La trata de Puma, Adidas, Nike y hasta Michael Jordan
Quinto artículo de la serie sobre trata humama en el deporte
En abril de este año, la Universidad de Wisconsin tomó un gigante paso lejos del ambiente capitalista que caracteriza al deporte colegial de Estados Unidos. El rector de la institución, Biddy Martin, anunció a la prensa que esa entidad daba por terminado su acuerdo de licenciamiento con Nike, debido a sus cuestionables métodos de emplear gente, aludiendo a relevante información de que este gigante corporativo despidió a los trabajadores de sus talleres en Honduras sin ningún tipo de abuso o compensación, luego de años trabajando por sueldos ínfimos.
La decisión de Wisconsin, no obstante, fue una de una creciente ristra de protestas contra las condiciones de trabajo de las grandes compañías multinacionales que se encargan de hacer los uniformes deportivos en la National Collegiate Athletics Association (NCAA). Desde 2006 conflictos como estos han sacudido la NCAA, organismo que se mantiene en gran parte gracias a los auspicios de corporaciones como Puma, Nike, Adidas y Jordan, denunciadas por múltiples organizaciones de derechos civiles por aparentes violaciones que incluyen desde poca paga a trabajadores adultos hasta la esclavización de niños en talleres escondidos en países tercermundistas. Hace cuatro años, por ejemplo, una veintena de universidades estadounidenses pertenecientes a la Primera División de la NCAA anunciaron la implementación de un “programa de suplidores designados”, con la intención de bajar la cantidad consumida a las grandes corporaciones y entregar contratos a empresas norteamericanas como Starter, que basan su producto en manufactura regulada bajo leyes federales.
La cosa a nivel mundial luce más abominable aún. Una serie de artículos publicados este año por el diario cibernético inglés The Independent reveló un estudio en el que 218 factorías de Puma, Adidas, Nike y Jordan mantenían prácticas ilícitas a la hora de contratar manufactura. “Baja paga y largas horas de trabajo son comunes en estos talleres de trabajo, pero algunos usan mano de obra en prisiones, vetan los acuerdos colectivos, amenazan y hostigan trabajadores y obligan a mujeres a realizarse pruebas de embarazo”, expresa uno de los artículos escritos por el veterano periodista Martin Hickman.
Según Hickman, Nike realizó una campaña para controlar el daño hecho a su marca por dichas denuncias, señalando posteriormente que de 479 talleres de trabajo, 168 fallaron exámenes de estándares y fueron cerradas. De Puma, por su parte, Hickman escribió que “una de cada cinco fracasaron al ser auditados dos años atrás. Una serie de vídeos posteados en Youtube por varias organizaciones sin fines de lucro muestran fotos de condiciones de trabajo infrahumanas en talleres en países de escasos recursos, donde jóvenes, niños, mujeres y ancianos realizan labores como conformar balones de fútbol y coser caros artículos de ropa deportiva que luego son vendidos por diez veces o más de la cantidad de dinero que estos obreros ganan al mes.
Sobre la marca Jordan, que administra el legendario jugador de la NBA, Michael Jordan, también ha habido denuncias, aun cuando el propio ícono deportivo estadounidense no ha hecho comentario alguno sobre esto.
Estaremos en el Siglo XXI, lejos de las cadenas que ataban a los esclavos que centurias atrás se transportaron a cuanto rincón del mundo había, pero el deporte profesional sigue nutriéndose de todo antónimo de emancipación. La abolición está aún por verse, quizás se decida en penales o en entradas extra.
* Esta nota pertenece a un reportaje publicado en la edición impresa de Diálogo.