A las 2:30 de la tarde ya casi todas las taquillas para la primera función de Mundo Cruel el Play estaban vendidas. Suerte que ese día tan lluvioso Luis Negrón estaba en la librería Mágica y nos vendió los últimos dos boletos que le quedaban. Fui con una amiga, compramos las dos taquillas y luego nos fuimos a esperar a que fueran las siete para llegar a la Sala Beckett. A las siete, porque la función comenzaba a las ocho y Luis nos advirtió que llegáramos temprano.
Pero ese día mi amiga quería verse bella y tuve que esperar un rato en ese lobby frío de Plaza Universitaria que más que un complejo de apartamentos, parece una cárcel. Nunca he podido entrar porque claro, ahí se practica la segregación sexual. Pero valió la pena esperar. Cuando mi amiga bajó estaba regia, con su camisa de tela azul transparente, una falda acampanada y las botas vaqueras con la que pisó todos los charcos de Río Piedras sin que se le mojaran las medias. Así caminamos hasta la Ponce de León y Río Piedras se veía tan universitario, tan cultural que cualquiera se lo hubiese creído. En la Tertulia había una presentación a la que atendían principalmente gente mayor a quienes casi no se podía distinguir por la humedad que empañaba la vitrina. Hubiese sido perfecto usar el dedo de pincel y dibujar un bicho sobre ese cristal empañado, como esos que dibujábamos en las libretas y en las paredes de la high school, comentó mi amiga. Pero seguimos caminando…
Subimos por las escaleras estrechas de la Sala Beckett y esperamos a la segunda llamada para entrar. Ya todo el público estaba apiñado en las pequeñas butacas y nos tocó sentarnos en la última fila. El lugar permanecía oscuro con la salsa de Maelo de fondo y todos nosotros mirando ese mural sobre el escenario en el que se leían las inscripciones con las que muchos transeúntes expresan sus sentimientos: "Jénifer cómeme", "puta", "Cristo biene [sic]"…
Frente a ese mural conocimos a Naldi, estaba histérica buscando a Sammy para que le pagara los chavos de la cortina porque sino no podría disecar a su perrita, la pobre Guayama que había muerto. Después, en la parada, nos encontramos con Junito, acicala'o como siempre, con la polo a rayas, los mahones bajitos y los boxers por fuera. Lo escuchamos gritando que se va pronto a vivir pa’ arriba de Boston, porque no puede bregar con los bochincheros de la Isla y además quiere que su hijo viva en un sitio chévere, que si es verdad que va a salir así…. que se pueda desenvolver.
Junito cogió la guagua pa' la 26 pasando “por cuadras y cuadras llenas de oficinas de médicos, templos católicos, evangélicos, mormónicos, rosacruces, espiritistas, judíos, yoguísticos, peste a alcantarillas, calor insoportable, reggaetón, salsa de la vieja, barras de mujeres desnudas, barras de dominicanos y barras gays”. El Santurce que describe el despechado que por desbocarse por un macho le alquiló un apartamento, se lo decoró con cortinas y hasta le pasó una línea ilegal de cable para que después viniese su amiga la Carlos y se lo clavara.
En ese mismo Santurce viven dos vecinas preocupadas que se dedican a pelar a todo el mundo. Hablan y hablan “paradas a lados opuestos de la verja que divide sus respectivas casas”. Las madres preocupadas, una con un dubi y la otra con una bandana que le tapa la mitad del pelo porque no le había dado tiempo de planchárselo o pasarse blower por estar hablando y preocupándose de que si el nene de Alta va a salir pato. Como la Edwin, la pobre Edwin que se metió con un fupista que después la dejó por una loca estadista del Condado.
Con esta historia culmina la obra que protagonizan Ulbaldo Figuero, Gabriel Leyva, Francisco Capó, Joealis Fillipetti y Yadiliz Barbosa con la dirección de Jacqueline Duprey en donde adapta los cuentos del libro Mundo Cruel de Luis Negrón; uno de los más leídos y que mejores críticas ha recibido en los últimos dos años. No somos críticos de teatro pero podemos decir que con la interpretación de los actores, la iluminación, la música el sonido y hasta los olores logran atrapar al espectador y transportarlo a ese Santurce decadente narrado por Luis en Mundo Cruel.