1.
Cuando llegó el coche fúnebre, no había ataúd, ni cuerpo, ni muerto. Es imposible que muera lo que nunca existió y sin embargo allí estábamos, presenciando la muerte de lo que no fue ni Estado, ni libre, ni asociado, ni nada.
No hubo lágrimas. No había necesidad de llorar lo que nunca nos abrazó y siempre nos abrasó. Han sido seis décadas de quemarnos a fuego lento en una farsa jurídica. Seis décadas y seis sacerdotes de la mentira que han echado polvos mágicos a ese fuego para redefinirlo, reinventarlo, rejustificarlo, revivirlo.
Pero no puede revivirse lo que ni siquiera existió.
La noche del 30 de junio era la ocasión donde por fin, 64 años después, celebrábamos la muerte del Estado Libre Asociado, la santísima trinidad del coloniaje.
Y en toda fiesta hay comida. Se supone.
2.
Así reza uno de los cánticos que da inicio al rito eucarístico:
Reunidos en el nombre del Señor (en este caso, el ELA) / que nos ha congregado ante su altar (el Capitolio) / celebremos el misterio de la fe (en la colonia) / bajo el signo del amor y la unidad (meh, esto sí).
Tampoco es que hay que creer en ninguna de las dos cosas.
3.
—Bienvenidas y bienvenidos a la Cena negra. Este es el fin del ELA. Sírvanse, pues.
Convida a los presentes Mickey Negrón, quien después añadirá:
—Esta no será una cena abundante. Será una cena precaria.
Porque el ELA, que no existe y como quiera existió –cosas extrañas pasan en la colonia– nos dejó así, en la precariedad.
Sobre la mesa que protagonizaría el banquete no había, pues, mucho. Abundaban, empero, las cáscaras de huevo, porque como el coche fúnebre sin ataúd y el ataúd sin cuerpo y el cuerpo sin mente y la mente sin neuronas de quienes creen que el ELA no ha muerto –o peor aún, que todavía existe– no hay mejor metáfora que la del cascarón vacuo, sin contenido proteínico, inútil.
4.
En la primera –que no última– cena, Al Rafah, candidato a la gobernación por el Partido Anartista, repartió lascas de pan, porque “no hay tierra ni libertad, pero hay pan”.
En la primera –que no última– cena, Hermes Ayala repartió frutas y viandas y spoken word:
En esta cena negra traigo
una malanga pa’ estos malangos.
Pa’ estas batatas con corbatas
–perpetuadores de aquel ELAguacatón
que nos jodió hasta de carambola,
que nos dejó la piña agria,
en trozos y sin corona–
pa’ esos malangos lo que hay es
limones pa que se arresmillen.
Un paquete de melones,
porque los melones son un paquete.
Pa’ esos malangos lo que hay es
yuca, yuca y más yuca.
Y una ciruela pa’ que caguen
pero lejos
que estamos cansaos ya
de que nos caguen a nosotros.
En la primera –que no última– cena, Mim Pizarro se armó de un plátano como pistola, porque las ideas pueden llegar a ser letales, porque la imaginación es la nación que nos queda, y porque para salir del trance colonial hay que asesinar a muertos como el ELA, con el fruto de la tierra y la mancha que cargamos.
En la primera –que no última– cena, José Raúl González, Gallego, declamó Dulce Santurce, un poema que “no tiene que ver nada, pero tiene que ver”. Un poema quizás de amor, porque en la precariedad amarnos es la moneda común, pero un poema a Myrna más que todo, por la que escribe algo tan poderoso como
“que busco en el cielo nubes que tengan la forma de sus muslos / que me derribo como un vuelo comercial cuando no sé de ella / y comienza a caer granizo en Puerta de Tierra”.
En la primera –que no última– cena, Mariana Nogales Molinelli –la viuda que nunca se casó con el difunto– sentenció que “la lucha contra la junta dictatorial la daremos desde espacios de democracia” y no desde simulacros de asambleas en el Roberto Clemente; que si muere la colonia, “¿será también la muerte del bipartidismo, que hasta aquí nos ha traído?”.
En la primera –que no última– cena, Mara Pastor, evocando a José María Lima, resumió la herencia del difunto en tres versos: “hay una deuda / pero está rota / y es inútil pagarla en pedacitos”.
5.
El performance, por definición, irrumpe. Transgrede. Perturba lo usual. Incomoda.
De ahí su potencial político. Porque está claro que es arte: uno que nace al momento y muere al momento y no dura más allá del momento. El performance es la protesta más poderosa, por efímera que sea.
Y sin embargo aquí las palabras juegan a ser ventilador artificial, y mantienen conectado al performance, porque hay cosas que merecen vivir y otras que merecen morir. O escribirse.
Como la belleza violenta de la Cena negra. Como los aplausos en medio de la precariedad, porque significa que todavía hay esperanza.
6.
Ironías.
Primera: en el friso sobre las columnas corintias del ala norte del Capitolio está inscrita la siguiente frase de Luis Muñoz Rivera: “El derecho, la libertad y la dignidad por encima de todo”.
Su hijo –el padre del difunto– nos las negó todas.
Segunda: oficialmente, el nombre del espacio donde se celebró el funeral del ELA y la Cena negra es “Plaza de la Democracia”. De acuerdo con la placa conmemorativa en inglés, la plaza fue reconstruida y posteriormente inaugurada el 10 de mayo de 2012, ¿gracias? a la ¿gestión? de Thomas Rivera Schatz y Jennifer González Colón.
Curioso que ambos sean líderes del partido político que busca la igual relación con Estados Unidos, a pesar de que Estados Unidos –es decir su presidente, su Congreso, su Tribunal Supremo, todos, en menos de una semana– nos dejó saber que esa relación siempre ha sido, y será, desigual.
Tercera: “¡Despierta boricua. No a la junta, p****a!”, gritó un hombre desde un carro.
Porque al parecer la patria se hará desde los carros, porque de seguro hay más carros que gente en esta isla.
7.
El oficial de la Policía, que no quiso identificarse y quien lleva siete años laborando en el Capitolio, estimó la asistencia en 150 personas.
—¿Y qué usted piensa de esto?
—Bastante original. Nunca había visto una protesta a ese nivel.
—¿Y está de acuerdo o en desacuerdo? ¿Cómo ve lo de la junta?
—Nosotros como oficiales del Estado* de Puerto Rico no podemos irnos por ninguno de los dos lados. Nosotros solamente velamos por el bien entre ambas partes.
—¿Y si no tuvieras el uniforme?
—Ah, no te pudiera contestar. Tienes que preguntarme después que salga.
*El agente no comprendió que ese ente no existe y que acababa de presenciar su funeral.
8.
Al final, un poema colectivo, forjado a gritos:
¡Viva la revolución!
¡Viva la revolución!
¡Libertad!
¡Resistencia!
¡Libertad!
¡Libertad!
¡Viva la –libertad– revolución!
¡Resistencia!
¡Al carajo el ELA!
¡Al carajo!
¡Al carajo la junta!
¡Libertad!
¡Resistencia!
¡Resistencia!
Hoy comienza
la resistencia más grande
que se ha visto en el Caribe.
¡Qué viva la resistencia
a la junta
y a la colonia!