jeffrey Farrow, para explicarle los efectos de la salida de la 936 y de la NAFTA, pues se iban las fábricas a México y Mayagüez y Puerto Rico se quedaba atrás… y no nos hicieron caso”, rememoró el también profesor del RUM. Es decir, durante los últimos años de la década del noventa, ese trayecto de la Carretera #2 desde Quebradillas hasta Cabo Rojo asimilaba más a un pueblo fantasma del Viejo Oeste estadounidense, con todo y arbusto rodante. “Para el 2000, apenas cuatro años después, la región oeste de Puerto Rico llegó a tener la reducción de nivel de empleos más alta entre todos los condados de Estados Unidos. Según los estudios que hicimos, los indicios de deterioro económico estaban muy marcados por la dependencia de la 936 y al irse las fábricas nos quedamos prácticamente sin nada que no fuese el Colegio”, puntualizó Alameda. “Economía deportiva” al rescate Ya para principios de los noventa, y ante el pedido de líderes olímpicos boricuas como Germán Riekhehoff Sampayo, Richard Carrión y Marimer Olazagasti, Alameda trabajaba en un estudio sobre las necesidades económicas y el impacto de unos Juegos Olímpicos en Puerto Rico. Junto al también economista y ex candidato a la gobernación, Edwin Irizarry Mora, realizó una exhaustiva investigación sobre lo que podrían ser las Olimpiadas de 2004, y cómo la economía boricua recibiría una gran inyección monetaria. “San Juan 2004 era el sueño de Don Germán y cuando hacemos el estudio es que vemos cómo eventos deportivos pueden ser utilizados para levantar la economía de una nación”, señaló Alameda. “Claro, eso no se dio, pero Puerto Rico tenía lo necesario para aguantar unas Olimpiadas. Quizás el problema principal era habilitar el espacio de alojamiento, pero eso se podía trabajar con un esfuerzo en conjunto entre la empresa privada y el gobierno y descentralizando los eventos, como se hace en las grandes ciudades y países, pues, comparado con otros sitios, las distancias en Puerto Rico son bastante cortas”, acotó, comparando la situación que en aquel momento afrontó Puerto Rico al pedir la sede de las Olimpiadas de 2004 con la que vivió Seúl al recibir los Juegos de 1988 y México al recibir los de 1968, pues “estas ciudades hicieron muchísimo con poco, algo que nosotros también pudimos haber hecho”. Estos datos sobre San Juan 2004 se movieron de boca en boca dentro de las más altas esferas de los círculos deportivos y económicos, propiciando el ambiente para que comenzara un movimiento para traer una justa regional, a menor escala. De repente, para el 2002 este movimiento se hizo oficial y el Comité Olímpico de Puerto Rico (COPUR) solicitó la sede de los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2010, con la decaída ciudad de Mayagüez como albergue. “Eso sucedió como parte de una estrategia de desarrollo económico para el área oeste. Con la solicitud y luego la confirmación de la sede de los Juegos se comenzó a delinear, mediante distintos estudios, cómo levantar la economía. Es más o menos como lo que pasó en Ponce, cuando recibieron los Juegos en el 1993, que dicha ciudad se reiteró como una muy importante del Caribe y de Latinoamérica, sin tener que depender de San Juan. La intención con esto era hacer lo mismo con Mayagüez”, expresó Alameda. La punta de un ambicioso triángulo Al ser consultado por Diálogo, Alameda explicó que Mayagüez 2010 es la punta de lanza de un plan extenso de desarrollo. Le llamó el “triángulo de desarrollo económico”, con los Juegos Centroamericanos y del Caribe representando la novel teoría de “economía deportiva”, una de las puntas del susodicho triángulo y un concepto muy bien trabajado durante las pasadas tres décadas por varios países que han realizado eventos deportivos de gran envergadura. Según explicó Alameda, las otras dos puntas del “triángulo de desarrollo económico” es “la economía de turismo que representa el proyecto de Puerta del Sol” y todo el beneficio monetario que comprende lo concerniente al RUM y todas sus actividades académicas, investigativas y científicas. “Cuando hablamos de economía deportiva hay que pensar más allá de la ceremonia de clausura de los Juegos”, señaló Alameda. Según el documento denominado ‘Plan estratégico para propiciar los usos alternos de las instalaciones deportivas de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayagüez 2010’, realizado por Alameda en su calidad de economista y planificador profesional licenciado, se estipula que la inversión final para las instalaciones deportivas asciende a $725.6 millones, divididos en tres sectores: Proyectos y facilidades emblemáticas, proyectos regionales y proyectos de apoyo o inducidos por los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2010. “La idea es que esto no se pierda, que no suceda como en otros países ha sucedido, que se acaban los juegos y se acaba todo. Los Juegos Centroamericanos y del Caribe no deben ser vistos como un mero fin, sino como un gran medio para alcanzar un fin aún mayor”, dijo Alameda, haciéndole coro a declaraciones de Chafey en el artículo mencionado arriba, dónde dijo que “hay que aprender de los errores del pasado” y no dejar que “una inversión tan grande se pierda”. “Por ejemplo, ahora mismo han construido el estadio de fútbol más grande e imponente del Caribe. La idea es ahora que ese estadio se utilice para juegos oficiales de la FIFA, que quizás vengan los Islanders y jueguen uno que otro partido allí, que se siga dándole uso para que eso genere a su vez cierta cantidad de turismo deportivo. Lo mismo va con la piscina, que es una de las mejores facilidades acuáticas de Latinoamérica, y con el estadio de béisbol, que, por ejemplo, será sede en 2011 de la Serie del Caribe”, atinó Alameda. ¿Transformación socioeconómica? A la hora de hablar de la economía deportiva, Alameda indicó que eventos como Mayagüez 2010 sirven no tan sólo para impulsar la situación financiera de una ciudad sino también la imagen social de la misma. Aludió a las dos pasadas ediciones de los Juegos Centroamericanos y del Caribe como ejemplos de renovación a ciudades que anteriormente eran reconocidas a nivel mundial como de alto riesgo social. “Por ejemplo, en San Salvador se celebraron los Centroamericanos en 2002 y, aunque con cierto grado de atropello, la ciudad salió a flote, más cuando esta ciudad era una conocida por todo el mundo por las luchas entre el gobierno y las guerrillas en la década del ochenta”, explicó. “Entonces, tienes el caso de Cartagena de Indias y Medellín hace cuatro años. Esas ciudades antes eran asociadas de inmediato con los carteles [de drogas] y las guerrillas, y, aunque en cierta forma todavía tienen ese estigma, es mucho lo que ha cambiado. Pasaron de ser una de las ciudades más inseguras del planeta y ahora mismo es uno de los lugares turísticos más en boga del momento”, dijo, recordando cómo en Colombia utilizaron los impuestos a los celulares para costear gran parte de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Como ejemplo adicional y totalmente distinto, Alameda citó el caso de los estados de Florida y Arizona, lugares que han visto en el béisbol de Grandes Ligas un verdadero oasis para sus economías. “El caso del área central de Florida es bien interesante, pues su economía toma un impulso brutal durante la primavera y no es porque la gente quiere ir a Disney World o a Universal Studios”, manifestó. Son varios los equipos de Grandes Ligas que por su clima han estado durante casi un siglo en Florida, realizando su preparación primaveral para el torneo, esquema que copió el estado de Arizona, donde también practican varios clubes de Grandes Ligas durante la primavera. El beneficio no tan solo ha sido económico, sino que ha convertido a Arizona y a Florida en estados donde el béisbol es visto como estilo de vida, es decir, el deporte se ha convertido en un modus vivendi para distintas generaciones. Asimismo, el experto mencionó algunos casos de mayor escala, como Beijing, Moscú y La Habana, dónde eventos como Juegos Olímpicos, Panamericanos o Centroamericanos sirvieron como vitrinas para su poderío deportivo y organizacional. Barcelona, el ejemplo idóneo “Entonces está el caso de Barcelona, que es muy parecido al de Mayagüez. Por ejemplo, Barcelona, antes de las Olimpiadas de 1992, era uno de los pilares industriales de España que había caído, que se había quedado atrás comparado con el resto del mundo, pues no había podido desarrollarse bien después de la Segunda Guerra Mundial. Y Barcelona se transformó por completo con la llegada de las Olimpiadas. Todos los sectores trabajaron de la mano, incluyendo al sector universitario y al turístico, y Barcelona tomó un aspecto medio cosmopolita. Algo así debe suceder aquí”, arguyó. Así como hay ejemplos positivos, también hay otros que no lo son, como es el caso de los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, quizás el punto decisivo de la transformación de la economía deportiva a nivel mundial. Previo a esos juegos, el mundo pasaba por una recesión muy fuerte, donde los precios del petróleo aumentaron a $40 dólares el galón, algo nunca visto en ese entonces. Las fricciones entre Irán y los Estados Unidos y, posteriormente, entre Irán e Iraq aumentaron la inflación económica a nivel mundial y el costo de los Juegos Olímpicos de Montreal se dispararon vertiginosamente. “En este aspecto se habla de antes y después de Montreal. El mundo deportivo cambió por completo en cuanto a la economía se refiere. Se dieron cuenta que no podían recostarse en que los recursos estaban ahí para desperdiciarlos, que había que ser más módico, y utilizar otros recursos económicos como las comunicaciones y las empresas privadas para ayudar a costear los eventos. Montreal, por ejemplo, exageró un poco en instalaciones como el domo del estadio que construyeron. Para ese tiempo casi todo era financiado por el estado y no se veía a la empresa privada como un ente de respaldo. Todo eso cambió y ya, cuando se celebran los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 se nota bastante”, discernió Alameda. “Incluso, en Beijing se pudo ver cómo la empresa privada y, en cierta forma, el capitalismo sirvió como respaldo de los Juegos, aun en un país de tradición comunista como lo fue China. Todo esto sucede gracias a ese gran laboratorio que fue Montreal ‘76”, añadió. Claro, hay que tener en cuenta que hay tres ejemplos locales de los que Puerto Rico debe aprender: los Juegos Centroamericanos y del Caribe del 1966 y los Panamericanos de 1979, ambos en San Juan, y los Centroamericanos de Ponce ’93. “El error más grande para mí en el ’66 fue que después las instalaciones fueron desperdiciadas, incluso las destruyeron”, recordó el veterano deportista Fufi Santori sobre los Juegos Centroamericanos y del Caribe de ese año, donde se utilizaron las ya desaparecidas instalaciones de la piscina del Escambrón y la antigua Villa Centroamericana aledaña. Para Santori, “esos Juegos para lo que sirvieron fue para reafirmar a Puerto Rico como nación en el olimpismo mundial y a su Comité Olímpico como un ente importante en la comunidad deportiva del planeta”. Cabe señalar que son pocos los detalles que existen sobre el impacto económico y social de estos juegos. Alameda explicó que en las próximas dos justas Puerto Rico asumió una actitud más seria. “Ya para los Panamericanos del ‘79 podemos ver algo más concreto, se ve que hay más preparación y se piensa más en el impulso económico. Y de Ponce ni hablar, el impacto en esa ciudad fue bastante, en especial a corto plazo. Quizás a largo plazo debieron de pensar las cosas mejor, pero a corto plazo se beneficiaron mucho, más cuando la inversión en infraestructura no fue tanta al ya tener habilitados espacios como el Coliseo Pachín Vicens y el Estadio Paquito Montaner”, apuntó. Alameda indicó que ya el área oeste está sintiendo el beneficio de ser sede de la justa regional más antigua del planeta, pues el desarrollo de las obras correspondientes a ésta ha bajado la tasa de desempleo en la región de un 11 por ciento a un 6.6. El factor Justas LAI y la necesaria internacionalización Las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI), según Alameda, será un buen ensayo para Mayagüez 2010, especialmente en cuanto a la logística se refiere. Incluso, el economista entregó un informe a los organizadores de los Juegos y jefes gubernamentales del país donde expone los beneficios de las Justas de la LAI durante este año y los venideros. “El impacto económico anual será igual o quizás mayor que el que tuvo Ponce durante los pasados 15 años”, dijo. “Más aún, esto servirá como un mini simulacro para los Juegos con respecto a la organización, a la transportación, al uso y acomodo de los atletas y al del público en general”, anticipó al ser entrevistado. Las Justas 2010 de la LAI se celebraron justo al cierre de esta edición de Diálogo. A pesar de los beneficios que podrían traer los Juegos Centroamericanos y del Caribe, hay ciertas limitaciones que el área oeste tiene que vencer para lograr que la “economía deportiva” de la que habla Alameda se sostenga durante los años siguientes y se adapte a las otras dos puntas del propuesto triángulo de desarrollo económico. Con la llegada además en el Oeste del concepto de Puerta del Sol, el experto en economía entiende que será vital pasar revista sobre las situaciones en los aeropuertos de Aguadilla y el de Mercedita en Ponce. “Aunque ya los viajes que se hacen allí no son meramente domésticos, es necesario que se conozcan estos aeropuertos alrededor del mundo como internacionales, que se descentralice el dominio del área metropolitana en este aspecto para que así todo pueda fluir bien”, resaltó Alameda. “La gente no tiene idea de la cantidad de atletas que llegan al oeste a practicar varios deportes como el surfing, por ejemplo. Si a eso le añadimos el atractivo turístico y la infinidad de instalaciones deportivas que va a tener disponible para numerosas actividades, será necesario que estos aeropuertos tengan todos los lujos y beneficios del Luis Muñoz Marín de Isla Verde. Es un momento clave para que esto suceda y para que la economía del área oeste despegue”. Las opciones están ahí. Si se utilizan bien, un gran monstruo llamado Mayagüez podría despertar de una vez y por todas. Este texto fue publicado en la edición de abril-mayo de Diálogo. Para ver la versión en PDF del periódico, pulse aquí .