En tiempos como estos, la esperanza es también el cuerpo, su comunicación posible, sus poderosas formas de decir.
No hablo de esperanza para fundar aquí mi comentario anhelante, político, ni para gritarle al País su necesidad de más cuerpos presentes, preparados y entrenados para el escenario del hoy. En cambio, escribo esperanza para compartir desde aquí la satisfacción y la celebración por la existencia y persistencia de un cuerpo poderoso en esta Isla. Cuerpo que desde hace poco más de 12 años ha venido gestando y produciendo profesionalmente una importantísima actividad artística, pedagógica y social a fin de aportar al desarrollo cultural de Puerto Rico.
Se trata de la compañía puertorriqueña de danza contemporánea Andanza, bajo la dirección artística de Lolita Villanúa, que año tras año sigue lanzándose, al igual que la mayoría de las entidades artísticas en la Isla, al desafío de la búsqueda de fondos para no perecer en la desalentadora realidad irresuelta que injustamente les toca. Tal satisfacción y tal celebración tiene que ver además, o precisamente, con su más reciente espectáculo pro-fondos de la compañía, “S.O.S Andanza”, llevado a cabo el 2 y 3 de abril de 2011, en el Teatro Francisco Arriví en Santurce.
Más que un espectáculo con piezas que insistieran en un denominador común -narrativamente hablando- se trató éste de una provocadora, y no por ello menos sublime exaltación de las cualidades y posibilidades técnicas y de movimiento de su cuerpo de baile compuesto por: Rebeca Canchani, Norberto Collazo, Vesna Lantigua, Roberto López, Cristina Lugo (Bailarina aprendiz), Eloy Ortiz, Marena Pérez (bailarina invitada), Steven Rodríguez, Ana Inés de la Rosa y Maru Toro.
De igual manera, fue éste, como todos los anteriores, un relieve donde apreciar la capacidad creativa no sólo de su directora artística sino también la delicadeza, el ingenio y la brillante obsesión de sus coreógrafos por la construcción de imágenes y de un lenguaje corporal, natural o innatural, hermosamente humano.
Frente a un pequeño público, el espectáculo presentó cinco atractivas piezas que combinaron en distintos tiempos danza contemporánea con ballet, proyecciones y escenografía digital, música en vivo, audio experimental, emotividad y rigor; todo entre exquisitas luces y sombras.
La muestra abrió con “Sed”, pieza coreografiada y conceptualizada por Rodney Rivera y estrenada por la compañía en 2008, que de forma innegable puso ante los ojos del espectador la elegancia y el dominio técnico y escénico de sus bailarines. De fondo, proyecciones de agua, hielo y tierra seca.
Todos los pasos sobre linóleo blanco, sobresaturación de colores fríos y calientes, vasos metálicos, luchas de autoridad. Poco después, la deslumbrante “Living Document”, de la canadiense Melissa Raymond, con su exquisita ambigüedad de ser al mismo tiempo una pieza final y una pieza en proceso.
Invadida de discursos contemporáneos y repleta de imágenes sobre la inconformidad del género, de la sexualidad, sobre el vacío, las imposibilidades del cuerpo, de la comunicación, incluso sobre Dios, esta recién estrenada pieza, de carácter exploratorio, no sólo suma a la compañía un nuevo perfil y una nueva estética, sino que la coloca artísticamente en la coyuntura de novísimas discusiones y propuestas del arte actual. También la sitúa en relación a debates teóricos actuales. Esto, si se leen en las pieza planteamientos de la contemporaneidad notoriamente salidos de los estudios de género, del cuerpo y el performance, incluso de los estudios sobre arte y política. Claro, ésta es mi interpretación.
Cabe destacar igual su música, original de René G. Sandín con extractos de Papelería de José D. Sandín e improvisación por Joel Rodríguez y el propio René.
Esta musicalidad, colabora en la idea de la pieza como documentación, incluso a la exploración conceptual de ella en la que el cuerpo es portador de experiencias individuales. Sepa usted que el audio incluye comentarios fechados de los bailarines, que fueron grabados a lo largo del proceso de montaje de la pieza. Además, inicia con éstos comentarios de fondo, a partir de lo que parece ser una sesión de estiramiento y culmina con la difuminación del escenario -ese espacio posible, para la representación- lleno de nada y de aire.
En ese sentido, se trata no sólo de lo que implica Andanza como cuerpo posible en el panorama de la producción artística actual en Puerto Rico. Entienda usted que cuando digo cuerpo posible, hablo de su potencialidad comunicadora y de su poder para detonar transformaciones de sentidos.
Se trata también, y realmente, de reconocer la persistencia y la importancia de la permanencia de nuestras organizaciones artísticas, sobre todo en el momento actual; tan falto de una exaltación de lo bello de la expresión humana, de más sensibilidad personal, social, cultural.
Además, no hay muchas cosas en la vida tan bonitas como presenciar la forma en que los artistas construyen todo. Máxime los bailarines, cuyo perfeccionismo no tiene parangón en el mundo del arte. Artistas de la levedad ellos; habitantes del aire, según Luis Rafael Sánchez. Y es que, como señala Ana Lydia Vega en su ensayo “Bailarines” (2005), realmente “pocos son los profesionales de otras ramas del arte que pueden vanagloriarse, de una preparación tan intensa y prolongada”. “La más mínima extensión de la pierna, la más insignificante apertura del brazo, el más modesto giro de la cabeza, todo lo que lucirá tan evidente sobre las tablas, representan infinitas sesiones de trabajo arduo y sostenido”.
En ese sentido, y con una “intransigencia estética que el oficio ha imprimido en su conciencia”, no hay otro artista que esté a cuerpo presente, vuelto oídos, ritmo, memoria, y conceptos, “a medio vestir en la soledad de un escenario, con el terror del traspié vuelto sudor y el foco del perseguidor empeñado en delatar la menor contracción de cada músculo…” “todo eso, como si fuera poco, ante la mirada fija de los espectadores y el acecho inexorable de la crítica”. Por lo mismo, y por sus numerosas horas de ensayo para sólo dos o tres presentaciones, merece este arte y este cuerpo, en este país, en el momento actual, no solo una valoración más vehemente por parte del pueblo, de los espectadores, sino también un apoyo menos espinoso, más valiente.
Si bien es cierto que más que una señal de alerta, pensando en el título del espectáculo, éste pudo llamarse de otra forma, aplaudo con este texto a la compañía por encarar y denunciar, con una presentación tan brillante, su reto consecutivo. Dejo claro, para concluir, que no soy crítico de danza y sé que ando falto de cierto vocabulario técnico en dicha área. Pero soy un espectador, que por lo mismo ha querido compartir su aplauso, su interpretación, lo que ha visto.
El autor es escritor y gestor cultural