Una invitación al casco urbano de Río Piedras en horas de la noche puede parecer un error. A esa hora Río Piedras suele ser un espacio solitario y oscuro que inspira al miedo. Pero realmente había una convocatoria dirigida a la comunidad universitaria y vecinos en general para encontrarse el miércoles, 11 de febrero, a eso de las siete de la noche en la Plaza Robles, esa que se encuentra entre la estación del tren y la oficina del CESCO.
Un grupo de estudiantes del curso de geografía del género de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (UPR-RP) hizo la convocatoria a esa hora y en ese lugar con toda la intención de recuperar los espacios urbanos que han sido abandonados por parecer peligrosos.
A las 7:10 p.m., aproximadamente, entre la oscuridad del lugar ocasionada por las bombillas fundidas de los postes y el ruido que ejerce la guagua de la AMA o algún otro carro al pasar, se encontraban de entre diez a 15 personas reunidas. Estaban acomodadas como se acomoda la gente cuando van a rezar el rosario en la catequesis, en círculo y mirándose unos a otros. Poco a poco llegaban más personas. Venían alegres o asombrados, era extraño ver tanta gente en ese espacio a esa hora.
En una esquina había una mesa de dominó. En ella cuatro chicas jugaban mientras conversaban. En el otro lado un chico prestaba su cuerpo como lienzo y otras dos personas pintaban sobre él con colores llamativos como el verde y blanco.
Las personas del círculo se pasaban un altoparlante, quien lo tuviese lo usaba para expresar un reclamo, un testimonio o alguna frustración con relación a los espacios públicos poco frecuentados.
“Me mude aquí hace cuatro años soñando con una vida de ciudad, trabajo en la Universidad (UPR-RP) y camino sola con mi bulto y a veces uso la bicicleta. Siempre he pensado que a este espacio podemos darle muchos usos. Yo quisiera que hayan espacios donde nos inviten a quedarnos durante la noche y hacer otras cosas como conversar o jugar ajedrez”, dijo la primera exponente quien es vecina de Santa Rita.
Luego, la segunda mujer en hablar le dedicó unas palabras y una pancarta a la fenecida cantautora Ivania Zayas, ya que era una de las personas que utilizaba los espacios públicos para presentar su arte. La mujer dijo que era lamentable que haya muerto por caminar y acusó como un acto machista las expresiones que cuestionaban qué hacía Zayas sola en la calle a esa hora de la noche.
Los presentes le aplaudieron y recordaron la voz de Zayas mientras cantaba algún verso que ella habría cantado en las calles de Río Piedras, en algún espacio como en el que se encontraban ellos en ese momento entre compañeros y vecinos, al aire libre, mientras caía la noche.
Otro hombre mencionó que “la capacidad de los seres humanos de compartir se daña porque hay menos espacios” y añadió que “ojalá las plazas se llenen de poetas y poesía, de artes y murales, de flora y vegetación”.
Luego de que otros expresaran sus reclamos relacionados con el abuso de poder o el prejuicio por género, el profesor del curso, Rafael Díaz, quiso ilustrar mediante una dramatización la razón por la que se encontraban allí reunidos.
La historia que Díaz presentó trataba sobre un hombre que había sido invitado a la Plaza Robles y para hacer cualquier cosa en la actividad necesitaba un permiso.
“Yo ando solo, ella anda sola, él anda solo, ¿algún problema con eso oficial? Tomamos las calles no para hacer daño, tomamos las calles para promover la participación ciudadana sin importar quiénes seamos, cómo nos vestimos o qué visiones de mundo tenemos. Por favor, oficial, no criminalice nuestra participación aquí”, concluyó la dramatización.
Díaz dijo que la actividad se propuso varias semanas atrás en la clase de geografía del género con el propósito de promover el uso de espacios urbanos y romper con la idea de que ciertos lugares son peligroso, por lo que no suelen ser utilizados. Pero también, buscaban promover la perspectiva de género que, según Díaz, es una propuesta de sensibilidad y amor.
El curso de geografía del género se enfoca en estudiar el uso de espacios y lugares mediante escalas, enfocándose en la escala del cuerpo, del hogar, de la ciudad, lo urbano, lo nacional y lo global. A ese análisis le añaden la perspectiva de género.
“El curso analiza cómo las construcciones sociales de género y las perspectivas que se tienen de diferentes individuos incide sobre la producción de espacios y viceversa, cómo la producción de espacios incide en la producción de cuerpos y su movilización”, aclaró Díaz.
La actividad coincidió con la sorpresiva muerte de la cantautora Ivania Zayas, quien murió tras ser impactada por un vehículo mientras se disponía a cruzar la carretera PR-181 en Río Piedras. Díaz mencionó que este caso es el vivo ejemplo de lo que ellos intentan reclamar con relación a la perspectiva de género, ya que luego de la muerte de Zayas, varias personas cuestionaron, a través de las redes sociales, qué hacía una mujer sola a esas horas de la noche en un lugar tan solitario y oscuro.
La noche transcurrió entre diferentes presentaciones y declamaciones. Las horas pasaban y al lugar se unían más personas, quizás vecinos o compañeros universitarios. Un grupo de jóvenes se acomodó justamente al lado de la carretera, debajo de un árbol. Uno tocaba el bongó, otro el bajo, uno rasgaba la guitarra, mientras que otro tocaba el cencerro. Otro se cubrió el rostro con una máscara y un manto, tomó el megáfono y alegremente comenzó a improvisar al ritmo de la música. Bailaba de lado a lado, movía sus brazos y daba vueltas. Cruzaba la calle y regresaba, siempre cantando. Los espectadores aplaudían, reían y hasta bailaban.
También, en la memoria de muchos todavía se paseaba el poema que había presentado una joven universitaria del recinto de Humacao de la UPR.
“Mujer, te quieren sumisa, te quieren devota, te quieren callada. Mujer, te quieren sentada, te quieren acompañada, te quieren bruta…te quieren de porcelana, te quieren de día, te quieren de flor”, leía el mismo.
Esa noche Río Piedras tuvo una inyección de energía, como cuando una planta marchita disfruta del efecto que ejerce la lluvia sobre ella. Había personas de diferentes edades, con diferentes creencias y diversas habilidades. Compartían y hablaban entre sí sobre aquella inquietud que tenían en común, terminar con los espacios del miedo y volver a caminar por esos lugares que ya muy pocos frecuentaban.