Wes Anderson es, posiblemente, uno de los directores estadounidenses más imprescindibles de su generación. Junto a Quentin Tarantino, Paul Thomas Anderson, Spike Jonze y David Fincher, ha sido artífice del cine más creativo y arriesgado producido en Hollywood durante los últimos 15 años. Si bien su filmografía ha ido en descenso, siendo sus primeras cintas –“Bottle Rocket”, “Rushmore” y “The Royal Tenenbaums”– las más logradas, lo cierto es que hasta sus trabajos más recientes, aún con sus fallas, son inequívocamente producto de un consabido autor cinematográfico en la más pura acepción del término. Basta con ver 5 minutos de “The Life Aquatic with Steve Zissou” o “The Darjeeling Limited” para saber que estamos ante un filme de Wes Anderson. Estéticamente, resaltan en su trabajo los colores pasteles, la cámara lenta, tomas cenitales, el “font” FUTURA para los créditos, los movimientos laterales de cámara y la música popular norteamericana. Temáticamente, el director exhibe una afinidad especial con el inadaptado social, y a través de una comedia ácida, repleta de ironía e introspección cuasi-existencialista, celebra las peculiaridades y excentricidades de sus muy humanos personajes. La mirada a las dinámicas de familia, en particular los celos entre hermanos y la decepción ante expectativas incumplidas entre padres e hijos, ha sido una constante en su trabajo. Con su más reciente entrega, Fantastic Mr. Fox, el realizador parece, a primera vista, ir en una dirección muy distinta. Por un lado, se estrena en el mundo de la animación stop-motion dirigida a niños, cuando todas sus otras obras han sido expresamente adultas. Por el otro, es la primera vez que no parte de un guión original, puesto que la película está basada en la novela infantil homónima del celebre escritor Roald Dahl, responsable de otros clásicos como Willy Wonka and the Chocolate Factory y James and the Giant Peach. Sin embargo, la presencia de Anderson se hace notar desde los créditos iniciales, y es su sello particular atemperado a estos nuevos factores lo que hace de Fantastic Mr. Fox una experiencia cinematográfica peculiar.
La trama es muy simple: Mr. y Mrs. Fox (voces de George Clooney y Meryl Streep) eran ladrones de gallinas, hasta el día en que ella queda embarazada y le hace jurar a su esposo que buscará una profesión menos riesgosa. Varios años después, Mr. Fox es columnista de un periódico local, y vive en un hoyo con su esposa y Ash, su hijo preadolescente (voz de Jason Shwartzman). A pesar de esta aparente estabilidad, el protagonista, junto a su amigo, la zarigüeya Kylie, regresa a su antiguo estilo de vida y comienza a robar en las tres fábricas del pueblo, cuyos dueños son los humanos Boggis, Bunce and Bean. Sobre ellos, la película condensa sus características principales en la siguiente rima: Boggis and Bunce and Bean, One fat, one short, one lean. These horrible crooks, so different in looks. Were nonetheless equally mean. Es bajo estas circunstancias que comienza la aventura de Mr. Fox y toda la comunidad que lo rodea. Luego de que el último robo sale mal, una divertida y simpática lucha entre animales (seres salvajes, como repiten una y otra vez) y humanos se suscita. A pesar de la simpleza de la historia central, Anderson se asegura de construir un mundo visualmente increíble, con personajes y subtramas que efectivamente denotan su cualidad de autor. El matrimonio de los Fox y la relación entre Ash, su padre y el primo Kristofferson, un joven prodigio que hace yoga y es superior a Ash en todos los aspectos, están plagados de pequeños momentos de diálogo que los fanáticos agradecerán, mientras los niños consumen maravillados las coloridas imágenes en pantalla. Como ya he indicado, estéticamente el filme es una joya. Aún con una cinematografía simple que se limita a planos generales en la mayoría de los casos, Fantastic Mr. Fox complace. Esto gracias a tres aspectos muy sobresalientes: la animación, que posee un carácter artesanal muy bienvenido en la era de la imagen computarizada; la partitura original de Alexander Desplat, que recuerda por momentos a la música de Ennio Morricone; y la genial dirección de arte, que no deja espacio para una sola imagen aburrida o desprovista de detalle. El robo a la fábrica de Bunce, el baile en el supermercado y el encuentro con un lobo desde una motocicleta son algunos de los momentos con más ingenio visual en el cine animado de los últimos años. Con todo y sus aciertos, la cinta es sin duda una obra menor en la filmografía de Anderson. Esta vez, quizás por la naturaleza de la historia, el director no logra la madurez ni trascendencia emocional de su mejor trabajo. No obstante, por sus valor estético y por ser una alternativa refrescante al cine familiar que llega a nuestras salas, Fantastic Mr. Fox merece ser vista en la gran pantalla.