José Martí me despidió de su patria recordándome que “la verdadera gloria está en el cumplimiento del deber”. La emblemática propaganda parecía un consuelo adelantado sobre lo que muchos anticipan será la inminente decisión cubana . Más que de consuelo, la frase lapidaria, debe servirnos de estímulo. Que no tenga dudas nuestro pueblo de que hemos cumplido, como nunca antes. Como lo hicimos en el ‘66 al ayudar a nuestros hermanos antillanos a llegar a la costa desde el célebre barco Cerro Pelado. Eran valientes puertorriqueños los timoneles de aquellos pequeños barcos. Cumplimos en el ‘80 acompañando a Cuba y al resto del mundo a las olimpiadas de Moscú en desafío al boicot político. Lo hicimos en el 82, bajo el liderato de German Rieckehof, convertidos en “limosneros” para participar en los Juegos de La Habana. Cumplimos en el Clásico Mundial de Béisbol de 2006, asumiendo la valiente postura de renunciar a nuestra condición, si no se viabilizaba la participación cubana. De este historial de cumplimiento y solidaridad deportiva nace la fuerza moral de nuestro pueblo para reclamar reciprocidad. La decisión que tome el pueblo cubano, aunque estemos en desacuerdo, debemos respetarla. Cada cual evalúa las circunstancias a la luz de sus realidades, y toma las decisiones que entiende correcta. Por nuestra parte debemos disfrutar la “Gloria” del deber cumplido. Nuestro País ha presentado la mayor cantidad de garantías jamás logradas para un evento similar. No tiene precedentes. Visado adelantado, seguridad de primera, múltiples alternativas de traslado aéreo, entre otras. Hicimos lo que siempre hemos hecho cuando decidimos ser anfitriones. Lo que teníamos que hacer. Cumplir con nuestro deber. Cumplimiento que no admite gradiente. Se descarga de manera absoluta e incondicional. Se trata de no dar margen a lamentos por omisión. De recorrer el camino completo. Poco nos importó la prognosis del resultado o lo empinado del camino. Había que cumplir y punto. “No pierdas el tiempo. Los cubanos no vienen como quiera” me comentaban con insistencia en algunos círculos. Criticarán también al médico que deja su alma en la sala de operaciones intentando salvar la vida de un herido mortal. “Se morirá como quiera, no pierdas tu tiempo”. Perder una vida cumpliendo con el deber, no es perder el tiempo para el buen Galeno. Dejarlo morir sin hacer el máximo esfuerzo jamás será una alternativa. Si faltaran signos vitales, apretaría su pecho y daría incluso de su propio aliento buscando una respuesta divina. Al cumplir con su deber gana el médico la gloria que describió Martí, aunque pierda la lucha por la vida. La misma Gloria que ha ganado nuestro pueblo en el esfuerzo de lograr la presencia en Mayagüez de la mayor de las antillas. El autor es presidente del Comité Olímpico de Puerto Rico.