#FotoDeLaSemana – Érase la infancia. Las tardes en Quintana a la sombra del calor de su abuela. Más tarde las distancias y otra isla. José Manuel “Chema” Soto contaba con 21 cuando Nueva York se hizo horizonte. Entonces hubo que juntar tablas, levantar una casa, inventar puentes con el eco del cuero y la voluntad de tantos.
Así nació el Rincón Criollo, mejor conocido como “La casita de Chema”. Corría el último lustro de los setenta en el South Bronx y un espacio crecía en el corazón de unos pocos. Y en ese corazón latía la bomba y la plena como el fuego primario de lo que vendría después: un lugar al que volver. Allí se mascaba el dolor, las esquirlas de la diáspora. Al calor de la casita –itinerante a causa del desarrollo desmedido– se le rendía tributo, a golpes de repique y de tambor, a la alegría lisa y cotidiana de saberse prójimo.
Finalizó el mes de julio y Chema murió a la edad de setenta años. Y volvió a su natal Loíza. Y nos dejó una casa. Y todo el calor, sigue ahí. (Ricardo Alcaraz / Diálogo)