Agradezco la intervención crítica del doctor César Pérez Lizasuain con relación a mi reciente carta al Senado Académico sobre la propuesta del liderato estudiantil de una huelga indefinida. No hay duda de que tenemos perspectivas epistemológicas y teóricas diferentes lo cual limita la posibilidad de coincidencia pero, aunque así sea, es importante aclarar las diferencias y discrepancias para facilitar la discusión.
Yo creo que el profesor no ha entendido para nada mi argumentación y que pretende forzar mis ideas para que encajen dentro de un marco teórico que nubla tanto esas ideas como las realidades a que esas ideas se refieren.
El error básico de Pérez Lizasuain es no entender la naturaleza moral y política de mi planteamiento. Voy a comenzar con el aspecto político.
Mi argumento principal no es que “las demandas del movimiento estudiantil exceden el marco institucional de la UPR”. En primer lugar, en ningún momento hablo yo del movimiento estudiantil. Mi planteamiento se refiere específicamente a una propuesta del liderato de un sector de ese movimiento: la propuesta de una huelga indefinida.
El movimiento estudiantil puertorriqueño siempre ha hecho demandas que exceden el marco institucional de la UPR y desde la década de 1960 siempre ha tenido mi respaldo en eso. Los universitarios, y no solo los estudiantes, hemos hecho demandas sobre la relación política entre Puerto Rico y Estados Unidos (desde la independencia unos y desde la estadidad otros), sobre la presencia del ROTC en la Universidad, sobre el servicio militar obligatorio, sobre la guerra en Viet Nam, sobre la guerra en Irak, etc., etc. Pero ni siquiera en las protestas contra el ROTC, que fueron muy violentas y en las que hubo varias muertes en el Recinto de Río Piedras, se consideró declarar una huelga indefinida hasta que el asunto se resolviese a nuestra satisfacción. Lo que es inusual hoy es que se pretenda usar la huelga indefinida para resolver asuntos que no se pueden resolver así.
Cuando yo planteo que al considerar una huelga hay que tomar en cuenta quién es nuestro interlocutor y qué relación hay entre nuestras demandas y la posibilidad de que se satisfagan, no estoy criticando ni explícita ni implícitamente al movimiento estudiantil. No les he pedido nunca a los universitarios que limiten sus demandas o que las restrinjan a lo que es posible lograr dentro de la institución. Tampoco he atacado la huelga como instrumento de lucha. Mi carta a los senadores académicos indica mi posición respecto a esto de manera clara, inequívoca e insistente: reconociendo la validez de muchos de los planteamientos que se han hecho, la huelga indefinida en las presentes circunstancias es un error serio.
Cuando yo he criticado al movimiento estudiantil no ha sido por la extensión o la profundidad de los temas de su protesta sino por la miopía de sus tácticas. He dicho y escrito que el movimiento estudiantil presente solo sabe abrir y cerrar. Un día cierran la universidad, otro día cierran una avenida o el acceso a un edificio… ¿Y qué se logra con eso? El propósito de la desobediencia civil no es incomodar la gente, es elevar el nivel de entendimiento de la situación que se denuncia. Tiene que haber actividades educativas que le expliquen al pueblo por qué se protesta, las maneras en que personas y grupos tratan de usar la crisis para imponer sus proyectos y para enriquecerse, las fallas estructurales en el modelo económico y en el sistema político que incentivan la deuda, y en hecho de que un cambio en la relación con los Estados Unidos es necesario y no meramente conveniente, … entre otras muchísimas cosas.
La gente no entiende lo que está pasando. Entonces, si el pueblo no entiende lo que sucede y usted cierra una avenida ¿qué piensan? Piensan que usted es un loco, que usted es parte del problema y no de la solución. Entonces, cuando la necesidad más urgente es lograr que el pueblo entienda para que actúe, algunos líderes estudiantiles, en vez de mejorar la Universidad como instrumento educativo, lo que quieren es cerrarla indefinidamente a ver si con eso se logra que el país, de pura desorientación ante el caos, decida actuar. Es una terapia de shock y es una táctica políticamente inmadura y absurda. ¡Pues a eso yo me opongo!
Quiero, por último, referirme al aspecto moral de mi planteamiento que tiene, a su vez, una consecuencia política.
Señalo en mi carta a los senadores académicos, dos problemas morales que surgen de la posición de quienes defienden la huelga indefinida:
- La injusticia de pretender que a la Universidad se le exceptúe de los sacrificios a que se somete a otros.
- La injusticia en que se incurriría de pretender que se sostenga indefinidamente a la Universidad mientras ésta esté cerrada, dada la radical escasez de recursos en el país.
No voy a argumentar eso de nuevo, pero hay que recordar y aclarar una circunstancia política que surge de estos problemas morales.
Una de las razones para el éxito de las actividades de protesta de los universitarios, incluyendo las huelgas, es que el pueblo ha entendido y ha respetado los motivos de la protesta. Eso ha producido que las protestas hayan contribuido a cambios de gobierno. Pero ese entendimiento y ese respeto no se pueden asumir como si fuesen permanentes o garantizados. Si los universitarios hacemos protestas que sean percibidas por la población como caprichosas o abusivas vamos a perder su apoyo y, en la situación en que nos encontramos, ese puede ser un error estratégico: un error que conlleve pérdidas importantes y a largo plazo. Una lección para los pseudo maquiavélicos y los maquiavélicos de agua dulce: la pérdida de credibilidad moral produce el debilitamiento político.
Eso es todo lo que voy a decir a propósito de las confusiones de Pérez Lizasuain.
Quiero finalizar recordando que la Universidad no es solamente un medio, un instrumento en una lucha mayor, una pieza más en el juego político. Es también un fin en sí misma. Como medio, su valor fundamental es educativo. ¿De dónde sacaron los líderes estudiantiles su entendimiento de la situación del país, que tanto les preocupa? ¿No fue de sus estudios? ¿No fue de la Universidad? ¿Y qué se va a lograr con cerrarla? ¿Cómo se atreve nadie a decir que es mejor cerrar la Universidad que tenerla abierta como está? La Universidad es un medio y como medio hay que usarla y transformarla para que continúe educando y retando al pueblo puertorriqueño y para que lo haga mejor. Hay que protegerla para que sirva a otros como nos ha servido a nosotros y para que cultive aquella parte de nuestro acervo cultural que está bajo su custodia. Pero además es un fin en sí misma y debemos valorarla como uno de los mayores logros de la sociedad puertorriqueña.
Notas relacionadas:
Peripecia del movimiento estudiantil: respuesta al profesor Raúl Cotto
Actuar, pero con una universidad abierta
El autor es catedrático asociado en el Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Puerto Rico-Recinto de Río Piedras.