Los cinéfilos de la alta cultura se encuentran a solo dos años de celebrar el cuadragésimo aniversario de Annie Hall, el magnum opus dentro del repertorio cualitativamente oscilante de Woody Allen. Así como puede entregar filmes aclamados como Manhattan, Midnight in Paris y el mencionado, Allen es capaz de fallar en su filmografía tal y como nos lo ha probado el tiempo.
Aproximadamente, este estadounidense lanza una película por año; una navaja de doble filo. Tanta idea fílmica y mucho plan de producción le pueden quitar el encanto a una labor cinematográfica excepcional. Lamentablemente, este fue el caso para Irrational Man, su entrega más reciente.
El director y escritor vuelve a la clase socialmente privilegiada. Esta vez con la historia de Abe Lucas (Joaquín Phoenix), un famoso profesor de filosofía cuyos reconocimientos no le impiden una depresión existencial. Lucas enseña un curso veraniego en el cual se encuentra Jill Pollard (Emma Stone) quien enchispará una relación amistosa y mucho más con el profesor.
Como el destino es malvado, Pollard y Lucas oyen la conversación de un grupo desconocido en donde una mujer llora su mala suerte judicial, que concluirá con la pérdida de la custodia de sus hijos. A causa del deseo mortal que le tiene la mujer al juez que observa el caso, Lucas -para darle significado a su vida- comienza a tramar el asesinato premeditado de este funcionario público.
Ni la experiencia ni la cantidad de filmes aseguran una gran labor en el mundo del cine. Allen ya nos había entregado una película cuestionable el año pasado con Magic in the Moonlight, lo que le daba paso a Irrational Man: la que se supone que fuera la que redimía el trabajo anterior.
Lamentablemente, este trabajo mezquino, penoso y simplemente aburrido toma un lugar en los peores largometrajes de Allen, aunque haya sido parte de la última cartelera del Festival de Cannes.
Como la mayoría de sus guiones, Allen enmarca la clase blanca y acomodada de la contemporaneidad. Es una especialidad que debería de variar dado el clima racial en Hollywood y el resto del mundo. Lo que diferencia a Irrational Man de las otras es que permite que todas las referencias filosóficas que aparecen a lo largo de los diálogos “burgueses” de su filmografía tengan el foco principal.
Al presentar los problemas morales dentro de una relación estudiante-profesor, entre una relación soltero-casada (Lucas también se junta con una colega) y en los interiores de la psiquis del protagonista, Irrational Man le da un paso dramático a las teorías filosóficas de Søren Kierkegaard, Jean-Paul Sartre e Immanuel Kant, entre otros.
El dilema que acompaña toda esta filosofía se presenta en un diálogo clichoso. El guion de Allen mejoraría si estas mismas ideas metafísicas en vez de verbalizadas hubiesen sido actuadas. Ni el talento actoral de Phoenix le otorga una organicidad fluida a los momentos trillados de Allen.
A pesar de cargar con toda esta presencia ideológica durante toda la película, el público puede rechazarla por completo en el momento en donde Lucas descarta la filosofía como “pajas mentales al fin y al cabo”. Entonces, ¿le buscamos el significado metafísico al filme o no?
Otra característica atractiva que le otorga una cantidad leve de disfrute a Irrational Man recae en el cambio de género delicado que se lleva a cabo una vez Lucas encuentra su propósito en el mundo. Cuando el profesor acepta el rol de ser el benefactor anónimo de esta madre en corte, el filme de Allen incorpora un tipo de suspenso único a su estilo de dirección mayormente alegre.
En realidad, no sabemos cual será el próximo paso de Lucas ya sea existencial, demente o razonable. Sin embargo, todo el misterio que logra incorporarle Allen a esta parte del filme se descarta completamente con un clímax torpe y casi risible. Con este momento, el público se puede -como a la misma vez no- deleitar en diálogos con el destino, la filosofía y los fallos en planificación.
Encima de esto, la banda sonora no busca superarse para esta segunda mitad de la película. Una y otra vez escuchamos el mismo estribillo de jazz que en un punto tiene un toque irónico contra las acciones de Lucas, pero termina totalmente insoportable y agotador.
Stone y Phoenix cargan con casi todo el peso actoral de la película. Ambos logran el nivel de profesionalismo y actuación que hemos visto en sus respectivas películas. Es el guion de Allen quien no le da paso a los trabajos magníficos que pueden llegar las dos partes de esta pareja, en especial Phoenix.
En momentos, necesitamos de Stone y su felicidad interminable para contrarrestar los monólogos pesimistas y deprimentes de Lucas. Si no es por su presencia, la película se arrastraría por una lentitud dramática más fuerte que la que ya logra.
Allen definitivamente no defraudará a su fanaticada que se ha acostumbrado a simplemente tenerlo en una producción interminable de cine desde los años 60. Por más que acepten el desastre que es Scoop, es más importante para ellos saber que Allen sigue en la silla del director.
A pesar de que esta vez nos entrega un fracaso, lo positivo del repertorio incesante de Allen es que en algún punto vendrá el largometraje que nos haga olvidar estos momentos inoportunos. Ya que tenemos a Irrational Man junto a Magic in the Moonlight, es fácil ver otra Annie Hall en el futuro.