Les pido disculpas. Me disculpo con ustedes a nombre de todos los y las estudiantes, compañeros y compañeras de lucha: los hemos juzgado. No le hemos dado la oportunidad de expresar que no les importa lo que sucede en el País y que más allá de lo que hagamos, nos pasarán por encima, disculpen. Pero hoy, soy yo quien quiere hablarles del gobierno y de esa junta.
Durante las pasadas semanas los hemos hartado en la prensa, en los tapones y en sus redes sociales con nuestras consignas e invitaciones para que se unan a nuestra lucha. ¿Por qué lo hacemos? Más allá de sus opiniones muy personales sobre la indiferencia que muestran a esta crisis, me consuelo pensando que en el fondo sí les importa.
Nuestro país enfrenta la crisis fiscal más grande en su historia, en la que el gobierno y una Junta de Control Fiscal, enviada por el Congreso de los Estados Unidos, con miembros que ningún puertorriqueño escogió, han diseñado un plan fiscal para recortar dinero de las agencias más esenciales para el desarrollo y la solvencia del país, como la salud y la educación.
En términos generales, los recortes que se vislumbran serán dirigidos a neutralizar la deuda que hemos arrastrado por más de 60 años. Ese déficit es un número superficial, pues no sabemos con certeza de donde proviene el dinero y las causas que generaron estos pasivos. De ahí llega nuestro afán constante en que la auditoría es necesaria. Nuestro estado de Derecho sí obliga a que paguemos la deuda, pero necesitamos explicaciones. Cuando le cobran diez dólares más en su factura de celular, usted va corriendo a la compañía para que le expliquen de dónde salió esa deuda extra, pues eso mismo es lo que necesitamos; explicaciones, números, recibos y minutas que nos ilustren el camino que nos condujo a esta realidad.
Ahora bien, ¿por qué la Universidad de Puerto Rico (UPR) está en paro? La UPR es el primer centro docente del país. Les guste o no, de esa población “pelúa” es que salen los mejores profesionales de nuestra Isla, por múltiples razones, entre ellas las investigaciones, la rigurosidad de sus programas y la población tan competente y preparada de profesores y profesoras con los y las que tomamos clases.
El Gobierno de Puerto Rico siempre ha tenido vaivenes económicos y políticos, sin embargo, la UPR, sin importar la burocracia y corrupción de la que no se ha salvado, es la estructura y agencia pública que más gloria le ha dado a nuestra Isla. Es la institución de educación superior que más estudiantes gradúa comparado a cuantos admite. Nuestros y nuestras estudiantes le dan la vuelta al mundo y siempre llevan nuestro “PUERTO RICO” y “UPR” en el pecho. Nuestros y nuestras atletas son profesionales que además de sus campos de estudio, utilizan el deporte como puerta para estudiar en las universidades más famosas de Estados Unidos.
La UPR es un mundo rico de experiencias, encuentros, luchas internas que transforman nuestra realidad y nos llevan a deconstruir lo que siempre hemos creído. Este espacio forja nuestro carácter porque desencadena un torbellino de interrogantes que la vida nos contesta en el camino. También, transforma escenarios devastadores en historias de superación y éxito, es la única movilidad social que los pobres tenemos para rebelarnos contra el sistema, la UPR es inversión y futuro. Es el filtro por donde pasa el progreso y la garantía de diversidad a través de sus disciplinas. Por lo tanto, no es negociable que nuestro patrimonio más preciado sea víctima de un sacrificio que hace mucho tiempo pronosticó y que se convierta en deudor de un déficit que no generó.
Por otro lado, ¿qué hacemos con los retirados? Esta parte de la población tan vulnerable que pasó toda la vida trabajando dignamente y pagando un retiro que garantizaría su vejez, ahora se ve amenazada para ser sanadora de esa misma deuda que tampoco generó. Es injusto y descabellado tomar el dinero que por treinta años o más nuestros padres, nuestras madres, abuelas y abuelos sudaron con sacrificio. Esta población sufre las consecuencias de una mala administración política, en la que sus “habichuelas” fueron bonos para festines, viajes, fraudes, lavados de dinero, corrupción y violaciones a la Ética por doquier. Ustedes no quieren un país en que la población envejeciente necesite escoger entre un servicio u otro para poder sobrevivir mes a mes. ¡NO ES JUSTO!
También, hablemos de nosotros y nosotras, los y las que recién nos insertamos en el mundo laboral. Si no lo sabían, les voy avisando, ¡NO TENEMOS RETIRO!, ahora mismo no sabemos ni de donde sacaremos para vivir cuando estemos viejos, porque ¿quién confía en un gobierno que utiliza el fondo de retiro de los maestros para pagar deudas? ¡NADIE! Este es el panorama que nos espera y el que evitamos enfrentar. Y usted dirá mientras lee, que eso se resuelve abriendo una “cuentita IRA” en un banco. Claro, eso es lo que haremos, sin embargo, frustra, entristece e indigna que no seamos capaces de sustentar un sistema de retiro porque a la primera oportunidad el gobierno lo apuesta en algún aprieto. Ahora les pregunto, ¿este es en el Puerto Rico qué queremos vivir? ¿Esta es la tierra que le queremos dejar a nuestros hijos e hijas? ¿Qué les diremos cuando nos veamos vencidos por no haber sido capaces de levantarnos a luchar?
Si tienen las respuestas claras a esas preguntas, este es el momento de actuar. Y no quiero decir que se pongan una camisa “revolucionaria” como ustedes le dicen y se planten en un portón. Con que les interese, comiencen a leer y a formar parte de la discusión ya están cambiando. Atrévanse a cuestionar lo que siempre han creído, a deconstruir lo que nos enseñaron hace mucho tiempo, a imaginarse un Puerto Rico distinto, solo si levantamos nuestra voz. Puerto Rico nos necesita y es tiempo de que usted y yo dejemos las luchas mediáticas atrás de un aparato electrónico.
Me atrevo a decir que la mayoría de nuestros hermanos y hermanas en la diáspora, sueñan a diario con regresar. Estoy segura que la gloria que alcanzan fuera de aquí quisieran lograrla en esta tierra que los y las vio nacer, donde están los tesoros más grandes de la vida: su gente.
Nosotros y nosotras tenemos en nuestras manos la oportunidad de exigir que nos hagan parte de la conversación, que auditen la deuda y nos expliquen cuánto, cómo y por qué tenemos qué pagar, en nuestras manos está la oportunidad de alzar la voz para que todas las consecuencias no recaigan sobre nuestro lado y que juntos y juntas podamos formar un mejor País: democrático, seguro, libre, culto y sobre todo justo.
La autora es estudiante del Programa Graduado de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.