Nota del Editor: Diálogo comparte la nota Caballos del caserío que el periodista Hermes Ayala compartió con nuestros lectores en 2009 y con la que se comenzó a documentar la trayectoria de Kiria Tapia, hoy medallista de oro de Puerto Rico en el boxeo de los Juegos Panamericano de los 60 kg.
Nota del periodista: La trayectoria de Kiria Tapia ha sido muy fuerte y, mucho más allá del clichoso "sí se puede" al son de Ithier, recoge las realidades que miles de niños y jóvenes viven en Puerto Rico en cuanto al deporte se refiere. La situación va más allá de solucionarse con buscar que exista una 'Cancha abierta', sin "los del punto", como dijo un funcionario por radio una vez. Son muchos más los dilemas sociales que imperan en la atmósfera que cría a estos jóvenes, problemas de van desde la carencia de recursos hasta la apatía y el ningunismo que han instituido los distintos gobiernos de Puerto Rico, y que han alimentado con faltas de oportunidades reales.
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Durante este jueves en la noche, en la cancha de un residencial público de Río Piedras, un niño de unos nueve años, más o menos, le confiesa a los periodistas lo bueno que ha sido con él y con sus amiguitos del caserío ese muchacho que otros llamarían bichote. "Borrero’ (nombre ficticio) siempre está pendiente a nosotros, es como si fuese nuestro hermano mayor”, le dice el niño a uno de los periodistas de la Universidad, que han llegado hasta aquí en búsqueda de la mítica figura de un ex atleta profesional que ahora es considerado como un Robin Hood moderno dentro de su comunidad.
"Nos ayuda con el equipo de baloncesto y con otras cosas, como con el equipito de fútbol. Si alguien necesita algo, él siempre está ahí… hasta tenis nos ha dado para que juguemos bien”, asiente el nene, sentado en los ‘blichels’ de la cancha de baloncesto del caserío, cerca de donde está ‘Borrero’.
Al dialogar con Borrero, la furia en contra del sistema y el establecimiento se nota de inmediato. Confiesa que fue boxeador profesional, que todavía mantiene un contrato con una afamada casa promotora y que, incluso, de aficionado, representó a Puerto Rico en un sinnúmero de ocasiones. Sin embargo, al hablar de porqué ahora se encuentra, según él mismo dijo, “bregando en el caserío”, la rabia se nota.
"A los chamaquitos del caserío por más talentosos que sean, se les hace más fácil comprar un punto y meterse a vender drogas que triunfar de manera. ¿Tú sabes cuantas veces nosotros le hemos pedido a los políticos y al mismo Municipio (de San Juan) que ayuden a los nenes y nadie hace na’ por los pobres?”, exasperó.
Entonces, explicó lo difícil que se le hacía progresar en su carrera de aficionado cuando más joven. Contó como los líderes de su comunidad hicieron lo imposible para lograr que el Estado y el Municipio respondieran al reclamo de recursos para establecer un gimnasio de boxeo allí para los jóvenes del caserío, reclamo que siempre caía en oídos sordos.
"Yo y muchos otros teníamos que irnos a pie temprano en la mañana a entrenar en el (complejo) Rebekah Colberg para volver tarde en la noche pudiendo haberlo hecho todo aquí. De lugares como este es que salen muchos boxeadores que le dan gloria a Puerto Rico, pero la gente no sabe lo difícil que se hace, pues el Gobierno no nos ayuda… y entonces vienen meses antes de las elecciones a que los apoyemos… que se vayan al carajo”, puntualizó.
"Y si hacemos lo que tenemos que hacer para darle al caserío y a nuestras familias una mejor vida nos critican y nos persiguen. Nadie sabe lo fuerte que es crecer aquí más que los que estamos acá adentro. Claro, después si sale algún campeón mundial, los del Gobierno son los primeros que lo buscan para retratarse con él. Hay mucha hipocresía y eso cansa. Nosotros hacemos lo que hacemos, pero es para velar por los nuestros”, agregó, señalando que entre otros “negocios” también figura el establecimiento de un sello discurro de reguetón.
La realidad de ‘Borrero’ es la realidad de muchos jóvenes de comunidades marginadas (¿especiales?) de nuestro país. Muchos tienen diversas habilidades atléticas extraordinarias, pero sus sueños se ven tronchados por las situaciones que la misma atmósfera de las comunidades en las que crecen crea y terminan tomando la ruta ilegal, acabando a veces en la cárcel, a veces en el cementerio y, como es el caso de ‘Borrero’, a veces ganándose el respeto de la calle y de sus comunidades.
A 15 minutos de distancia en automóvil, encima de un viejo ring del Club de Gimnasio de Monte Hatillo hace un calor infernal. Ni Jefferson Vega, un joven de 106 libras, ni su colega de guanteo, Alberto Josué Machado, el prospectazo de 119 libras que anda con un pie en el equipo nacional de boxeo aficionado, se quejan. Sus compañeros de cuadra, Kiria Tapia, Aníbal Pérez y Emanuel Robles también sudan mientras observan. Pero nadie dice ni una palabra. Saben que afuera del gimnasio donde practican boxeo, en las calles y los bloques del caserío donde se cuidan hace aún más calor.
"Eso lo sabe todo el mundo, que aquí esto está bien caliente. Hasta el más chiquito de estos nenes sabe que la cosa no está fácil”, le comenta a Diálogo el entrenador Orlando ‘Canito’ Marrero, quien durante la pasada década ha dedicado su vida a entrenar jóvenes de escasos recursos del área con el fin de darles una opción deportiva, alejarlos de la calle, y, ¿quién sabe?, quizás producir el próximo gran campeón puertorriqueño.
"Yo soy de (el residencial Jardines de) Berwind, pero toda mi vida entrené en Monte Hatillo”, relató Marrero al inquirírsele sobre sus inicios trabajando con los niños, niñas y jóvenes del caserío. Marrero, quien debe estar en la etapa temprana de su cuarta década de vida, boxeaba en Monte Hatillo desde los 13 años de edad y luego de varias peleas como profesional se retiró debido a lesiones. Pero se mantuvo en contacto con la comunidad de Monte Hatillo y con sus jóvenes.
En 1999 tomó las riendas del Club de Boxeo de Monte Hatillo, sacando jóvenes de la calle y forjando atletas. Ante la inacción del Municipio y del Estado, Marrero consiguió el respaldo de la empresa administradora del residencial, la que desde hace varios años le da los fondos que necesita para manejar el gimnasio y trabajar con niños y jóvenes que en muchas ocasiones lo ven como una figura paternal. Y aunque le duele la pérdida de varios de sus muchachos a la violencia callejera, no se arrepiente de todo el sacrificio que ha hecho.
"Son niños que a veces ni conocen a sus papás, no tienen lo que necesitan”, comenzó a contar Marrero, quien también tiene cuatro hijos propios. “A veces uno tiene que hacer doble trabajo, darle cariño, sacarlos de la calle, hacer de padre. He perdido varios niños ya, boxeadorcitos buenos que han visto tronchados sus sueños de ser boxeadores profesionales. La vida en el caserío no es fácil”, manifestó Marrero, a la vez que, cronómetro en mano, vigilaba el guanteo de dos de sus muchachos.
En la pared del gimnasio se pueden apreciar las imágenes de varios de esos “boxeadorcitos” que han partido del mundo terrenal, víctimas de la violencia callejera. Ilustrados en camisas que leen “Te recordaremos siempre” están las imágenes de Leslie Machado, un ex medallista de bronce en las Junior Olympics de Estados Unidos; de Wilson Silva, un prospectazo que estaba a punto de firmar profesional; y de Angel ‘Pito’ Cruz, otro joven cuya carrera boxística se encontraba en pleno ascenso. Todos fueron asesinados en distintas masacres relacionadas al trasiego de drogas y armas y a las guerras de varias pandillas del sector por el control de los puntos de droga y de las actividades ilegales.
Pero, durante este día, en el gimnasio de Monte Hatillo se percibe todavía la presencia de estos jóvenes. Por un lado se encuentra Alberto Josué, el hermano menor de Leslie, a quien la partida de su hermano solo ha servido para aumentar su deseo de éxito en las lides del boxeo. “Ese era el que me cuidaba a mí y fue el que me metió en esta cuestión del boxeo”, dijo Alberto Josué, hermano de Leslie, quien fue baleado durante la famosa “masacre de víspera de Reyes”, el cinco de enero de 2007 en San Patricio. “Estoy aquí gracias a él. Nuestro sueño era volvernos profesionales para sacar a nuestra familia del residencial. Y ese sueño yo todavía lo sigo”, agregó el joven de 19 años de edad, quien actualmente entrena con miras a formar parte de la selección nacional que competirá en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Mayaguez 2010, y no descarta entrar pronto a la universidad para perseguir su anhelo de convertirse en preparador físico.
Mientras, correteando por el gimnasio se encuentra la niña de dos años de edad Angeliani Cruz Tapia, producto del amor que existió entre el fallecido boxeador Angel ‘Pito’ Cruz y la boxeadora Kiria Tapia, también parte de la cuadra de boxeo de ‘Canito’Marrero. Kiria tiene 19 años de edad y en su corta edad ha sido galardonada dos años consecutivos como Boxeadora del Año por la Federación de Boxeo Aficionado de Puerto Rico. Los expertos afirman que esta joven debe formar parte del seleccionado de féminas que participarán en la exhibición d boxeo femenino que subirá a escena en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. En el mes de octubre participará en el Campeonato Panamericano de Boxeo en Ecuador y figura entre las favoritas para ganar la división de las 126 libras. Claro, el que la ve a primera instancia podría pensar que Kiria es una modelo de televisión y no una boxeadora, pero, pues, así son las cosas.
"Yo he crecido tanto durante estos últimos años… y le agradezco mucho a ‘Canito’ y al boxeo de Monte Hatillo”, expresó la joven, quien estudió un año en la Universidad del Este pero tuvo que poner su carrera académica en espera para hacerse cargo de su niña. Actualmente, reside en Carolina y trabaja como vendedora de ropa independiente. “No ha sido fácil. Perdí a mi pareja tres meses después de tener a Angeliani. Pero he seguido trabajando, creciendo y boxeando y pude salir del caserío. La diferencia es del cielo a la tierra, siento mucha tranquilidad. Y voy a seguir luchando por mí y por mi hija”.
Y ‘Canito’ también sigue luchando por sus muchachos. En su mente sigue el recuerdo de sus nenes caídos, como Leslie, como ‘Pito’, como Wilson… o como Luis ‘Bj’ Vázquez, asesinado cuatro años atrás; o como José ‘Georgie’ Méndez, también baleado; o como Chris Tirado, a quien unos sicarios le dieron muerte frente al Burger King de la Avenida 65 de Infantería hace unos meses. Todavía recuerda con orgullo a su pupilo Yukensy Andino, quien recibió siete disparos frente a su casa en Monte Hatillo, y ahora está parapléjico.
"Está recibiendo terapias en Estados Unidos. Su caso es muy particular porque ya estaba de profesional y llevaba récord de 11-0. Se lo llevaban para guantear con Miguel Cotto, Shane Mosley y Oscar De la Hoya. Ese iba a ser campeón mundial”, lamentó Marrero durante esta tarde en la que ni un tiro ha sonado.
A 10 minutos de distancia en carro, en el Residencial Manuel A. Pérez encontramos una rareza, algo bien distinto a Yukensy o Leslie o ‘Georgie’, una excepción a esa regla de atletas succionados por la vida callejera.
Ansel Guzmán, el versátil armador de los Conquistadores de Guaynabo en el Baloncesto Superior Nacional (BSN) se crió en el bloque A de “Manuel A.”. Hace dos años fue reconocido como el Jugador Más Valioso del BSN. Ha jugado en Polonia y muchos consideran que debe formar parte de la selección nacional de baloncesto. Recientemente, compró su casa en Carolina y se convirtió en padre por segunda ocasión de una niña. En el caserío son varios los que visten camisetas con su foto que lee “Ansel, orgullo de Manuel A. Pérez”. Es decir, Guzmán para Manuel A. Pérez es lo que fue Wilfredo Gómez para el Residencial Las Monjas de Hato Rey a finales de los setenta o Juan ‘Igor’ González para el Alto de Cuba de Vega Baja a principios de los noventa. En momentos en el que el canastero negocia su contrato con los Conquistadores, sacó un minuto para conversar brevemente con Diálogo sobre su vida en el residencial.
"A veces yo me siento más seguro aquí que en otros lados”, comentó el padre de Jianelle y Jiansel frente al ‘Sports Bar’ El Titán, en Manuel A. Pérez, donde lo encontramos viendo un juego del Premundial Europeo de baloncesto junto a su primo Fernando ‘Kalín’ Carrillo.
"No te digo que a mí se me hizo fácil subir en el mundo del baloncesto porque no fue así. Aunque me mudé de ‘Manuel A.’ a los cinco años, toda mi familia vive aquí y yo pasaba la mayoría de mi tiempo aquí, quedándome con mi abuela, con mis primos. Pero si uno se enfoca y se mantiene por el camino correcto las cosas se dan. Por ejemplo, cuando yo veía a los muchachos fumando, yo me les iba del lado. Y ahora quizás muchos nenes del caserío me vean como un héroe, pero yo los veo a ellos como yo era a esa edad, con ganas de triunfar y de poner el nombre de ‘Manuel A.’ en alto”, apuntó Guzmán.
De alguna forma, en sus palabras, retumban los comentarios dichos anteriormente por “Borrero” y por los nenes de ‘Canito’. Las realidades puede que sean distintas, pero la verdad sigue siendo una: el deporte en el caserío es, para muchos, la salida verdadera. Algunos la alcanzan, muchos otros no.