Para un actor es uso y costumbre presentarse en las tablas o ante las cámaras. El actor está acostumbrado a la mirada de un público, a atraer la vista con sus contoneos o gestos de firmeza, a romper la cuarta pared con un aparte, a dibujar y articular un texto con el movimiento de su cuerpo acompañado de las palabras. Pero, ¿está preparado para enganchar al público con el mero uso de la voz? Eso, al menos en Puerto Rico, es una cosa del azar, “un proyecto sobre la marcha”, en palabras del reconocido dramaturgo y profesor Dean Zayas.
El célebre director de teatro se refirió así a la apuesta de llevar su más reciente montaje Me saqué la lotería (1887), del guayamés Manuel Alonso Pizarro, con el Teatro Rodante de la Universidad de Puerto Rico (UPR) a las ondas radiales del programa Radio Teatro Nacional de WIPR 940 AM.
“La cuestión de la radio ha sido algo casi intuitivo porque ellos no tuvieron ningún entrenamiento para esto. No ha habido ningún entrenamiento porque no tenemos ninguna clase que los entrene para radio. Yo creo que no la hay en ningún sitio en Puerto Rico”, comentó el catedrático del Departamento de Drama del Recinto de Río Piedras de la UPR en conversación con Diálogo.
Zayas, junto al Teatro Rodante, ha estado presentando la obra costumbrista de Alonso Pizarro en la universidad, así como en Culebra y próximamente, en Vieques y Ponce. “La obra no se va acabar nunca, porque es muy fácil montarla y cada vez que la hemos resucitado, ha gustado mucho”, añadió.
La comedia cuenta la historia de dos familias que se unen por el amor de sus hijos, Antonio y Chepa. A su vez, es un retrato de la vida del campesinado en la zona montañosa del oeste de la Isla en la postrimería del siglo 19.
La grabación de Me saqué la lotería fue el resultado del acercamiento del también reconocido dramaturgo Roberto Ramos Perea, quien labora dirigiendo obras en el Taller Dramático de WIPR 940AM.
En la cabina, Zayas —abrigado y guión enrollado en mano— miraba a los muchachos del Rodante. Ellos emanaban la emoción primeriza de actuar en la radio ante el reto de matizar sus voces y lograr contar una historia con el abandonado, complejo y arcaico léxico ajibarao de finales del siglo XIX.
La picardía de los personajes es evidente cada vez que suben al escenario. Mas en la radio, bajo la dirección de Ramos Perea, fue otro juego. La cabina, que está dividida en dos partes, tenía a un lado al director Ramos Perea con sus audífonos, notas y un panel sofisticado de tecnología. A su lado derecho, una joven se encargaba de la nitidez y calidad del sonido. A su izquierda, otra mujer trabajaba el texto de la obra en los monitores que se situaban frente a los actores del otro lado de la cabina, separados por una ventana rectangular de cristal.
En ese lado —el de los actores—, los seis jóvenes, apostados cada uno detrás de un micrófono, esperaban a que en los dos monitores se proyectaran sus líneas. Antes de comenzar, mientras el narrador leía la sinopsis y preparaba el ambiente para la comedia costumbrista, los muchachos se estiraban y calentaban.
Pero, ¿por qué tanto estiramiento? Esta vez no tendrían que caminar o correr sobre una tarima. En esta ocasión todo estaba sujeto al sonido, a la experiencia del teatro en un solo sentido. Y es que, aunque no había un público inmediato, el público estará justo ahora, cuando el programa estrene en las ondas radiales durante este mes.
Alma López, Gabriel Alfredo Santiago, Luis Oscar Rodríguez, Estefanía Soto, Carlos Hadock y Radamés Medina mostraron lucidez de principio a fin. Las risas del lado de la dirección y la producción no se hicieron esperar. Tanto el director Zayas, como el director radial Ramos Perea, estarían de acuerdo: los muchachos del Rodante lo estaban haciendo muy bien para ser su primera vez. De hecho, fue la primera vez que un colectivo del Departamento de Drama de la UPR grabó una obra teatral para radio.
Una vez comenzada la grabación, entre ellos se miraban a los ojos. Un personaje buscaba al otro y convertía ese espacio en un verdadero proscenio. Sus caras lo expresaban todo, y sus voces más. De vez en cuando, Ramos Perea detenía la grabación para pedirle afinar algún detalle, pero una vez retomaban la labor, le murmuraba a su compañera de trabajo con evidente satisfacción.
Ese sentimiento, sin embargo, era compartido. Tanto Luis Oscar, como Alma, Estefanía y Radamés sonreían cual niño con juguete nuevo en uno de los pasillos de WIPR. “Uno tiene que meter los gestos en la voz”, comentó a Diálogo Estefanía —a quien Ramos Perea elogió como “una actriz de voz prodigiosa”. A lo que Radamés añadió que los gestos, que son parte de la caracterización, los estaba haciendo de todos modos.
“Yo creo que las personas, como me están escuchando, ellos tienen que entender lo que yo quiero decir porque no me están mirando, y por eso tengo que matizar (la voz) mucho mejor y ser más clara”, opinó Alma, intérprete de Chepa, entre los jóvenes.
A fin de cuentas, los actores estuvieron de acuerdo con la importancia de matizar lo mejor posible sus voces. Logrando matizar despejarían el desconocimiento del público en algunas palabras o refranes que han caído en desuso y crearían en sus mentes los gestos y movimientos que sus líneas requieren en un escenario convencional. “Que el matiz se dé con intención”, puntualizó Radamés Medina, secundado por sus colegas.
Me saqué la lotería estará sonando todos los martes a las 10:00 a.m. en el programa del Taller Dramático de WIPR Radio junto a otras dos obras costumbristas, Cosas del día y El hijo de la verdulera, también del dramaturgo Manuel Alonso Pizarro e interpretadas por los actores del mismo taller.