Sin embargo, los escritores no permitieron que la ley de mordaza acallara sus reclamos y emitieron sus comentarios en repudio del acto de censura literaria. “Tradicionalmente, la censura oficial de una alegada ‘obscenidad’ literaria ha sido pretexto fariseo para la supresión de ideas incómodas. Desde esa perspectiva, mueve a sospecha el proceso de saneamiento moral que ha emprendido el DE de Puerto Rico a fin de excluir libros asignados de escritores reconocidos. ¿Disimulará el argumento de las ‘malas palabras’ alguna torpe maniobra de purificación ideológica? No se puede olvidar el historial de persecución y marginación que, en nuestro país, ha sido la maldición continua del pensamiento disidente”, comentó Ana Lydia Vega. “El principal deber de un maestro es educar. Educar no es proveer datos y reglas de moral sino despertar en el estudiante la curiosidad por saber. ¿Qué curiosidad por el saber van a desarrollar los estudiantes si se les priva de textos contemporáneos, de textos de probada excelencia literaria, textos controversiales, difíciles, que nos presentan “el bien y el mal” de manera fácil, pre digerida? ¿Cómo van a aprender a pensar nuestros estudiantes, si no tienen en su currículo libros -es decir, material de reflexión- qué conectar con su vida?”, expresó Mayra Santos Febres. “Deseo por medio de estas líneas mostrar mi más férrea oposición al intento por parte del Departamento de Educación de censurar y eliminar del currículo obras literarias de primera importancia debido a su alegado contenido sexual impropio. El desconocimiento literario que esta medida implica es lamentable pero evidente: de seguir fielmente estas directrices, tendríamos que retirar del currículo las obras más importantes de nuestras letras, pues, leídas por un lector avisado, todas tienen, de un modo u otro, alusiones sexuales que el Departamento de Educación consideraría “impropias”. Me refiero al “Libro de Buen Amor” del Arcipreste de Hita, a “La Celestina”, al “Lazarillo de Tormes”, y al mismísimo “Quijote”, que los censores de antaño, y hablo literalmente, consideraron inaceptable por “lascivo”. Un maestro que enseñe con madurez y con conocimiento literario auténtico todas estas obras sabrá dirigir al alumnado en la lectura y estudio de las mismas sin crearle escándalos falsos ni mucho menos fomentarle actitudes represivas y fundamentalistas. De no ser así, ninguna obra literaria válida podría ser enseñada a los alumnos puertorriqueños, que quedarían reducidos a textos “recortados” de cualquier expresión o símbolo amoroso o erótico considerado por los censores como escandaloso. Reitero mi oposición a tales medidas represivas”, afirmó Luce López-Baralt. “Siempre llaman la atención los resortes que se mueven en el momento en que una autoridad oficial ejecuta un acto de censura. La acción demuestra el poder del censor, pero también manifiesta sus miedos, sus pesadillas y sus flaquezas. La impresión que dejan situaciones como esta es que estamos sentados sobro un barril de pólvora a punto de explotar. Confirma, por otro lado, el poder subversivo de la palabra. Las reservas morales manifiestas por las autoridades de educación no les permiten comprender que los problemas que reconocen en las generaciones jóvenes dependen menos de lo que leen -o podrían leer- que de lo que ven cotidianamente en la vida pública. Censurar las presuntas inmoralidades de unos cuantos libros mientras se tolera la inmoralidad en los nichos del poder es injusto”, advirtió Mario R. Cancel. “La censura es un indicio de los miedos de los censores. Paradójicamente logra lo contrario de lo que se propone: despertar el interés en textos que de otro modo se leerían a regañadientes por cumplir con un requisito escolar. Ha sucedido antes, no es nuevo el debate sobre la ‘pertinencia’ y la ‘moralidad’ de los libros que se asignan como lecturas obligatorias. Hay que cuestionar minuciosamente a los burócratas actuales del DE sobre los valores, gustos y criterios que aplican para seleccionar unos libros y censurar otros. Después de todo son empleados gubernamentales, y los libros se compran con fondos públicos. Al mismo tiempo se abre una oportunidad para debatir, con la mayor amplitud, el lugar de los libros y la lectura en los procesos de formación social y personal”, apuntó Marta Aponte Alsina. “La iniciativa tomada por el DE tiene consecuencias gravísimas, y como tal, merece nuestro repudio más enérgico. Se trata no sólo de una intervención indebida que coarta el derecho que tiene el estudiante puertorriqueño a conocer su propia tradición literaria, sino que atenta contra la libertad en que se fundamenta toda expresión artística”, articuló Arturo Echavarría. “Los burócratas de la educación en Puerto Rico se autorizan primero como ignorantes para ejercer su función. Distinto y peor a aquel juez que reconocía la obscenidad cuando la veía, éstos no tienen que leer para reconocer que todo podría ser obsceno, y por tanto, no apto para ‘menores’. Como no saben, porque no han leído, es imposible argumentar con ellos absolutamente nada. Paradójicamente, el propósito de estos promotores de la educación es regar la ignorancia sistemáticamente y obstaculizar el pensamiento”, aseguró Aurea María Sotomayor. “Toda censura es deleznable. En su afán de ocupar todos los espacios de poder posibles, este gobierno muestra características proto fascistas que ya debían ser obvias para los que en su rol de intelectuales velan por no perder, y en todo caso ampliar las modestas conquistas de nuestros productores culturales en el ámbito editorial y educacional. Esas características son obvias para mí, por lo que deploro y condeno las acciones del Departamento de Educación usando como excusa valores y mores puertorriqueños supuestamente comunes que terminan siendo al final muestras de un auto-odio feroz, inflamado por una idea de mandato que empaña su visión y deforma demasiadas de sus acciones. Parecen estar en un momento frenético de desconstrucción que requiere de concertaciones a las que habíamos perdido costumbre”, comunicó Néstor Barreto. “Es con gran estupor e indignación que me entero de la censura del DE a las obras literarias de compañeros escritores utilizadas en los currículos de nuestras salas de clase. ¿Qué más esgrimirán contra nosotros los escritores de esta bendita patria? No basta con reducir los espacios literarios en los medios de comunicación. Tampoco con que las pequeñas librerías hayan sido devoradas por Borders y no tengamos dónde vender nuestras obras. Ya han comenzado a desmantelar el programa Lee y Sueña donde nuestras obras infantiles se hacían accesibles a los lectores jóvenes de los pueblos que no tienen librerías. Y ahora esto. Nos acorralan, nos eliminan con superfluos argumentos hipócritas”, Tina Casanova. “Censura es sinónimo de tiranía. Trágicamente, en Puerto Rico impera la ‘ideocracia’ que tan bien definió y discursó Don Miguel de Unamuno: ‘de las tiranías todas, la más odiosa, es la persecución en nombre de unas ideas’. O será que también censurarán al ilustre y preclaro filósofo, humanista Unamuno, censurado ya en su propia época”, articuló Etnairis Rivera. “Curiosamente, los libros suprimidos son obras dirigidas a la crítica social del presente histórico, y el uso de ‘malas palabras’ es apenas indicador de ese interés en reflexionar sobre el aquí y el ahora. Sabemos que las ‘malas palabras’ siempre pertenecen a su época. Lo que se censura aquí no es hablar ‘malo’, sino hablar del presente, como si el presente fuera inmencionable e inhistoriable. Como si el presente no fuera nuestro. Si bien los libros censurados hoy no son de historia, sí interpelan al lector —sobre todo al joven lector— a pensar en su situación vital en el presente. Los jóvenes no son tontos, y en una isla familiarizada con la vulgaridad mediante la radio y la televisión (local y extranjera), nadie se llama a engaño. Esta censura tardía nada tiene que ver con la moral, sino con el gesto torpe de acallar la reflexión acerca de lo que nos rodea”, declaró Liliana Ramos Collado. “La censura de obras literarias en pleno siglo XXI nos hace retroceder en tiempo y pensar que volvimos a los tiempos de la Inquisición. Además, entre los objetivos primordiales del siglo XXI, en el sistema educativo están el desarrollo de un pensamiento crítico, para poder instaurar una sociedad más liberadora. Por otro lado, escuchamos por radio y televisión a líderes políticos y desarrolladores gubernamentales como el Sr. José “Cheo” Madera tildar al pueblo con vocablos tales como: ‘crápulas, garrapatas y vividores’; palabras que resultan ofensivas para la autoestima e identidad nacional. Pues estos motes afectan más que nada a la ‘psiquis’ maltrecha de nuestro pueblo. Sin embargo, el Departamento no censura estas acciones de nuestros líderes. Mientras los escritores y artistas de las palabras utilizan esas llamadas ‘malas palabras’ como imágenes poéticas y metáforas que irradian belleza a sus textos literarios. Nos oponemos enérgicamente a esa actitud fundamentalista e inquisitoria del Departamento de Educación Pública de Puerto Rico”, defendió Marie Ramos Rosado. “La decisión del Secretario de Educación concerniente al retiro de varias obras sobresalientes de la literatura puertorriqueña, debido a su lenguaje burdo y soez, no es sino la puesta en práctica de un nuevo puritanismo que pretende complacer al sector anti-intelectual del PNP, a los fundamentalistas cristianos y a los sectores moralistas del país. Las declaraciones del Sub-secretario para asuntos académicos del DE, Juan J. Rodríguez, va en detrimento de la pertinencia y excelencia de los libros que han sido censurados. Lo expresado por Rodríguez deja mucho que desear viniendo de una persona que ostenta el grado de académico de la primera institución universitaria del país, demostrando así una crasa ignorancia por la producción e historia literaria de nuestra nación boricua. Con respecto a la censura de libros de autores/as puertorriqueños/as, hay que destacar que es parte de una agenda de los gobiernos anexionistas que han gobernado nuestra isla. Es necesario señalar que durante el ‘romerato’ se censuraron libros de Juan A. Corretjer y de René Marques y que durante el ‘rosellato’ se censuró una novela de Olga Nolla. El secretario de estado, Kenneth McClintock, ha hecho unas declaraciones muy desafortunadas para justificar la acción del DE de censurar los libros de José Luis González, Juan A. Ramos y Edgardo Rodríguez Juliá, entre otros. Denunciamos la errada determinación del DE de privar a nuestro estudiantado de una literatura de gran calidad que forma parte de nuestro acervo cultural”, determinó Alberto Martínez Márquez.