Hiram Martínez recuerda a perfección dónde estaba el día de 1978, en que Wilfredo Gómez noqueó a Carlos Zárate en el quinto asalto de una pelea pautada a 15 “rounds”. “Se había llenado el Coliseo Roberto Clemente, donde era la pelea, y entonces abrieron el estadio Hiram Bithorn, donde pusieron una pantalla gigante. Yo tenía como 15 años de edad, fui a ver si podía entrar, pero todo estaba lleno”, comenzó a deponer Martínez, periodista deportivo de EL VOCERO, quien tiene a su haber la cobertura de más de tres docenas de peleas de campeonato. “Entonces me fui al cine. Recuerdo que la película que estaba viendo era una con Diane Keaton y Elliot Gul. Entonces a mitad de película, el ujier dijo por el altoparlante: ‘Para los interesados, Wilfredo Gómez acaba de noquear a Carlos Zárate en el quinto asalto’. La multitud que estaba en el cine comenzó a gritar y todo el mundo salió de la sala y empezó a correr en ruta al Clemente, para celebrar con Gómez. Fue algo bien loco”, agregó.
Eso de causar revuelo por una pelea de boxeo en la que un boricua se desempeña no es algo nuevo. Si bien es cierto que la publicidad de la pelea entre Miguel Cotto y Manny Pacquiao ha sido la más descomunal de los últimos años, antes los boxeadores boricuas desataban pasiones sin tanta promoción. “En las peleas que Sixto Escobar celebraba en la década del 30 en el parque del Escambrón que ahora lleva su nombre, se metían decenas de miles, y para ese tiempo no había televisión y la radio no era tan grande”, recordó el veterano cronista deportivo Norman H. Dávila, quien labora en el programa radial ‘La Descarga Original’. Escobar peleó dos veces en Puerto Rico. Primero, en 1937, venció al estadounidense Lou Salica, ante poco más de 12 mil personas. Al año siguiente, los promotores trajeron la riña entre Escobar y Harry Jehffra al Escambrón, donde el boricua lo derrotó por decisión unánime luego de 15 fogosos asaltos. “Y meter a 12 mil personas en aquel entonces, en los que no habían las facilidades de transportación que hay ahora, en un momento en el que San Juan no tenía la cantidad de personas, eso fue un gran logro. Decir 12 mil personas en aquel tiempo es como decir ahora 150 mil”, comentó H. Dávila a Diálogo Digital. Claro, podríamos llamar “grotesca” la promoción que, desde unos años hacia acá, se realiza para las peleas de boxeo en las que figuran boricuas. Por ejemplo, H. Dávila señaló que no recordaba haber visto tantas alusiones en las portadas de los diarios del País de pelea alguna, como ha sucedido esta vez con Cotto-Pacquiao. “Quizás con Oscar De la Hoya y Félix Trinidad se habían visto cosas así, pero no tanto como para sacarlo todos los días en portada. No recuerdo una pelea que haya estado tanto en portada como esta. A lo mejor es porque antes los periódicos le dedicaban la contraportada a los deportes”, expresó el periodista. Uno de los responsables de hacer aquellas portadas es el veterano editor deportivo de EL VOCERO, Luis Colón, quien en sus más de 40 años en los medios ha visto boxeo “de a vicio”. “Si me preguntas qué peleas causaron conmoción en el País y por qué, yo te diría que la pelea entre Wilfredo Benítez y Kid Pambelé (el colombiano Antonio Cervantes), para allá para el ’76. Yo recuerdo aquella pelea muy bien y el público estaba bien metido en ella, porque Benítez apenas era un niño de 17 años y Pambelé ya era un verdugo probado. Era ver a un hombre contra un niño; ver a David contra Goliat y eso apeló mucho al público que ese día abarrotó el Bithorn”, indicó Colón. Para esa época no había series por Cable TV que ayudaran a promover el evento. No había ‘Cotto-Pacquiao 24-7’, ni giras mediáticas a través del mundo, ni conferencias de prensa telefónicas, ni entrevistas aparte con cada medio impreso, televisivo, radial o de Internet. No había Internet. La tinta de los cronistas era la principal forma en la que los fanáticos seguían a sus ídolos del boxeo en ruta a sus grandes peleas. Para esa pelea, Colón recordó que el padre de Benítez, Gregorio, se vació en la prensa diciendo que “a pesar de tener 17 años de edad, mi hijo va a convertirse en campeón mundial”, una cita que despertó los sentimientos de sus compatriotas en aquel momento hasta llenar a capacidad el Bithorn.
Pero las peleas en suelo boricua no han sido las únicas que han paralizado el País. La carismática figura de Félix ‘Tito’ Trinidad siempre fue sinónimo de orgullo patrio durante la década de los noventa y principios del 2000. Ya hubiese peleado en San Juan o China. Es imposible olvidar cómo Puerto Rico celebró hasta el amanecer cuando Trinidad derrotó por decisión a De la Hoya. Aunque, así también, la Isla lloró sin parar cuando ‘Tito’ cayó ante Bernard Hopkins, quien se había ganado el desdén boricua luego de lanzar la bandera de Puerto Rico al suelo durante una conferencia de prensa. Sin embargo, no hay duda de quién ha sido el máximo querendón en la historia del boxeo puertorriqueño.“Con ‘Tito’ sucede algo bien interesante, pues despertaba los mejores sentimientos en los puertorriqueños. Tiene un carisma que nadie nunca podrá igualar”, dijo Martínez. “Ahora tú ves a la gente diciendo que le va a Cotto, pero muchos no vacilan en decir que le van a Pacquiao. Eso no pasaba con Trinidad. Quizás a Cotto la gente le tenga apatía por ser de aquí, pero con Trinidad era diferente, era algo más serio. Y quizás eso tenga mucho que ver con su personalidad, porque Cotto es mucho más seco que lo que Trinidad fue. ‘Tito’ era un muchacho de pueblo, que si bien era de clase media y no pobre, como lo era Gómez, supo ganarse el calor del pueblo con su personalidad fuera del ‘ring’. Todo el mundo quiere irle al bonachón de la pelea, y ese era Trinidad, quien también estaba muy consciente del respaldo que su pueblo le daba”, puntualizó Martínez, señalando que al boxeador de Cupey Alto su personalidad fue lo que lo convirtió en un ícono boricua contrario a Gómez y Benítez, pues el primero conseguía la empatía del pueblo por venir de un sector marginado, mientras que el otro se ganó el afecto nacional por la gran hazaña de convertirse en campeón a los 17 años de edad.
Lo que por X o Y razón ha sucedido es que las peleas de boxeo titulares- grandes- en las que se ve involucrado un boricua, se han convertido en una excusa para reunirse con familiares y amigos a compartir un rato. Ahora le toca el turno a Cotto y, gane o pierda, sucederá de nuevo, ya sea con el mismo Cotto o con Juan Manuel López o con cualquiera de los campeones puertorriqueños. Se podría decir que de vez en cuando, durante algunas noches de sábado, el boxeo se convierte en el rey de Puerto Rico.