Puerto Rico cuenta con científicos sociales de primera. Estas personas laboran en diversos escenarios en nuestra sociedad (como organizaciones de base comunitaria, gobierno y universidades) y realizan tareas relacionadas a la provisión de servicios, la prevención de condiciones de salud física y mental, la formulación y evaluación de política pública y la investigación.
A pesar de que algunos científicos sociales se han insertado en la política pública, todavía nuestra participación en esta área de intervención es baja. Esto se debe a la equiparación de la política pública con la política partidista, la cual muchos quieren evitar, y a la falta de adiestramiento de estos profesionales para incidir en esta área.
La importancia de la acción político social de estos profesionales se devela en los temas que trabajan. Figuran entre estos: la violencia de género, la prevención de enfermedades de transmisión sexual, el desarrollo de intervenciones para diversos problemas de salud mental, la prevención de la violencia en diversos escenarios (como la escuela y el trabajo), la aplicación y sustentabilidad de tecnologías de energía renovable. Estos asuntos sociales requieren de acciones políticas basadas en el mejor conocimiento científico, a pesar de los embates del presidente Donald Trump y sus secuaces republicanos.
La crisis económica que experimenta el país, las anticipadas acciones de la Junta de Control Fiscal y el gobierno central y el ataque federal al conocimiento científico hacen aún más imperante que los científicos sociales se inserten en el debate público. Lo que se avecina demanda una auto reflexión de este sector de nuestra sociedad y de su rol en la solución de estos problemas.
Como menciona el investigador en cambio climático, Ben Santers, “cuando dedicas tu vida a la investigación científica, no te puedes dar el lujo de quedarte callado ante los embates de la política”. Esto apunta al imperante moral y ético que tenemos de poner la ciencia al servicio de nuestra sociedad. Las maneras de hacer esto pueden ser diversas. Desde colaboraciones con sectores tradicionalmente oprimidos hasta acciones a nivel gubernamental. Otras acciones incluyen la redacción de columnas de periódico para denunciar situaciones o proponer acciones concretas, redactar proyectos de ley, evaluar proyectos de ley, deponer en vistas públicas, concretar apoyo internacional para acciones sociales y unirse a movimientos sociales, entre otras cosas.
Otro imperante es informar al gobierno y al público en general acerca de las implicaciones sociales de las acciones de control fiscal propuestas. Poseemos evidencia de investigaciones a nivel internacional que apuntan a que las acciones propuestas pueden desembocar en mayores niveles de pobreza, un aumento en diversos tipos de violencia, el empobrecimiento de la salud mental (la cual ya es precaria), suicidios y la migración en masa de puertorriqueños a otras partes del mundo. Estas situaciones sociales no solo tienen un impacto en la seguridad económica y física de nuestros ciudadanos, sino que afectan la economía del país y exacerban todo tipo de desigualdades sociales.
Los científicos sociales también tienen la responsabilidad de documentar este momento histórico, de recopilar historias de vida de aquellos que experimentan el desempleo, el pluriempleo y la ansiedad de una futura jubilación sin una pensión digna. Son las historias de aquellos que migran, no porque “se quitan”, sino porque el país que aman no les provee las herramientas para poder desarrollarse plenamente y sostener a sus familias. La migración, en muchos de los casos, no es “voluntaria”, sino una decisión casi de sobrevivencia para aquellos que no encuentran posibilidades o aquellos que encuentran en el sistema un impedimento para el progreso.
Estas historias deben ser contadas desde las voces de quienes sufren las consecuencias nefastas de las políticas neoliberales de nuestro gobierno. El escuchar sus historias le arrebata al gobierno la posibilidad de homogeneizar las vivencias y las decisiones, convirtiendo a estas personas en villanos que traicionan la patria. El científico social, puede proveerle la plataforma a estas personas de compartir sus narrativas y transgredir el discurso apaciguador del Estado. Estoy seguro que muchas de estas historias apuntarán a que nuestros compatriotas no desean irse. ¿Por qué van a querer irse del espacio que denominan su hogar? Dice el poeta Warsan Shire que “nadie desea dejar el hogar a menos que el hogar se haya convertido en la boca del tiburón”. Sin duda, hoy vivimos atrapados en la boca del tiburón.
Como científicos sociales también podemos liderar iniciativas de educación popular que ayuden a nuestras comunidades a entender por un lado los elementos complejos de situación que vivimos, y por otro que les estimule a la autogestión. Nuestras comunidades tienen el potencial de llevar a cabo proyectos de desarrollo económico que les permita generar una economía solidaria entre sus miembros. También deben entender que la democracia no se basa en votar cada cuatro años, sino en las acciones cotidianas que ejercen presión política en nuestros oficiales electos. Hay que romper con la pasividad y fomentar la acción cívica en colaboración con otros sectores.
Finalmente, debemos investigar las condiciones en que nuestra niñez y juventud se está desarrollando y generar proyectos para atender estas situaciones. Este llamado es particular para psicólogos y trabajadores sociales que en su diario trabajan con estas poblaciones.
La generación joven debe estar informada de lo que sucede en el país y debe tener oportunidades de acción social concretas y apropiadas para su nivel de desarrollo. No podemos escudarnos en el discurso de preservar su inocencia. Esta visión limita el desarrollo cívico de este sector, silencia sus posibles contribuciones sociales y los pone a la merced de las decisiones de los adultos. Además, no les provee las herramientas para manejar el mundo complejo en el que están insertados.
Por ende, para los científicos sociales no es una opción quedarse callados. No asumir su responsabilidad profesional y cívica los hace cómplices de las acciones gubernamentales. Para aquellos que ya hacen su parte, sigamos poniendo nuestros conocimientos, destrezas y hallazgos científicos al servicio de la sociedad. Para los que todavía no se insertan, la situación demanda su valentía y acción.
El autor es catedrático auxiliar del Departamento de Psicología del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.