El espacio grisáceo de la azotea del Centro de Estudiantes se transformó la semana pasada en un escenario teatral. Los edificios del Recinto de Río Piedras y los contornos oscuros de los árboles sirvieron como telón de fondo. Un jazz revoltoso acompañó al público, universitario en su mayoría, a sentarse en las sillas plegables. Algunos miraban con sospecha la plataforma teatral, coronada por tendederas con vestidos, faldas y pantalones. Otros ojeaban la escena con complicidad, ya familiarizados con el proyecto Micro-teatro en la Azotea.
En esta nueva presentación, la historia emocional una vez más surge del encuentro inesperado entre dos personajes disímiles que terminan sacudiendo la vida del Otro. En “#numberoneguest”, se produce el choque entre la entusiasta empresaria novel Sabina (Norwill Fragoso) y la contrastante Verónica (Cristina Sesto), quien intenta huir de una adicción moderna. Mientras que en “Buscando el norte”, la espiritual y enérgica Caridad (Magali Carrasquillo) alivia el camino para que el joven Mauro (Eric Yamil), cohibido por la lejanía del seno familiar y sus propias inseguridades, persiga lo que le apasiona.
Micro-teatro en la Azotea surgió en el 2012 en una azotea de la calle San Sebastián del Viejo San Juan, cuando la dramaturga Alejandra Ramos Riera, y el director Heriberto Feliciano decidieron apropiarse de espacios no convencionales, tomando como ejemplo movimientos nacidos en España, Argentina y Francia. En claro desafío ante las estructuras del mercado, Micro-teatro ofrece una alternativa que desnuda el escenario de artificio, y concentra toda su fuerza teatral en la palabra y la energía actoral.
Por asuntos burocráticos y en búsqueda de nuevos retos, de los tendidos eléctricos y los techos coloniales se han trasladado por almacenes en desuso, festivales en Nueva York y Murcia, hasta una azotea olvidada del Primer Centro Docente del País. “Me emociona presentar en la Universidad. De aquí me gradué, y todo el elenco son egresados, o aún estudian o enseñan aquí”, compartió Ramos Riera, también actriz y directora.
En esta ocasión, vuelve a formular a través del arte una preocupación social de la vida cotidiana. Esta vez, las historias nacieron del transporte público. “En viajes de guagua y tren, me ha llamado demasiado la atención que los jóvenes sobre todo, pero va para todas las edades, están todos autómatas, mirando sus celulares y nadie habla con nadie. Yo cojo guagua de toda la vida, recuerdo cuando la guagua era un lugar donde se hablaba, había ruido de gente, y ahora es súper callado y está todo el mundo en lo suyo”, narró la prolífica dramaturga.
Interpretar el delirio cotidiano
Ramos Riera ya cuenta con 14 obras en su repertorio. Continúa cultivando una escritura fresca, al día, con encomiable facilidad para captar el lenguaje cotidiano, con todo su genio y gracia. En ese jugar en serio con el que trata sus textos, también dota a sus personajes de velada profundidad.
La actriz Norwill Fragoso, quien se resiste a “hacer reír fácil”, coincidió en que, con Micro-teatro, “el público puede reírse, pero también pensarse e identificarse”. Fragoso, quien también ha incursionado en cine y televisión, añadió que “tener la mirada del espectador ahí tan directa te hace volar en cantos, te pone más vulnerable”.
Para la experimentada actriz Magali Carrasquillo, “el proceso fue bellísimo”. “La pieza me conmovió desde la primera lectura, al final se me saltaban las lágrimas. Eso es una buena señal cuando un libreto te causa eso”, contó.
Carrasquillo también actuó en la segunda edición de Micro-teatro con la pieza “Bastante amargo” y coincidió en que el proyecto mantiene viva su esencia. “Ha conservado los libretos muy bien escritos, un escogido de actores interesante y una gran seriedad”, opinó. “Es una puesta en escena sencilla, porque no hay demasiado artificio ni escenografía, pero el trabajo es bien serio y respetuoso de la profesión”, agregó.
El joven actor Eric Yamil, también comentó sobre su participación en Micro-teatro. “Desde la primera vez que vi una obra de Micro-teatro en la Azotea, el proyecto me enamoró y quería en algún momento ser parte de él”, confesó. A pesar de que el estudiante de bachillerato en Drama cuenta ya con una nutrida trayectoria con Hamlet, Platero y yo y El balcón entre sus registros, el joven de 22 años admitió también que trabajar en Micro-teatro, por primera vez, interpretando a Mauro ha sido un gran reto.
Arte desde la rigurosidad
Luego de dos años, en que los libretos de Micro-teatro han pasado por las manos de un minucioso escogido de artistas del patio entre los que figuran Julio Ramos, Yadiliz Barboza, Gabriel Leyva, Carlos Miranda, Isadora Cintrón e Hiram Delgado, se mantiene el ojo al detalle y la seriedad del proceso. “Conservamos lo riguroso que somos, independientemente de quien trabaje con nosotros”, declaró Feliciano, también actor y profesor universitario.
Feliciano aseguró que tener un público constante que asiste a sus obras, aparte de permitirles seguir creando, también los conduce a buscar mayores retos. “Queremos probar otras cosas. Nos gustaría hacer una obra de más de una hora, que vendrá en camino, porque queremos darle más carne a los personajes”, anunció junto a Ramos Riera.
La noche estaba eléctrica. Los relámpagos se arrojaban sobre el público. Las estrellas se escondían tras las nubes agresivas. En medio de la segunda función del viernes, empezó a llover vorazmente. A pesar de la lluvia, los personajes siguieron hablando. Parte del público siguió con la mirada fija en ellos. Tuvo el director que exigir que apagaran las luces para que se rompiera la magia, algo que ni la lluvia torrencial logró.
Para conocer las próximas funciones de Micro-teatro en la Azotea, pendiente a su página en Facebook.