Recorremos los lugares comunes de las razones políticas e históricas de la quiebra económica y social del país. Resumimos todo un saber común y compartido de nuestro estado de situación. Proponemos una apuesta crítica a la esperanza ciudadana de buscar salidas a la partidocracia corrupta y depredadora que arruinó el gobierno.
Lo que sabemos: la punta del témpano
Sabemos que las fuentes noticiosas de expresión pública no garantizan la veracidad del hecho. Toda opinión resulta a la postre tendenciosa, pues filtra la evidencia documental a través de sus preconcepciones. (Aquí asumo mi responsabilidad y derecho a ejercer mi sentir y pensar crítico). De ahí que podemos constatar cómo, por ejemplo, el hecho documentado de esta crisis fiscal y económica, informa las más variadas y peregrinas interpretaciones y soluciones.
Sabemos que las mentiras y medias verdades se han naturalizado en el discurso mediático y el pueblo le sigue entregando su confianza a la clase política instalada en el poder, a pesar del descrédito que tiene dentro de ese mismo discurso mediático. Son las tretas de la demagogia, de la retórica del miedo y de la palabrería de un porvenir de igualdad ciudadana. Son los cantos de sirena que la gente quiere oír y creer aún a sabiendas del engaño. Por eso las promesas son parte del menú a la carta que los partidos confeccionan para arrimar seguidores a su brasa.
Sabemos que la crisis fiscal y económica de Puerto Rico proviene de su relación política con Estados Unidos y de su proceso de modernización. Es estructural debido a su condición histórica de subordinación, a su política socioeconómica de alabanza de urbe y menosprecio del agro, al complejo de isla chiquita que niega su potencial de desarrollo y a la migración masiva de puertorriqueños. La crisis se debe también a un problema de liquidez crónica en las arcas del Fondo General producto del traqueteo histórico de los partidos con las finanzas públicas. Se debe a la desindustrialización en el sector manufacturero del país a cambio del fomento de las corporaciones exentas. A la desventaja -por diseño- de las exportaciones de bienes y servicios. Se debe también al fracatán de exenciones contributivas (las tangibles y las intangibles), a la política de privilegios fiscales y a la falta de fiscalización. Al padrinazgo partidista, y, sobre todo, al conjunto histórico de políticas públicas que le dieron la espalda al desarrollo de las empresas del país.
Sabemos que la crisis es orgánica por la forma en que está organizado el gobierno a base de prebendas y lealtades que estimulan la incompetencia y la corrupción. Es la ortodoxia partidista la que no ha podido articular una visión de desarrollo económico más allá de uno o dos cuatrienios. Mucha sombrilla pa’ quí, mucha consolidación pa’ ya, pero a la hora de la verdad se durmieron en las pajas sin un plan de recuperación económica y “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.
Sabemos que, paradójicamente, el apetecido manjar del mantengo federal fue un dique que retrasó lo inevitable. La carrera del coco/pavo de quien gana más fondos federales se convirtió en balón político del bipartidismo y no es para menos pues en trasferencias netas representa miles de millones de dólares anuales -más del 25% del Producto Nacional Bruto- fondos que para efectos de desarrollo económico no impactan directamente la actividad productiva del país, pero sin ellos Chaco, nos come un caballo mellao.
Sabemos que en las elecciones de Estados Unidos ganó la derecha ultraconservadora con una agenda a mediano plazo de desregulación del capital financiero, de reducción de impuestos a las grandes corporaciones y de reducción sustancial en las aportaciones federales de los que Puerto Rico depende como náufrago aferrado a un frágil leño.
Sabemos que dadas las condiciones materiales de nuestra condición económica, para activarla a corto plazo se va a necesitar un “jumpeo” del Tesoro Federal pues tarde o temprano alguien tendrá que abrir la billetera o sacar la Guardia Nacional a la calle. A menos que ocurra el milagro de los “panas” y de los “pejes”: los bonistas guardan su cuchilla legal y tranzan. O que el Task Force de Desarrollo Económico de Puerto Rico ponga una pica en Flandes y logre que el Congreso apruebe propuestas de desarrollo y revitalización económica. O que PROMESA imponga el Título III o el Título VI de la ley y obligue a las partes a negociar de “buena fe”. De lo contrario Chaco, no habrá capullito de alelí, ni lamento borincano que valga.
Sabemos por los hechos que la “medicina amarga” empeoró al paciente. Pero, ahora la nueva estrategia de revitalización es “romper en frío”, una nueva receta para curar la adicción a la wellfaremanía. Luego, ¿qué vendrá?… ¿romper en seco, el shock therapy, la inyección letal de más préstamos, el water boarding en los sótanos del estado corporativo?
Sabemos que la crisis fiscal no es una figura retórica sino política. Sabemos que los culpables de la deuda tienen cara, nombre y apellido, se rascan y andan por ahí tal cual. Sabemos que todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad pues seguimos en la noria histórica de elegir a quienes nos engañan y dividen.
Sabemos que reducir la deuda como un ejercicio aritmético de contabilidad fiscal para cuadrar el libro, disciplinar el fisco y pagar lo que se debe, sería filete para los bonistas, jamón para los inversionistas y hueso duro para los acreedores permanentes de todas las crisis.
Sabemos que las mentiras hace tiempo se han institucionalizado, que la memoria colectiva es cada vez más corta, no hay más que oír la retahíla de promesas de los partidos gobernantes. Y sabemos que nuestro abnegado General Manager de este próximo cuatrienio se prepara para la suprema definición: cumplir o no cumplir con su promesa de acatar a PROMESA. “Aquí tiene su informe señor….lo que usted entienda mejor, señor…, necesito su visto bueno, señor…, ¿puedo proceder… lo interrumpo señor?.., disculpe señor pero, no le recomiendo…, sí, sí, entiendo ¿me puedo retirar?… gracias, señor…”
Sabemos que nuestro Juan del Pueblo es un Sísifo criollo con dos peñones. Mientras sube el peñón del estatus, rueda el peñón de la deuda. Cuando sube el peñón de la deuda, cae el peñón del estatus. Y así en un eterno retorno de los dos peñones. Pero sabemos que nuestro Sísifo entre peñón y peñón se da su escapadita del Hades fiscal para comprar en los Moles hasta que le cierren el portón de la tarjeta.
Sabemos que no sabemos cómo ni cuándo se va a resolver esta crisis. Sabemos que no sabemos cómo deshacer este nudo gordiano. Sabemos que no sabemos cuál es la hebra precisa para deshilar este embrollo de hilos que nos dejó Ariadna en el laberinto de este sótano. Ni siquiera sabemos (aunque sospechamos) cuál es la deuda ilegal, tampoco sabemos (aunque sospechamos) de cuánto será la condena nuestra de cada día. Sabemos que la Junta tampoco lo sabe, pero sí sabemos que más tarde que temprano o más temprano que tarde nos viene pa’ encima una avalancha de demandas.
Sabemos de sobra que la deuda es descomunal, incalculable, y sabemos que la deuda no engordó sola, que son personas no personajes quienes le echaron la tóxica levadura y sabemos que dudosamente tendrán su día en corte.
Sabemos que hay una maraña de intrigas y de pezuñas metidas en ese saco de 70 mil millones en deuda y de $67,500 mil millones en el déficit del gobierno en los próximos diez años y sabemos que los responsables de la deuda, acreedores y deudores por igual le huyen a una auditoría independiente capaz de ponerle el rabo a esta musaraña.
Sabemos que la Junta no vino a deshojar amapolas hawaianas, sino a empuñar el hacha republicana: a privatizar y vender activos del gobierno, a reducirle más impuestos a las corporaciones “invitadas”, a entregarles los jugosos contratos a sus socios y allegados, a cortar gastos y subir el costo de servicios esenciales, a machetear la Universidad y a cortar cabezas. Vienen a vender: yes, yes, we are open for business.
Sabemos que los entrantes ejecutivos de este jardín político de máximo esplendor están impelidos a obedecer. Pues sabemos que el ELA nunca fue estado, nunca fue libre y que ahora, desasociado por los poderes de las tres castas del gobierno federal, se evapora como un espejismo en su propia bañera ideológica.
Sabemos que estamos en un callejón sin salida, entre la espada y la pared pues todas las decisiones son malas para unos, para otros o para ambos. Sabemos que las circunstancias políticas y socioeconómicas son negativas. Sabemos que cada mes aumenta exponencialmente el déficit económico y la mórbida deuda fiscal engorda. El problema es la urgencia y la urgencia es el problema pues la situación es tan crítica y compleja que no hay solución a corto plazo, a menos que se haga un “reset” del sistema financiero, una bariática al cuerpo mórbido de la deuda.
Sabemos que andan por ahí las cuadrillas de expertos financieros de Wall Street, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, Nacional, Central, de la Reserva Federal. Sabemos que andan por ahí las facciones de las Kruegers y las camarillas de las grandes corporaciones de los bancos y de los fondos de inversión de capital. Sabemos que andan por ahí con sus fórmulas de revitalización, con sus recetas mágicas y promesas de auxilio económico debajo del sobaco, listos para el tumbe de los millones, desde luego.
Sabemos que los funcionarios que nos metieron en esta olla podrida no han tenido la babilla para reclamarle al Congreso su responsabilidad política.
Entonces… ¿qué hacer?
La crisis fiscal ha precipitado la crisis política que se venía cuajando desde hace años. Los políticos endeudan el gobierno para mover la economía y la economía perpetúa a su vez a la clase política en el poder. Pero cuando ese poder político no tiene siquiera el control de su política económica entonces, Chaco, tenemos la tormenta perfecta para una crisis humanitaria.
El resultado de las elecciones en Puerto Rico y en los Estados Unidos aunque de maneras divergentes confirma el hecho de una reificación del discurso de la austeridad por encima del bienestar social y de los asuntos fundamentales en donde se nos va la vida como sociedad. En el caso de Puerto Rico, el efecto de las elecciones apunta prima facie a un desgaste del bipartidismo vis a vis el crecimiento del voto independiente. En el caso norteamericano, a un endurecimiento de la supremacía blanca, racista, nacionalista y ultraconservadora. Escenario éste último políticamente explosivo y adverso para los derechos civiles de ambos países.
No obstante, el ámbito de lo social y de lo político en ambos países, atascados en la retórica de estas narrativas partidistas, se empieza a sacudir de la molicie de su zona de confort. Y se vislumbra en el horizonte, no muy lejano, que habrá movilización ciudadana. La crisis económica no se resolverá, excepto para los ricos, por lo que seguramente a la clase política en el poder se le hará muy difícil gobernar sin intimidación y violencia.
Estamos viviendo días muy aciagos y lo peor está por llegar. Sin embargo, estamos viendo un aumento en la organización ciudadana que exige ser parte de la discusión pública sobre los problemas que aquejan al país. ¿Estará surgiendo una nueva voluntad social de reclamar el espacio de lo propio? ¿De una reapropiación de la cosa pública por los ciudadanos y para la ciudadanía? Habrá que ver si estos nuevos agenciamientos de empoderamiento al calor de esta crisis secularizada, en efecto, podrá cambiar el rumbo incierto del país.
En este sentido, apostamos por la esperanza de un país diferente que se aleja poco a poco de la pezuña cazadora de los dos partidos tradicionales. ¿Será esto un espejismo o una esperanza del idealista que llevamos dentro?
Habrá que ver qué pasará en los próximos capítulos de esta crónica de un gobierno moribundo. Todavía hay mucho ruido en la discusión pública, mucha turbulencia de ideas, mucha confusión e incertidumbre en las redes sociales, en los medios, en la calle, entre la gente. Y, a juzgar por lo que está pasando aquí y en el resto del mundo, el “new normal” de un nuevo precariado social se sigue cocinando en los sótanos del estado corporativo.
Todavía no sabemos cuál es la verdadera historia de esta burundanga fiscal, si es que hay una “verdadera historia”, si es que alguna vez la sabremos. Solo vemos la punta del témpano. Sabemos, eso sí, que no hay desnudez donde meternos.
Chaco, se avecinan fechas críticas: 15 de enero la Junta de Control Fiscal revisa borrador del Plan Fiscal, 30 enero fecha límite para certificar dicho plan, 1 febrero se acaba el dinero en caja, 15 de febrero vence la moratoria y entra un pago billonario de obligación a la deuda.
Nos vemos al final de este año fiscal con otra entrega de esta Crónica de una crisis crónica de un gobierno moribundo.