El Chicken & Pizza Palace, en la antigua calle Comercio de Mayagüez, fue el epicentro de la vida nocturna de la Sultana del Oeste hasta su cierre en el verano del 2013. Hasta altas horas de la madrugada, el icónico restaurante servía pollo frito y pizza a sus clientes quienes, abatidos por el alcohol o el hambre, llegaban al único lugar abierto a esas horas a cerrar la noche con broche de oro entre amigos.
Sin embargo, en los alrededores menos iluminados del Chicken, como aún después de lapidado lo conocen los mayagüezanos, otra actividad se desarrollaba: los profesionales del sexo comenzaban su jornada de trabajo en la economía de la calle.
“En todo ese sector del litoral desde el parque de pelota hasta más abajo del Chicken, que antes de los Juegos Centroamericanos se conocía como la Rasqueta, se paraban los travestis a esperar por clientes”, recordó ver en muchas ocasiones William González Rosas, vecino de Mayagüez, quien frecuentaba el restaurante con amigos y familiares luego de los bailables para comer pollo frito, ya que no había nada más abierto a esa hora en los 80 y 90.
Las anécdotas sobre la prostitución en ese área tienen su historia. Datan de siglos anteriores. De hecho, el historiador oficial de Mayagüez, Federico Cedo Alzamora, catalogó a la Rasqueta como uno de los barrios en los que “han solido abundar las estrecheces y el mal vivir” desde el siglo 18, en su libro, Los nombres y sobrenombres de Mayagüez y sus barrios, publicado en el 2011.
Hoy, más que una leyenda urbana, la prostitución callejera es la cruda realidad que vive una población marginada en este y otros pueblos de Puerto Rico.
Al menos así lo asegura el doctor Edwin Asencio Pagán, catedrático de Ciencias Políticas en el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), quien por más de seis meses estudió el perfil sociodemográfico de los trabajadores del sexo en los municipios de Mayagüez, Guánica, Ponce y San Juan.
“Para mí fue impactante cuando llegué a la calle y conocí la realidad de una madre e hija que se dedicaban a la prostitución. En adición a eso, la madre tenía un vicio de heroína y lamentablemente, su hija también”, manifestó el investigador luego de especificar que la niña había llegado a la calle con tan solo 13 años.
Contrario al estereotipo del travesti que viste lentejuelas y espera por su próximo cliente al lado de un semáforo intermitente, Asencio Pagán encontró que los hombres y las mujeres que incurren en la prostitución callejera comúnmente no visten más que harapos que no logran esconder las incontables punzadas de agujas hipodérmicas en sus brazos –evidencia clara de adicción a la heroína–, particularmente en las féminas.
“Estas son personas con un vicio de drogas tan fuerte que la prostitución les resulta el mecanismo de ingreso más fácil para costear las constantes dosis que sus cuerpos requieren”, explicó el investigador, quien entrevistó a más de 200 profesionales del sexo callejero de los cuales algunos admitieron consumir drogas hasta 20 veces al día.
A su entender, estas personas sufren un desgaste psicológico y fisiológico acelerado ya que, en la búsqueda de dinero fácil y rápido para su próxima dosis, se someten al abuso de sus clientes y se exponen al contagio de VIH, especialmente las mujeres, quienes –en su mayoría–reportaron tener miedo de contraerlo.
“Algunos de los hombres y de las mujeres que se dedican a la prostitución desconocen que tienen una condición como el VIH o Hepatitis C y solo se dan cuenta cuando su cuerpo empieza a manifestar los síntomas. Entonces es que llegan a la sala de un dispensario médico, pero les cuesta mucho trabajo llegar hasta allí”, advirtió el también decano asociado de Ciencias Sociales del RUM.
Y aunque parezca ser un problema que concierne solo a los profesionales del sexo, la alta demanda por sus servicios sexuales ilícitos revela que tiene el potencial de impactar al resto de la sociedad si no se atienden sus necesidades de salubridad. Sin embargo, argumenta el profesor, la política pública no ha hecho mucho por mejorar sus condiciones o disuadir su práctica.
Según la ley 149 del 2004 del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, la pena máxima que podrá recibir cualquiera de las dos partes envueltas en la prostitución no podrá exceder los seis meses de cárcel y $2,000 de multa. De hecho, casi el 60 por ciento de los entrevistados por Asencio Pagán revelaron que han tenido problemas con la ley, pero aun así siguieron laborando en la calle por un promedio de tres años.
“Si usted se prostituye, paga una multa y va preso, pero luego vuelve a la calle. La política pública en los dos nortes es muy flexible. Entonces, ya la multa no es un disuasivo”, puntualizó Asencio Pagán.
Lo más prudente, según el catedrático, es que la política publica emule los servicios que ofrecen entidades como Iniciativa Comunitaria en el área metropolitana y Estancia Corazón en el oeste. Sus programas de intercambio de jeringuillas y profilácticos, ambos popularizados por el ahora senador José Antonio Vargas Vidot en Iniciativa Comunitaria, ayudan a reducir el contagio de enfermedades y, consecuentemente, desacelerar las muertes en esta comunidad. Además, sus servicios de educación y consejería tratan de concienciar a los trabajadores sexuales a velar mejor por su salud, aunque rara vez logren sacarlos de la prostitución.
Añade que el éxito de estas organizaciones sin fines de lucro radica en sus “outreachers”. Son agentes de gestión comunitaria que conocen muy de cerca la cruda realidad de los prostitutos y de las prostitutas porque son sus familiares, amigos y vecinos. Estos se mueven dentro de sus comunidades, donde todos los conocen, para ayudar a los que necesiten consejería psicológica y tratamiento médico básico.
Sin embargo, luego de casi 12 años de publicar sus hallazgos, el investigador confiesa que la realidad de los trabajadores sexuales no ha mejorado. De hecho, dice que ha empeorado a luz de los recortes presupuestarios que han sufrido muchos de los programas de base comunitaria.
“Tenemos los mismos servicios, pero en peores condiciones. Le hemos quitado recursos a programas que aún sin el presupuesto adecuado, siguen en la calle haciendo el trabajo que el Estado, por la burocracia que tiene, no ha podido completar. 12 años después, para mí es lamentable ver que estos programas tienen menos dinero mientras veo más mujeres y hombres jóvenes en la calle porque la demanda sigue fuerte”, afirmó Asencio Pagán.
Asimismo, aclaró que los prostitutos y las prostitutas son solo una cara de la moneda, mientras que la población que exige sus servicios son la otra. Su investigación reveló que, en su mayoría, los que compran favores sexuales tanto a prostitutos como a prostitutas, son hombres mayores y pudientes. De hecho, el Departamento de Salud de Puerto Rico reportó que el sector más anciano de la población –mayores de 65 años– obtuvo el mayor porcentaje de diagnósticos positivos de VIH/SIDA atribuidos al contacto heterosexual entre los años 2010 y 2014 para hombres y mujeres, lo cual concuerda con lo que reportaron los y las profesionales del sexo a Asencio Pagán.
“Unas de las reglas del juego que aprendí para poder realizar las entrevistas con estos trabajadores y trabajadoras del sexo es que no debía estar en la calle durante los días 15 y 30 del mes y los días de cobro de seguro social porque, por lo general, iba a estar entorpeciendo sus labores”, reveló Asencio Pagán.
De hecho, en una de las redadas más grande de la década, la División de Drogas de Cabo Rojo arrestó a 13 hombres entre las edades de 23 y 50 años que solicitaron favores sexuales a cambio de dinero a agentes encubiertos en la intersección de la calle Comercio (PR-102) con la calle Benigno Contreras –a una cuadra del Chicken & Pizza Palace– la madrugada del 11 de octubre de 2014. Simultáneamente, la División de Drogas de San Juan arrestó a 19 hombres y tres mujeres, entre ellos dos contables y un psicólogo, en diferentes calles del casco urbano de la ciudad capitalina por el mismo delito, según reportó El Nuevo Día.
En su intento por entender las dinámicas callejeras, el investigador se cuestiona por qué existen tantas personas educadas que, queriendo cumplir sus fantasías sexuales en la calle, se exponen a tanto riesgo de contraer enfermedades venéreas. A la luz de los datos, sugiere el investigador que el estigma social no debe recaer solamente sobre los trabajadores sexuales cuando toda industria, incluyendo la prostitución, requiere de un público que la demande.
Además, advierte que con el advenimiento de drogas cada vez más adictivas, como lo es el Fentanilo, son más los puertorriqueños y puertorriqueñas en riesgo de entrar a la prostitución callejera luego del paso del huracán María. Este opioide sintético es 50 veces más potente que la heroína y ha llegado a distintas partes de Puerto Rico, donde ha cobrado al menos 68 vidas en tan solo un año, según reportó el Instituto de Ciencias Forenses a mediados de mayo de este año.
“Según va cambiando el mundo de las drogas, igualmente va a cambiar el comportamiento sexual. Una hipótesis sería que, a mayor adicción, más propenso estarían estas personas a vender sus servicios sexuales”, detalló el profesor, quien contempla darle seguimiento a su investigación inicial.
En cuanto a la estrategia política de legalizar la prostitución para deshacerse del problema como la sugirió el senador Miguel Pereira Castillo, en el 2013, el investigador advierte que, sin un sistema de salud pública accesible a los sectores más pobres de la sociedad, ninguna medida logrará impactar a la prostitución callejera. También aclaro que los esfuerzos de legalización en España y los Países Bajos han sido exitosos porque ya existía un andamiaje de salud fuerte y confiable.
“Me parece que es esencial que estudiemos a esta población porque, para mi tristeza, yo veo las luces cada vez más llenas de prostitutas en la noche; más personas apostilladas frente a las iglesias y los municipios más atestados de deambulantes”, sentenció Asencio Pagán, quien hizo un llamado para que no se desatienda las necesidades de salud de esta población.
Sin embargo, aun cuando se conoce la versión local de la Rasqueta de todos los pueblos de la isla, la salubridad de los prostitutos y de las prostitutas no es una prioridad del sistema de salud pública de Puerto Rico, según concluye su investigación.