El concepto de especie centinela en su acepción moderna no había nacido cuando el alcalde “Monchín” Feliciano Encarnación, militar curtido y alcalde de Culebra de 1958 hasta 1980, se dispuso a mitigar la empobrecida fauna de la isla (devastada por el bombardeo de la marina de guerra de Estados Unidos), enriqueciendo su biodiversidad con la introducción de atractivas especies exóticas. Inspirado quizás por el añejo ejemplo de la vecina isla de Saint Croix, importó en una lancha del municipio dos parejas de venados “cola blanca” (Odocoileus virginianus) desde Georgia. También trajo iguanas de palo (Iguana iguana) de Islas Vírgenes, turpiales y “maynards” (posiblemente el pato ‘criollo’ Cairina moschata) de Venezuela, y doscientas codornices que fueron devoradas por la plaga de gatos realengos que todavía asolan la isla.
Los venados llegaron en 1964, se adaptaron y proliferaron en las dehesas ganaderas, labranzas abandonadas y montes de la zona de bombardeo, llegando su población a varios miles. Eso fue antes de establecerse el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) y su política bioxenófoba requerida por el Servicio de Pesca y Vida Silvestre federal (U.S. Fish and Wildlife Service) a condición del subsidio que sostiene la agencia. Al llegar al poder el gobernador incondicional de la marina, Carlos Romero Barceló (1977–1985), los venados habían disminuido por la cacería de subsistencia que paliaba la hambruna del aislamiento y acoso por la marina, que pretendía expulsar la población civil para quedarse con toda la isla. Una población pequeña de venados logró sobrevivir en la zona boscosa de bombardeo, off limits a los cazadores.
La década que se inició con “el año terrible de 1968” testimoniaría la disposición de los gobernadores Roberto Sánchez Vilella, Luis A. Ferré y Romero Barceló de confabularse con la marina, la CIA y el FBI a espaldas de los culebrenses y sus aliados para usurpar su patrimonio y translocar (cambiar de ubicación geográfica a una especie o población) la comunidad entera a Vieques o a la Isla Grande. La amenaza del exilio incitó la masiva resistencia civil que lograría la expulsión de la marina. El único gobernador del periodo que apoyó la causa fue Rafael Hernández Colón (PPD), quien derrotó al incondicional Ferré (PNP) en 1972 para luego desvariar y caer desmoralizado en 1976 ante el incondicional de ‘línea dura’, Romero Barceló (PNP). Durante su incumbencia se deshizo la autónoma Autoridad de Desarrollo y Conservación de Culebra, custodio de los terrenos entregados por la marina al Estado Libre Asociado, anexándola al DRNA. La entonces secretaria del DRNA bajo Romero, Hilda Díaz Soltero, se encargaría de traicionar las aspiraciones de los culebrenses cediendo la custodia de los terrenos de la marina al U.S. Fish and Wildlife Service.
El remanente de venados quedó “protegido” al prohibirse la cacería en el recinto, evitando bajas humanas por tropiezos con pertrechos detonables, con sus predecibles consecuencias. Tampoco se podrían capturar y menos exportar. Por cuanto, sería un acto de desobediencia civil introducirlos a Vieques. No obstante, el DRNA mantiene una política ambivalente de monitorear la población, que considera indeseable por “exótica”, y hacerse de la vista larga con los cazadores furtivos, incluyendo “deportistas” de la Isla Grande, que a cuenta y riesgo propio ayudan a “controlar” sus números.
¿Por qué introducir los venados de Culebra a Vieques? Pues para aprovecharlos como especie centinela. Las especies centinelas actúan como sistemas de alerta de peligros y riesgos ambientales. Permiten valorar procesos de bioacumulación y biomagnificación de contaminantes.El concepto tiene un origen antiguo con los canarios llevados a las profundas galerías carboneras. Al acumularse gases tóxicos inoloros los canarios dejaban de cantar y sucumbían antes de afectarse los mineros que quedaban avisados del peligro. En los lagos de La Florida se han reclutado a los aligátorespara detectar contaminantes tóxicos y estrogénicos bioacumulados y biomagnificados en los tejidos grasos de estos piscívoros de larga vida, advirtiendo la amenaza para la población humana que comparte la misma comarca y dieta. Se ha propuesto aprovechar el caimancito de Tortuguero (Caiman sclerops) como centinela de los importantes acuíferos del karso norte, pero el DRNA rechaza la idea por tratarse de una especie que “no es de aquí” a pesar de estar naturalizada hace casi medio siglo.
El Servicio de Pesca y Vida Silvestre federal (USFWS) controla más de la mitad (55%) de las 33 mil cuerdas de Vieques, casi toda la árida mitad este de la isla. Cubierta de un casi impenetrable bosque seco parecido al de Guánica, no es cultivable y sirve solo como refugio de vida silvestre, aunque en el pasado prehistórico y hasta el siglo 19 se explotaron sus excelentes salinas. A falta de fauna mayor nativa, la proliferación de caballos realengos ha sido un problema crónico desde hace décadas. Los caballos no se prestan para la cacería y consumo humano ni para monitoreo como especie centinela.
El espacio ecológico que invaden los caballos, y quizás burros y cabros cimarrones, serviría con mayor provecho para establecer una población de venados centinelas. Como herbívoros son capaces de ramonear a varios niveles del sotobosque. Las toxinas absorbidas por las raíces de la vegetación se bioacumularían y biomagnificarían en los cuerpos de los venados, que, aunque ariscos, son mansos y fáciles de inmovilizar con dardos neurológicos o cazar con arco y flecha para obtener biopsias. La eventual limpieza de explosivos y residuos contaminantes harían factible la cacería deportiva con arco y flecha. La densidad promedio de la misma especie en Venezuela es de 2.2 individuos por kilómetro cuadrado, lo que daría una población de 150 venados en Vieques, un número similar al que se dice hay en Culebra.
El autor es Catedrático del Departamento de Geografía de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras.