La nueva fiebre social en Estados Unidos es Marie Kondo, una japonesa organizadora de hogares que ha transformado su Trastorno Obsesivo-Compulsivo en un exitoso y lucrativo negocio.
Su empresa no tiene nada de extraordinario. Simplemente dobla ropa, se deshace de objetos no usados, organiza closets y gavetas, elimina lo que molesta a la vista y al libre flujo de movimiento combatiendo el acaparamiento (“hoarding”) y desorden de muchos hogares. La típica madre puertorriqueña puede decir que hace lo mismo pero no le pagan por su trabajo.
La profesora y abogada Elizabeth Emens llama a este proceso el “trabajo invisible de organizar la vida” y lo denomina como es: administración. Kondo correlaciona orden material con felicidad y Emens conecta la administración del orden mental con efectividad tranquilizante. Ambas han publicado libros sobre sus respectivas fórmulas para lograr lo que todos desean que no es otra cosa que vivir felices y en salud mental.
Hace muchos años (década de 1990) realicé un estudio cualitativo para una compañía privada de mercadeo en Puerto Rico para identificar y comprender los patrones mentales de la mujer puertorriqueña en cuanto a belleza, limpieza y orden.
Sorprendentes, aunque no totalmente impredecibles, fueron los resultados que mostraban que para la mujer boricua, tanto la tradicional como la moderna, la belleza de una fémina, o de “una buena mujer”, depende de la forma en que mantiene limpio su cuerpo y su casa.
Existe una compenetración psicológica profunda entre el yo mental, su cuerpo y el espacio que ella administra. Su “yo” se extiende fuera de sí misma. El estado de limpieza de su cocina, sus baños, sus pisos y su casa en general determina su valor y belleza personal. No hay fronteras ni separaciones.
Pensé que algo similar pasa con los hombres en sus esfuerzos por mantener sus autos limpios y brillosos. Sobre eso no hicimos estudios. Es cómodo, sin embargo, asumir hipótesis sobre las causas socio-culturales que llevan a la mujer a extender su identidad hacia la casa y al hombre hacia el automóvil.
Como afirmaba en vida el doctor Luis Nieves Falcón, reconocido sociólogo puertorriqueño, la mujer es socializada para el control de espacios cerrados (la casa) y el hombre para espacios abiertos (la calle). Algunos esquemas mentales no han cambiado a pesar de tantos otros cambios sociales porque responden a ideologías profundas y arraigadas.
La mente humana funciona de manera muy eficiente cuando de orden se trata. Si no podemos controlar o cambiar lo que está mal o nos molesta, entonces la mente se “habitúa” hasta “dejar de ver” el desorden. Un querido amigo ponceño, el doctor René Bartolomei, decía que los ojos se acostumbraban a todo y, con ello, certeramente afirmaba que dejamos de “ver” a pesar de tener buenos ojos.
Sintetizando lo dicho, administrar la vida conlleva un conjunto amplio y variado de tareas diarias y continuas que sostienen la estabilidad y orden que determinamos necesario. No todas las actividades administrativas son visibles, dice Emens, y casi ninguna es premiada ni reconocida, digo yo, pero son indubitablemente necesarias.
La buena administración de vida requiere de la conciencia de prioridades vitales, la toma de las posibles mejores decisiones y la focalización y compromiso con la salud integral. Administramos la salud, educación, la casa, el trabajo, las relaciones. Administramos la vida.
Aclaramos que ser ama de casa no define lo que es ser mujer ni un automóvil al hombre. Lo que somos es mucho más; somos personas multidimensionales y complejas; no identidades contenidas en roles anquilosados en tradiciones.
Asimismo, debemos enfatizar que queda una vertiente pendiente trans-sistémica en todo este asunto de administración de vida. Debemos gestionar bien lo personal, y el sistema intrafamiliar, pero también el sistema social mayor en que vivimos.
El desorden externo eventualmente contamina los espacios internos por lo que también es imperativo limpiar la casa grande, Puerto Rico. Las personas pueden querer dejar de ver el desastre, dejar de ver o escuchar noticias, ignorar los desaciertos de tantos malos gobiernos, no hacer nada con el despelote social que nos rodea, creer que viven en una burbuja pero esconderse o eliminarse de la ecuación de responsabilidad social no garantiza que su plan de administración vital personal funcione.
Entendamos que la tarea de administración de pueblo es grande, urgente y de todos por igual. Nada es imposible para la persona organizada y responsable que quiere limpiar a Puerto Rico de la quiebra moral-política gubernamental en la que estamos sumidos. Administremos nuestras vidas de mejor forma. “Kondo-lencias” para los no interesados.
La autora es profesora universitaria, psicóloga clínica y social-comunitaria.