El ‘Maestro de Maestros’ se fue, pero la comunidad universitaria y deportiva del País tendrá una última despedida.
El cuerpo de Don Félix Joglar estará expuesto hoy desde las seis de la tarde en la funeraria Buxeda de Hato Rey y mañana arribará a las nueve de la mañana al Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP), según informara hoy en la mañana el portavoz de la familia, Manuel Charbonier.
“Desde las seis estará hoy en Buxeda y mañana arriba a la UPR a eso de las nueve de la mañana. Estará en la Torre de la Universidad un rato y luego lo llevarán a la cancha de baloncesto del Complejo Deportivo, donde dio los mejores años de su vida”, destacó Charbonier.
“Entonces, de ahí pasará a la Casa Olímpica, donde estará varias horas antes de ser llevado de vuelta a Buxeda y luego a su entierro en el Señorial Memorial”, indicó a Diálogo Digital.
A continuación y en honor a su memoria, reproducimos una entrevista que se le hiciera a Don Félix Joglar en su casa de Puerto Nuevo, la cual salió publicada en la edición impresa de Diálogo de octubre 2007.
Una mañana 'versátil'
por Hermes Ayala
Puede que el 'opercot' que en esta mañana de lunes tira Félix Joglar no tenga la misma fuerza de hace 70 años, cuando fogueaba con Sixto Escobar. Él, no obstante, asesgura que todo estriba en la manera de pegar el golpe. "Mira, si te toca pelear, que esa es la última opción, tú tiras el puño desde atrás y con la pierna de la mano al frente para que lleve la fuerza de todo el cuerpo", explica el veteranísimo entrenador, a quien miles de universitarios y atletas le agradecen su formación deportiva.
Joglar tiene 91 años de edad y todavía esa manía de compartir su conocimiento con los demás no se le va. Quizás es que es mucha la data que guarda adentro este riopedrense y se le escapa solita. Por algo le dicen el 'versátil'. En el casi siglo que lleva vivo, Joglar ha participado en más de una decena de disciplinas deportivas, sobresaliendo en todos y cada uno de ellos. Aceptó platicar con Diálogo, pues "me encanta que la gente venga a hablar conmigo" y en el principio de nuestra conversación aclaró que existía un deporte que no había tocado: "No jugué con chiringas, porque no tenía".
Son las diez y media de la mañana. Don Félix aprovecha para hacer un aguaje con una pera de boxeo, molesto porque está media vacía. En el hogar de Joglar, en Puerto Nuevo, su hija Luisa Camelia no para de sonreír (o carcajear, depende de la anécdota) mientras explica cómo su padre pasa estos días. Cuarenta y siete años después de haber dirigido la selección nacional masculina de baloncesto y de haber ayudado a fundar el Boy's Club y a tres años de su retiro como técnico deportivo del Recinto de Río Piedras, Joglar luce jovial y más parlanchín que nunca, con un arsenal de historias digno de cualquier biblioteca.
"Cada día me dice una que no había oído", señala, mientras su padre recuerda cuando a los 10 años de edad su hermano y ex peloterazo, Pepe Joglar, lo obligó a pelear a los puños con aquellos chicos del Barrio Buen Consejo que lo intimidaban. "Primero hizo un cuadrado en la tierra con una vara. Me dijo: 'párate ahí y como te salgas del cuadro te voy a dar un fuetazo'. Esa fue la primera vez que 'boxié' como tal", sonríe, mostrando décadas de dedicación al deporte en cada diente.
Los cuentos de don Félix –a quien llaman 'don' mucho antes que al padre del boxeador Trinidad- son tantos como los deportes en los que ha brillado, ora como atleta, ora como entrenador. Su casa es un mini museo deportivo, lleno de trofeos, placas y fotos. Se le puede ver tanto como dirigente de los Azules de Bayamón del Baloncesto Superior de los '50, en pose oficial de boxeador cuando lo entrenaba José Lagos Fogonero allá en los '30 o en el uniforme de Río Piedras del equipo de pelota Doble A de los '40. En pleno 2007, con su estatus de pilar del deporte universitario y nacional intacto, Joglar prefiere el rol de anecdotario, compartiendo a la menor provocación sus experiencias y poniéndole mucha sazón a la historia deportiva del país. Y cada pasaje lo explica con tanta emoción… la conversación es cómo ver una serie de ESPN (¿Bronx is Burning, tal vez?), pero en blanco y negro.
"La primera vez que vi una pelea de boxeo, fue cuando tenía ocho años. Fue en el Universal Stadium, el primero que tuvo Río Piedras", expresa, dándole color a lo que los estudiosos del deporte puertorriqueño solo han visto en libros de Emilio E. Huyke. "Me acuerdo que (el forjador deportivo) Nenaco Miraje, jugaba con Santurce, vivía frente al Universal Stadium y al frente de su casa había un pino gigante. Él nos dejó treparnos en el pino para ver la pelea", explicó sonriente, como si cambiara la 'o' de su apellido por una 'u'.
No pasan ni diez minutos, cuando Joglar habla de la gimnasia, recordando al pintor Lorenzo Homar como uno de los pioneros de Puerto Rico en esa disciplina. De ahí, pasa a hablar de su participación en la formación de dos grandes dirigentes de béisbol y baloncesto, respectivamente, Mako Oliveras y Flor Meléndez. Luego hace un par de historias de básket de 'Tinajón' Feliciano, se acuerda de cómo la leyenda peloteril Pavi Emanuelli "le enseñó a batear a Roberto Clemente cuando apenas era un nene" y elabora sobre aquel día en 1948 cuando José 'Pepe' Seda le autografió su libro 'Pleibol'. Habla también de cuan buen portero fue don Germán Riekhehoff Sampayo en su juventud, mucho antes de revolucionar el olimpismo nacional como su jefe máximo. De inmediato pasa a debatir sobre quién es mejor, si Pachín Vicens o Carlos Arroyo: "'Pachín' lo hacía todo, 'gardeaba', veía muy bien la cancha… pero este Arroyo es tremendo. Lo que pasa es que en Estados Unidos no le dan mucho tiempo de juego".
Su hija Luisa Camelia trae varios vasos de agua para calmar el calor mañanero mientras rememora sobre cuando el gran 'divino loco', Rubén Gómez, compartía con su padre en el equipo Doble A de Río Piedras. Esto último obliga a Joglar a relatar otra historia.
"Estaba 'pichando' el 'divino loco' y el 'umpire' se había pasado todo el juego cantándole bolas a lanzamientos que eran 'strikes'. Él lo llama y le dice: '¿Oiga, usted está viendo bien? Yo creo que no tiene la vista buena'. El árbitro lo amonesta y Gómez se queda tranquilo. Luego viene a batear (Víctor) Pellot Power y el 'umpire' vuelve a cantar bola hasta que Pellot Power se embasa. ¡Gómez le dio una clase de 'trompá' al árbitro que lo tumbó de nalgas! Tuvimos que salir ese día escoltados de Caguas…", cuenta.
Claro, hay cuentos graciosos y hay cuentos tristes, como cuando Joglar fungió como técnico de Puerto Rico en aquel torneo de voleibol de 1970. El 15 de febrero de ese año, la selección nacional de voleibol femenino que capitaneaba Zoraida Figueroa salía del aeropuerto de Santo Domingo hacia Borinquen. La nave explotó justo antes de salir de la pista, muriendo más de un centenar de personas, entre ellas las integrantes del equipo patrio con el que él compartía. Joglar se había salvado por una de esas casualidades del destino.
"Yo me había quedado porque la Federación de Baloncesto de allá me había pedido que diera unas clínicas", recuerda ahora quien en 1965 se convirtiera en el primer técnico en ganar Dirigente del Año en el Baloncesto Superior Nacional (Santos de San Juan) y en la Liga Superior de Voleibol (Changos de Naranjito) en un mismo año. Sus ojos se han vuelto albercas.
"Decidí quedarme un día más para dar las clínicas. De momento, estoy practicando el tiro brincado con los dominicanos y llega un niño gritando '¡Murieron las puertorriqueñas, murieron las puertorriqueñas'. Yo no lo podía creer y estaba tan en 'shock' que se me olvidó llamar a casa. Cuando llamo a Puerto Nuevo, mi hijo empezó a gritar '¡Está vivo, está vivo!'… la casa estaba llena. Fue uno de los momentos más tristes de mi vida", dice.
De inmediato dice que son cosas que pasan, que si se goza se debe sufrir y, viceversa. Se emociona aún más cuando el tema se vuelve sobre el Recinto de Río Piedras de la UPR y sus Gallitos, término que ha sido sinónimo con Joglar durante las últimas siete décadas. "Si lo dejan pinta la casa rojo y blanco", señala Luisa Camelia, interponiendo su comentario entre distintos relatos de Joglar sobre su faceta de 'multicoach' en la Universidad.
"La Universidad para mí ha sido mi vida. Le doy gracias a 'Pochi' Oliver por haberme llevado allí", dice, con una lágrima rodando por su mejilla izquierda y recordando que nunca acabó el bachillerato pues se afectó mucho por la muerte de su madre. Joglar comenzó a estudiar a la edad de 30 años, luego de un par de años en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, donde nunca vio el campo de batalla pues "me tenían como una estrella de boxeo. Estaba de estelar en carteleras en las bases de Fort Worth y Curazao".
"Pero cuando 'Pochi' me llevó a la 'IUPI', eso fue lo mejor que me pasó. Enseñar es lo mío, siempre quería darle a los estudiantes lo mejor en el deporte que fuese. Quiero mucho a la LAI y al deporte en general. ¡Yo soy la Universidad! ¡Yo amo la Universidad! Y la Universidad siempre estará en mí…", manifiesta, profesando que su idilio con la institución va desde los estudiantes y el reloj de la torre hasta los profesores y la guardia universitaria.
El sol de mediodía ya se atenúa y la tarde viene de camino. Un cheque que la Universidad le otorga mensualmente como 'Deportista residente' -gestión lograda, según indica, gracias al Dr. Enrique Silva (QEPD)- yace en un sofá del mini museo de Don Félix, cual documento de su extensa trayectoria universitaria. Los nombres de las figuras más relevantes de la historia deportiva puertorriqueña siguen disparándose a diestra y siniestra, esto no acaba. En la pared, esa célebre cita de Bertol Brecht, puesta en una de las cientos de placas que tiene, lo resume todo: "Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles". Es claro. Joglar solamente dejará de luchar por el deporte cuando deje de respirar.
"Y cuando me muera creo que voy con Dios. No creo que tenga ningún problema en entrar allá", ríe. Más vale que allá jueguen deportes. De eso si sabe Don Félix.