"El dato más original y omnipresente
del racismo puertorriqueño es la negación
más absurda y obstinada de su existencia".
Isabelo Zenón, 1973
El que el tema del negrismo ha sido silenciado por siglos en Puerto Rico es un dato harto mencionado. Mayra Santos-Febles afirma que en parte el miedo a hablar de raza tiene que ver con el concepto de Nación: “Los discursos raciales, de género y sexuales se ven como divisorios de la nación”. Muchos lo achacan a la mentalidad colonizada, al lastre que cargamos por los años de esclavitud a los prejuicios raciales o simplemente a el esfuerzo de blanquearse del puertorriqueño. Sea lo que sea, en Puerto Rico tenemos poco arte, literatura y teoría sobre la negritud. Nuestra música siempre ha sido negra.
En este trabajo intento probar por qué en las obras de nuestros dos grandes iniciadores de la pintura local, ya había comenzado un intento de ver al negro dentro de una corriente innovadora. Propongo una re-lectura de las obras de Campeche y de Oller, para demostrar cómo ellos comenzaron estudios pictóricos que proponían una visión clara, precisa, innovadora y antropológica del tema, que muestra que no fue tan silenciado como creemos. El problema es que hasta ahora no se ha estudiado.
Estos dos grandes maestros de la plástica nos han dejado un legado sin par. Ambos abordaron el tema con gran dignidad, no hay nada panfletario en sus posiciones. Ambos fueron intelectuales de su época.
Campeche, hijo de negro, nunca salió de Puerto Rico, pero adquirió una educación intelectual muy completa. Estudió latinidad, anatomía y filosofía. Tocaba oboe, órgano y flauta. Además de pintor, realizó planos arquitectónicos, diseñó los uniformes de las milicias y se dice que era el consultor de los gobernantes para las fiestas de palacio. Tenía acceso a la biblioteca del obispado, considerada la mejor biblioteca del Caribe, quemada por los ingleses, y que también la suya era excelente. En la biografía de Campeche de Alejandro Tapia y Rivera nos dice que con sacrificios había logrado reunir una biblioteca:
“…en los libros adquirió nuestro pintor aquellos conocimientos que pudieron llenar en parte el vacío que dejaba forzosamente en su inteligencia la falta de museos y de escuelas, dándole además la variada y amena cultura que tanto encantaba a sus amigos y relacionados”. [Tapia, p.11]
Nos cuenta el mismo Tapia que todas las tardes Campeche recibía a un grupo de los intelectuales del país. En estas famosas veladas se tocaba música y se tertuliaba sobre temas de filosofía, arte y cultura en general. Según Tapia, estas reuniones diarias eran tan amenas que “a pesar de la humilde condición de Campeche y de la apacible medianía de su riqueza, no se desdeñaban de frecuentarlas las personas de más viso en la ciudad”. [Tapia, p.21]
Oller por su parte tuvo la oportunidad de codearse durante sus largas estancias en Madrid y París con los principales pintores y literatos del momento. Su biblioteca era una sumamente variada, no sólo poseía libros de arte, en ella había cerca de una docena de tratados de geometría, filosofía, novelas de Emile Solá, Huismman, y varios literatos cubanos y puertorriqueños.
En resumen, ambos pintores estaban muy formados intelectualmente. Cada uno sacó el mayor provecho a los conocimientos posibles para sus respectivas épocas y oportunidades. Esta fruición de conocimientos que ambos tenían, sumados a una inmensa intuición fueron la clave de la calidad de su obra. Me atrevo a afirmar que en el siglo XVIII no había en América un pintor más completo que Campeche. Lo mismo puedo decir sobre Oller, en el siglo XIX. A este último le puedo añadir la palabra innovador. Cuando Campeche se convierte en pintor intelectual, todavía la ilustración no había penetrado en América. Cuando Oller regresa a Puerto Rico de estudiar en París, trae consigo toda una tradición ilustrada y los más adelantados conocimientos técnicos.
Desgraciadamente, con el cambio de soberanía en 1898, ocurrieron dos cosas. Los norteamericanos se dedicaron a fragmentar y resquebrajar a nuestra clase intelectual y así poder implantar su cultura. Durante los primeros cincuenta años del siglo XX, nuestros pintores se vieron en la necesidad de defender las costumbres, los símbolos patrios, el idioma, pero no adquirieron conocimientos intelectuales sólidos. Con la renovación artística de la década del 50 se comenzó a hacer un arte comprometido con la sociedad, un arte que educaba al pueblo. Sin embargo cuando rechazaron los movimientos norteamericanos de vanguardia, no se dieron cuenta que las formas de las vanguardias no eran lo importante en el arte. Desde que empezaron las vanguardias, en la época de Oller aproximadamente para el 1880, todo el producto formal era consecuencia de un pensamiento filosófico, teórico, científico; de una conceptualidad.
La visión del artista intelectual o conceptual, en Puerto Rico, renace con fuerza mayoritaria a mediados de la década de los ochenta. La semilla que estos artistas plantaron ha germinado. Los currículos de nuestras nuevas generaciones son impresionantes. Con sólo mirar el currículo de Guillermo Calzadilla, considerado número 12 entre los 100 jóvenes de mayor éxito mundial, cualquier otro artista local podría morir de envidia. A estos artistas les digo, que el día que hayan leído o estudiado la mitad de lo que Calzadilla u Oller leyeron, podrán aspirar a realizar una obra tan buena como la de ellos.
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La autora es profesora de Historia del Arte en la Escuela de Artes Plásticas y tesorera de la Asociación Internacional de Críticos de Arte.