¿Listos para el máximo acto del circo mediático, para la debacle del deporte ante el dinero, para la intríngulis barroca? Todo eso y más lo verá esta noche.
Déjenos relatárselo, ahí más o menos. Rumbo al ring primero saldrá el ídolo de las Filipinas, un tipo llamado Emmanuel “Manny” Dapidran Pacquiao que durante la pasada década y media se ha dedicado a ser campeón mundial en ocho pesos diferentes. Según Wikipedia, es el primer “octucampeón” mundial en la historia.
Seguramente, será aplaudido y vitoreado por muchos, mucho más allá del corillo de cientos de compatriotas. El Paquiao es un tipo ahí que de repente se puede ver grabando discos, ofreciendo conciertos y cantando kareoke frente a los suyos en Manila; echando ‘yompas’ como armador para su propio equipo de la Liga Filipina, el Kía Carnival; o de legislador en la Cámara de Representantes de su nación, archipiélago que flota en pleno Pacífico.
A pesar de medir apenas cinco pies y seis pulgadas y media de estatura, su figura es tan y tan y tan y tan y tan y tan grande en su patria, que recientemente lo bautizaron como el Mandela de las Filipinas. Rara vez ha visitado la lona, pero dicen que cuando aquel aparatoso nocáut que hace dos años le diera Juan Manuel Márquez, aquel nocáut que parecía que había acabado con su vida, o al menos su carrera, millones de filipinos pusieron sus manos en las pantallas de los televisores para orar para que no se muriera. Manny Pacquiao en Filipinas es la “óspera”. Inyéctele el más potente anabólico existente al significado que para los puertorriqueños tiene Tito Trinidad y obtendrá lo que es Manny Pacquiao en Filipinas.
Ya con Pacquiao adentro del ring, deberá salir de los camerinos, al son de algún trillado ruido de rap ultracomercial, aquel que es tan fanfarrón que él mismo se apodó “Dinero”. Son pocos los que realmente soportan a Floyd “Money” Mayweather. No hay duda que es el villano aquí. Estuvo durante seis años evitando pelear con Pacquiao, diciéndole que debía hacerse pruebas de dopajes porque dizque consumía esteroides, mofándose de él, diciendo que no hay nadie mejor que Floyd “Money” Mayweather.
El tipo es tan complicado que despidió a su padre, casi se enreda a los puños con él hace unos años atrás, y luego lo trajo de vuelta a su séquito. Claro, ya no le dicen Floyd Mayweather, Jr. Él es “Money”, el que gasta muchísimo “Money” en carros, apuestas, joyas, y lo que sea, tanto y tanto “Money” que hasta dejó de ser mejor amigo de su otrora panita, el rapero 50 Cent. Quizás, 50 Cent no es “Money” suficiente.
Realmente, lo que les estamos narrando parece ridículo, pero es veraz. Repetimos, la cosa es veraz y es ridícula. Es boxeo barroco.
Entre sus definiciones del término barroco, además de la obvia alusión al estilo artístico de la renacentista época europea del Siglo XVI al XVIII, la Real Academia Española indica que es algo “excesivamente recargado de adornos”. No estamos diciendo que aquí Vivaldi va a boxear ante Bach, pero sí, esto va “excesivamente recargado de adornos”. Pacquiao versus Mayweather es el combate de boxeo más “excesivamente recargado de adornos” de la historia. Este boxeo es tan y tan barroco que si estuviéramos en Colombia esto sería boxeo barroco berraco.
Entendemos que la mediática tiene que ver mucho en esto. Es decir, ¿hace falta tanto ‘reality show’ y vacilón en Twitter y Facebook? Es como si la publicidad y los medios de repente olvidaran que existián otros espectáculos aparte de Mayweather versus Pacquiao, el Segundo de mayo. Tuvimos que buscar algunos experto que nos explicaran, y vaya sorpresa. Todo esto se trata de dinero y exceso de mediática, según el orden que usted prefiera. Aquí el deporte importa bien poquitito.
“Marx no vivió lo suficiente como para teorizar sobre la ‘espectacularización mediática’ del trabajo. Cuando produjo su obra solo existía el periódico y todavía nadie investigaba sobre su importancia. Ni mucho menos el deporte era componente significativo en el análisis de la economía política. Después de la aparición de la prensa popular, a mediados del siglo XIX, es que se comienza a pensar el deporte como asunto de “interés popular”, comboyado con las demás notas periodísticas”, comenzó a discernir el profesor Héctor Sepúlveda, catedrático de la Escuela de Comunicación Pública (COPU) del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP).
“Obviamente, con la industrialización de la prensa, y luego de los demás medios, es que el deporte comienza a ser algo importante en la información. Sin embargo, todavía su concepción en Occidente, era una emanada de la historia grecoromana; permeaba su concepción aficionada y todavía no se concebía lo que ha venido a ser en la actualidad, en los tiempos del desarrollo del capitalismo salvaje”, expresó.
“En la medida que el desarrollo del capitalismo se apoderaba de todo lo que podía convertir en mercancía, el deporte no fue su excepción y ha sido una de sus víctimas, quizás más preciadas”, expuso Sepúlveda, quien domina varios específicos en campos comlo la sociología, comunicación y educación, cultura popular, comunicación política, y culturas juveniles.
Sepúlveda entiende que ese matriomonio entre la llamada “profesionalización del deporte” y los medios masivos, idilio propiciado por el “capitalismo salvaje”, es el que ha engendrado grotescas criaturas como el evento Mayweather-Pacquiao y todo en derredor.
“En el capitalismo salvaje de la posmodernidad de hoy el deporte aficionado solo existe como utopía transitoria, en cuanto el capitalista se percate del atleta talentoso. Una vez ocurre, ese atleta se convierte o lo construyen en la estrella del espectáculo mediático, que es hoy la metamorfosis del deporte. El boxeo, cosa curiosa, es quizás el deporte en que las mafias capitalistas se dan cita con más voracidad. Sencillamente porque las apuestas, legales y clandestinas, lo fomentan. Entonces, el talentoso boxeador se transforma en una mercancía que hay que explotar, hasta que no dé más, puesto que como trabajador es el menos que gana en ese juego del capitalismo mafioso, a pesar que es la estrella del espectáculo”, indicó.
Bueno, esa es la norma, el boxeador siempre gana menos que el promotor. Pero esta pelea entre Pacquiao y Mayweather es tan ridícula que ambos púgiles se llevarán un buen porciento de la remuneración económica, contrario a otras ocasiones. Le diríamos los números específicos de auspicios para este megacombate entre Pacquiao y Mayweather, pero mejor que lo haga la gráfica debajo de este párrafo, realizada por el portal especializado en negocios, Business Insider. Ni los pantalones de los boxeadores se salvaron.
Sigamos.
“De manera que el robo de la ‘plusvalía relativa‘, también se dá en dicha espectacularización mediático-deportiva, aunque sea en términos millonarios. Los boletos de los asientos de alrededor del cuadrilátero cuestan más de cien mil dólares. En conclusión, en la sociedad capitalista salvaje, no existe el deporte por el deporte mismo, sino el deporte en función del capital. Lo demás es pura filfa; cuentos de camino. A veces pienso que los guantes que usan Maywether y Pacquiao están rellenos de billetes y no necesariamente son los suficiente duros como para hacerlos sangrar en el combate”, puntualizó Sepúlveda.
Entonces, esos dos que van a subir a pelear, ¿ni sienten, ni padecen?
“Es que cuando sucede algo así de grotesco, como Pacquiao versus Mayweather, el atleta deja ser atleta y se convierte en un producto de consumo. En esta pelea hay un alto grado de consumo, por todos lados”, destacó el doctor Fernando Aybar, sicólogo deportivo y profesor de la Facultad de Educación Física de la UPR-RP.
Aybar fue más allá. Dijo incluso que “aquí va a haber un poquito de deporte y será durante el tiempito que pasen Pacquiao y Mayweather arriba del ring. Eso es minúsculo comparado con todo lo que ha habido antes y lo que vendrá después de esta pelea”.
Es que ya eso del aficionismo es cosa como que del pasado. Parece hasta una palabra de esas que se usaban para cuando la Guerra Fría. Cayó la muralla de Berlín. Raúl y Obama se dieron la mano en Panamá, o al menos hicieron un aguaje. Hace un par de meses, Putin gastó cientos de millones en unas Olímpiadas de Invierno en Rusia y hace siete años China albergó unas Olimpiadas de Verano socialistas-capitalistas. Hasta Maduro les ha dado ‘break’ a los escuchas de béisbol de Grandes Ligas a permanecer en Venezuela, aun con las políticas que ha tenido que implantar ante el ataque mediático, guarimbero y económico que contra su Gobierno ha desplegado Estados Unidos.
Eso de aficionismo es ya como que passé. Y más en el boxeo. ¿O es que aún usted, amigo lector, usted que hoy se ‘jartará’ de cerveza y picadera viendo la pelea de Mayweather y Pacquiao aún no sabe que ahora la Federación Internacional de Boxeo amateur pelea sin cascos protectores? Eso del aficionismo es una cosa taaaaan del Siglo XX. Ahora es todo a lo Jerry McGwyre: “Show me the money”.
“Pienso que en el ‘aficionismo’ de los Juegos Olìmpicos, no hay mucha diferencia de esa espectacularización, a pesar de que tienen fama de deportes aficionados y que el objetivo principal es la hermandad entre los pueblos y su convivencia pacífica. Si bien es cierto eso, también es cierto que el atleta talentoso es víctima del capitalista transnacional para convertirlo en un talento publicitario del ‘logo’ de la mercancía”, conectó Sepúlveda.
“Usain Bolt no sólo es el hombre más veloz del planeta sino que es símbolo comercial de una firma transnacional, que sin su auspicio, tampoco fuera lo primero, irónicamente. Claro al público que asiste o disfruta mediáticamente del espectáculo no parece importarle la intríngulis o madeja de la economía política del deporte, sino que se siente seducido por la actuación magistral de sus héroes”, finalizó.
Pues que suene la campana, a ver si aceleramos ya la culminación de esta intríngulis circense. Una intríngulis propiciada por la “especularización mediática” de un “capitalismo salvaje”. Una verdadera intríngulis digna de un boxeo barroco del Siglo XXI.