Detrás de sus ojos hay memorias que serían más comunes en un militar que en un sacerdote.
Enero de 2010. Amel Nona llegaba a la ciudad iraquí de Mosul a la sombra del asesinato de su predecesor, Paulos Faraj Rahho, en el 2008. Fue ordenado arzobispo de una iglesia católica caldea que, asegura, ha sabido bien —desde siempre— vivir la fe cristiana entre persecución y odio.
Hoy Mosul, embestida por el Estado Islámico (mejor conocido como ISIS), está desierta de fe. Desde el 2014, miles de cristianos han sido asesinados, y otros miles se han visto constreñidos a abandonar sus tierras, migrando a regiones más al norte en Iraq. La gravedad del asunto es tal que la Arquidiócesis Caldea de Mosul ya es cosa de antaño. No existe, como tampoco existen los católicos allí.
Nona, un cura en el otoño de sus 40, tiene en sus ojos el reflejo de la fe y la alegría solapando la sangre y la muerte. “Quedarse en Mosul era un acto de fe, y la fe en Dios no mira el peligro alrededor”, sostuvo el prelado iraquí el pasado miércoles 20 de enero, mientras narraba cómo se vive la fe cristiana en el conflictivo Medio Oriente en una visita que hizo a la Parroquia San José en Guaynabo.
Nona, nacido en Alqosh-Nínive, perdió en Mosul a un sacerdote amigo en el 2007 que fue asesinado igual que su predecesor en el 2008. Llegó a la ciudad —por la que anduvo Santo Tomás en el siglo primero— tras los feligreses pasar dos años de naufragio eclesial. Quedaban pocos cristianos. Se iban, o morían. Y no era poco a poco. La razón era de uno a dos cristianos muertos por día. “Celebré funerales primero que la misa de inicio en el obispado” comentó ante las cientos de personas que se dieron cita a la velada.
La ciudad de Mosul, a 400 kilómetros de Bagdad, vio intensificada la persecución contra los cristianos en el año 2003 tras la caída del gobierno de Saddam Hussein. La población de la ciudad no alcanza el millón y medio de habitantes, lo que denota un dramático cambio. La región tuvo en su momento tres millones de habitantes, pero con los constantes ataques y la consecuente migración, la ciudad ha quedado en manos de ISIS desde junio de 2014.
Militares del Estado Islámico han destruido la ciudad, así como importantes estructuras y piezas históricas. Desde su museo —que fue bombardeado en febrero de 2015— hasta bibliotecas, manuscritos y la mismísima tumba del profeta Jonás, en Mosul todo ha quedado hecho añicos.
Mas según el monseñor Nona, hay algo inquebrantable en los cristianos oriundos de esa región. “La fe de la gente de Mosul es muy fuerte. Los cristianos de Mosul son muy valientes”, recordó. Al arzobispo se le ha cuestionado en un sinnúmero de ocasiones por qué no abandonaron antes la ciudad, y él, convencido, dice que “al ver la gente que caminaba a la Iglesia los domingos, a veces hasta por una hora, eso me daba un testimonio de verdadera vida cristiana. Los terroristas islámicos aman la muerte, los cristianos, la vida”. Permanecer, responde, era el mejor acto de fe.
No obstante, el tiempo no amilanó la situación. “En un día, 120,000 cristianos migraron”, lamentó. ISIS, un grupo radical y terrorista, busca instaurar la fe musulmana por doquier a fuerza de invasiones, muertes, intimidación y opresión. Son ultraortodoxos, obstinados y determinados. Ante eso, los caldeos (cristianos) de Mosul migraron, “todo por no abandonar su fe”. De entre tanto dolor Nona señala con orgullo y mucha fe que “ninguno de ellos se convirtió al Islam”, que parecía ser lo más sencillo.
Quienes migraron llegaron a ciudades como Telskuf, Alqosh y Duhok. “En los primeros días dormían en iglesias y no podían celebrar las misas. A ellos les duele haber dejado todo, pero están felices por su fe”, aseguró el también doctor en antropología teológica.
En su paso por distintas ciudades del mundo llevando su testimonio, el padre Amel se ha topado con preguntas, comentarios y, sobre todo, mucho apoyo. El cura recordó la pregunta de un periodista en España sobre si en algún momento se planteó dónde estaba Dios mientras veía morir, literalmente, a su iglesia. Nona, escueta y francamente, le respondió: “Esa pregunta solo se hace en el mundo occidental, no en Oriente. En Oriente nunca se pregunta dónde está Dios. La fe de Oriente no es de la mente, ni de la razón, es del corazón”. De igual forma explicó que “cuando preguntas qué es Dios o el amor, tal vez no den una respuesta bonita o no sepan explicar, pero su vida cotidiana es la mejor respuesta porque Dios forma parte de la vida, no de la razón”.
La fe, según el religioso, ha sido el móvil principal que ha mantenido y aún mantiene a los creyentes fuertes y robustos ante la incertidumbre. Sus vidas cuelgan de un hilo, o de un gatillo. Pero Nona reiteró, como les reiteraba a sus feligreses de Mosul, que “no se puede vivir la fe con miedo, sino con alegría”.
Por tal razón, en su mensaje en Puerto Rico, el arzobispo caldeo exhortó a los fieles a “vivir bien la fe. Tienen la libertad de vivir bien la fe. Tienen el gran don de vivir e ir a la iglesia sin miedo. Vivan bien la fe. Eso es lo que todos los cristianos de Oriente pedimos”.
Sobre el ISIS, Nona comentó que “el miedo que han creado es su arma principal, y la nuestra [los cristianos] debe ser la felicidad”. Sobre si se pudiera erradicar a este grupo extremista, el cura se limitó a decir que se necesita mucha más fe y más cristianos en el mundo ahora que en cualquier otro momento de la historia, porque ISIS no da marcha atrás y tiene gente decidida a morir por su causa.
En la mesa, el monseñor Nona estuvo acompañado por su homólogo Roberto González Nieves y por otro sacerdote que tradujo su mensaje del idioma italiano al español. Al concluir, Nona exhortó, una vez más, a que los fieles boricuas vivan la fe con alegría y mantengan en sus oraciones al pueblo cristiano de Oriente.