La búsqueda de combustibles alternos al petróleo en el mundo, el “calentamiento global ” y los programas agresivos de la Environmental Protection Agenc y (EPA) promoviendo y obligando por ley el uso de biocombustibles en los Estados Unidos y sus territorios, han impulsado un aumento en los precios de los alimentos durante los últimos años.
Un estudio publicado por el Banco Mundial en julio de 2008, reveló que a partir del 2005 se cultivaron granos en un volumen nunca antes visto, sin embargo, el valor de estos en el mercado se triplicó. El maíz, por ejemplo, casi se triplicó en precio causando revueltas en México en 2007 por el aumento del precio de las tortillas. Mientras que en Argentina se desplazó la siembra de otros productos por soja o soya, que también duplicó su precio. Asimismo, ese país se dedicó mayormente a exportar soya a Estados Unidos que necesitaba dicho producto para su propia elaboración de biodiesel.
El estudio concluyó que el aumento de alrededor de un 75 por ciento en los precios de los alimentos durante ese periodo estaba directamente relacionado con la producción de biocombustibles, entre otras razones. Debemos recordar que existen otros sectores asociados a la industria de los alimentos que dependen de la disponibilidad de granos para elaborar sus productos, como por ejemplo los mercados de la leche, la carne, los cereales, y hasta el de las bebidas como el de la cerveza, lo que hace que este conflicto sea visto con mucha seriedad a nivel mundial.
La producción de biocombustibles utilizando materia prima no alimenticia es una posibilidad, pero aún no se ha podido establecer un plan que establezca su costo efectividad. Por ejemplo, obtener etanol de celulosa como la madera así como de fibras es posible mediante biodigestores basados en encimas que pueden convertir estos productos en combustible pero aún éstos no se ha logrado desarrollar a nivel comercial de manera efectiva.
Existen otros sectores asociados a la industria de los alimentos que dependen de la disponibilidad de granos para elaborar sus productos, por lo que sus precios han aumentado.
Otra alternativa es la producción de biodiesel utilizando aceite vegetal usado. Sin embargo, dicho producto se encuentra en cantidades limitadas por lo que no presenta una solución definitiva. Lo más reciente y prometedor, en ese renglón, es la alianza entre las compañías de energía renovable y agronegocios Solazyme Inc. y Bunge Global Innovation para extraer aceite del bagazo de la caña que se utiliza para producir azúcar y convertirlo en biodiesel. Estas nuevas tecnologías, junto a las siembras de plantas alternas como la Camelina (familia de la Canola), la Jat ropha, o las micro-algas, que pueden producirse en terrenos marginales y así no competir por tierras comúnmente destinadas al cultivo comercial de alimentos, se perfilan como posibles soluciones al debate de los biocombustibles y los alimentos. Incluso estas opciones se están considerando a nivel comercial.
Más sustentable aún es el concepto de las biorefinerías en las que podemos tener un aprovechamiento total de nuestros recursos, obteniendo alimento, combustibles, químicos, fertilizantes, y energía, entre otros productos importantes para nuestro consumo. El National Renewable Energy Lab (NREAL) estableció un centro para el desarrollo de biorefinerías en Colorado, utilizando una variedad de tecnologías integradas para aumentar la cantidad de productos que se pueden obtener de una sola materia prima. El sector privado también ha establecido proyectos basados en industrias de biorefinerías utilizando las micro algas como materia prima.
Finalmente, el debate entre la producción de alimentos vs combustibles terminará cuando se implementen soluciones bien pensadas en las que se incorporen tecnología y agricultura con sentido, que permita la coexistencia de ambas prácticas de una forma balanceada, sin tener que escoger entre una u otra. En esa dirección se perfila una nueva industria que se enfoca en la reconversión de biomasa en distintos productos, resintetizándola para producir alimentos, combustibles, fibras, plásticos, materiales para construcción, etc. La idea suena bien y ya se está haciendo. Compañías como Monsanto están modificando siembras genéticamente con el propósito de aumentar el rendimiento de biomasa por área cultivada. También empresas como Dupont ya están convirtiendo biomasa en productos sintéticos, “plásticos naturales” y químicos.
La adopción de este tipo de tecnología, sin embargo, no ha estado ausente de controversias. La producción de biomasa y biología sintética ya han causado diferencias entre los sectores comerciales y los ambientalistas que defienden la agricultura orgánica y la biodiversidad. Estos últimos abogan por mantener las siembras de una forma localizada y auto sustentable contrario a los sectores industriales, que propulsan la utilización de la biomasa y el desarrollo de la biología sintética y quienes además son los que controlan actualmente el suplido de la mayor parte de los alimentos que consumimos hoy día. Como ven, son varias las soluciones, pero no están exentas de debates adicionales y siempre levantan preocupaciones y distintos puntos de vista entre los expertos.
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El autor es Ingeniero Mecánico, egresado del Recinto Universitario de Mayagüez. Fue el fundador de la primera compañía biodiesel en el Caribe que usaba aceite vegetal como materia prima. Actualmente, es consultor de energía renovable enfocado en la producción de biocombustibles a base de desechos de basura.