“Precisamente porque en el fondo soy alguien muy optimista y muy vital, es decir, alguien que cree profundamente en la vida y que vive lo más profundamente posible, la noción de la muerte es también fuerte en mí […] Para mí la muerte es un escándalo. Es el gran escándalo. Es el verdadero escándalo. Yo creo que no deberíamos morir”. Así describió Julio Cortázar la muerte, escándalo que lo alcanzó el 12 de febrero de 1984.
Por tal razón, hoy, en su centésimo cumpleaños, proponemos un ejercicio de imaginación. Juguemos. Imaginémoslo disfrutando con la convicción de que para ser joven sólo se necesita creerlo. Saliendo a tomar un café de la mano de su último amor, Carol Dunlop, co-autora de Los autonautas de la cosmopista (1983) y que falleció en 1982. Veámoslo escribiendo notas en papeles sueltos, retomando el cuento que lo tiene atrapado hace varias semanas. Todo esto en París, la ciudad que eligió como segundo hogar y que, por su constante uso del francés, hizo que al hablar español arrastrara las erres.
Hoy, más que otros días, sería un cronopio, esos seres a los que les confirió una vida en su libro Historias de cronopios y de famas, y a los que atribuyó “la conducta del poeta, del asocial, del que vive al margen de las cosas”, según explicó en una entrevista por TV Española en 1977. Por tal razón se le conoce como “el cronopio mayor”, pues Cortázar creó un pequeño mundo de cronopios para aquellos que, como él, se sienten cómodos en un plano irracional con superposiciones de tiempo y espacio, tal como pasaba en cuentos como “La noche boca arriba” y “Continuidad de los parques” en Final del juego (1956).
Continuemos. Ahora Cortázar, aún de la mano de Carol, saldría del café. Quizá elegiría perderse por las calles parisinas a las que dio vida en su obra cumbre, Rayuela (1964), en las que Horacio hallaba a la Maga, sin buscarla, sabiendo que andaban para encontrarse. Cruzaría el Pont des Arts para reunirse con amigos, otros escritores, pintores, músicos, todos cronopios. Tal vez escucharan un disco de Charlie Parker, saxofonista estadounidense que inspiró su personaje Johnny Carter en el cuento “El perseguidor”, contenido en Las armas secretas (1959).
Nos queda imaginarlo. Nunca sabremos con certeza cómo celebraría Cortázar sus cien años, pero sí que alrededor del mundo se preparan una serie de actividades para conmemorar el centenario de quien se consideraba así mismo como “un aficionado que escribe libros”. El Museo Nacional de Bellas Artes en Argentina expondrá fotografías, documentos y películas que suman 5,000 piezas como parte de su tributo al escritor argentino. Por su parte, el director Guillermo Alcalá-Santaella estrenará un cortometraje basado en el cuento “Continuidad de los parques”. El Museo Cortázar también abrirá sus puertas en Chivilcoy, donde el escritor residió parte de su vida. Además, la editorial Alfaguara publicó el libro Cortázar: De la A a la Z, una colección de fotografías, documentos y datos cortazianos, que cuenta con la edición de su primera esposa, Aurora Bernárdez.
Si de algo estoy segura, es que en algún plano de la realidad Cortázar se goza esa bella casualidad de haber nacido un 26 de agosto de 1914 en Bélgica, mientras el káiser invadía en las cercanías y que hoy, cien años después, celebramos su vida por habernos dejado boquiabiertos en tantas ocasiones luego de leer uno de sus cuentos, por cultivar en su audiencia una creencia de que lo fantástico puede ser real y plantar en cada uno de sus seguidores una sonrisa al imaginarse cómo un hombre se la puede pasar vomitando conejitos.
¡Feliz cumpleaños, Cronopio Mayor!
_____
*En esta nota también colaboró el periodista Christian Ibarra.