La prestigiosa revista National Geographic en su número de mayo 2012 dedicó un artículo a la crisis que enfrenta el ‘osito’ marsupial koala (Phascolarctos cinereus), querendón endémico de Australia y uno de sus más famosos íconos internacionales. Su hábitat es la franja tropical y subtropical que se extiende por la costa este húmeda de la desértica isla-continente. Coincide con los bosques de Eucalyptus cuyos árboles les proveen refugio y hojas de las que se alimentan casi exclusivamente.
El problema consiste en el desarrollo urbano que ha arropado la región desde la década de 1990. Se estima que de unos 430,000 koalas que había entonces, se han reducido sus números más de un 30 por ciento. Los árboles de Eucalyptus han disminuido drásticamente. Talados para urbanizar, quedan remanentes en parquecitos, plazas, colindancias y patios, afanosamente procurados por los territoriales koalas. Los animalitos son atropellados al cruzar calles y carreteras, se enredan en verjas con alambre de púas, y son atacados por perros del vecindario. Como si fuera poco se estima que la mitad de la población padece de clamidiosis, una enfermadad de transmisión sexual, que ha esterilizado el 50 por ciento de las hembras de edad reproductiva.
Impacientes con los procesos legislativos y burocráticos para atender el asunto, abnegados voluntarios se desviven por rescatar y rehabilitar koalas accidentados. Amenazada la especie con extinción no se le ha ocurrido a sus amigos la posibilidad de translocar (cambiar de ubicación geográfica a una especie o población de animales) koalas a otro país con extensos bosques de Eucalyptus, cultivados mundialmente para madera y pulpa de papel. En carta enviada al correo de lectores del National Geographic propuse un destino adoptivo para la especie arrinconada. La revista no quiso publicar la misma censurando la idea al amparo de su refractaria política editorial “National”.
Por tanto, haciendo uso de la libertad de expresión que me ofrece Diálogo elaboro a continuación mi propuesta. De antemano se elimina la posibilidad de domesticarlos como mascotas. Aunque su aspecto de osito de peluche lo sugiere, el koala no es domesticable. Tiene un cerebro desproporcionalmente pequeño para su porte de 5 a 10 kilogramos, incapaz de comprender las buenas intenciones de los humanos, que se estima exportaron dos millones de sus lujosas pieles en 1924 cuando ya se había exterminado la especie en todo el sur del país. Resisten con sus poderosas uñas y afilados dientes cualquier intento de abrazarlos con cariño. Así lo atestiguan sus rescatadores, que exhiben con orgullo sus brazos y caras cubiertos de cicatrices.
Por otro lado, existen más de 700 especies de Eucalyptus, la mayoría en Australia e islas vecinas. Alrededor del mundo el puñado de especies introducidas como cultivo agroforestal cubre más de 20 millones de hectáreas. Aunque en Australia solo se cultivan en apenas 875 mil hectáreas (casi el área de Puerto Rico) en Brasil hay unas 4 millones de hectáreas , más o menos lo mismo que en India. Les sigue China con 2.6 millones de hectáreas. La franja longitudinal de Brasil-Uruguay donde más se cultiva tiene su eje en Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina, latitud 27.5o Sur . Curiosamente, coincide en la misma latitud con la ciudad australiana de Brisbane, capital del estado de Queensland y eje de la franja longitudinal del territorio koala.
Los detractores del monocultivo señalan con sobrada razón el empobrecimiento ecológico que engendra un árbol que no produce frutas, y cuyas hojas son tóxicas para la fauna nativa, incluyendo los insectos. ¿Porqué no adoptar al koala como especie centinela para mitigar la pobreza faunística de los bosques cultivados de Eucalyptus? Hasta los pumas (Felis concolor) los tendrían en aprecio como apetecible bocado. Para los dasónomos el koala proveería monitoría de la salubridad forestal mediante biopsias in situ. De proliferar en demasía sus números surgiría una nueva agroindustria brasileña, la exportación de lujosas pieles de koala.
¿Es que no hay marsupiales nativos en Brasil? Preguntará algún incauto endemicista. En los trópicos de América, incluyendo a Brasil, hay nada menos que 63 especies en 15 géneros de zarigüeyas o comadrejas marsupiales, con una plétora de nombres locales como ‘múcura’ y ‘titica’ en Brasil. Todas se alimentan de insectos, sabandijas y frutas, pero ninguna de follaje, y menos de Eucalyptus. Como centinelas no sirven pues sus vidas son breves, un año en la mayoría hasta tres años los más longevos. Las especies centinelas deben tener larga vida para bioacumular y biomagnificar los contaminantes de los suelos absorbidos por la vegetación. Los koalas viven de 13 a 18 años.
El origen de los marsupiales suramericanos data del Cretácico, hace 65 millones de años. Sus precursores habrían llegado del antiguo continente de Laurasia (Norteamérica y Eurasia) desprendimiento al norte del más antiguo mega-continente Pangea donde se extinguieron desplazados por los mamíferos placentarios, según plantea David Macdonald en Encyclopedia of Mammals (2001). Al sur quedó Gondwana agregando a Suramérica, África, India, Australia y Antártida. África e India se separarían más tarde y se desplazarían al norte a unirse nuevamente con Laurasia. Cuando la Patagonia se conectaba aún con Australia a través del norte subtropical de la Antártida, los marsupiales de América migraron hacia Australia dando pié a la evolución de la idiosincrática fauna de esa isla-continente.
A grandes rasgos, pues, los ‘tatarabuelos’ de los koalas llegaron de Suramérica. ¡Y como si fuera poco, los Eucalyptus también! Se han encontrado fósiles de al menos cinco especies de Eucalyptus del periodo Eoceno temprano hace unos 52 millones de años, similares a especies actuales, según documentan Elizabeth J. Hamsen, María Gandolfo y María del Carmen Zamaloa en el artículo “The fossil record of Eucalyptus in Patagonia”, publicado en American Journal of Botany (2012). A fin de cuentas, los bosques cultivados de Eucalyptus de Brasil constituyen la reintroducción de un género que se había extinguido. Los fósiles de los primeros koalas datan de 15 millones de años atrás, cuando ya se había deshecho el ‘puente’ entre Suramérica y Australia.
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El autor es Catedrático de Biogeografía en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.